domingo, 27 de enero de 2013

~Capítulo veintisiete.

«Se abre la sesión.»
«Empezamos hablando de lo que sucedió, para recordar las cosas, porque parece que se le ha olvidado, señor Blair.» Llegó a decir muchas más cosas, pero entre nosotros, no le presté atención.. tenía más cosas en la mente, en lo que pensar, o más bien no tenía nada y no quería escucharle. Rocé la mesa con los dedos, con la mano que estaba sin atar, mientras que la otra, estaba sujeta por una esposa, sujetándome a una silla.
«Charlie..» y más y más palabras salieron de su boca. «Responda..»
«¿Sabe por qué usted está aquí, verdad?»
5864.- Bordado en el uniforme, por llamarlo de alguna forma. Era naranja, apagado, no fluorescente  como el de las películas. Un número que me pesaría toda la vida.
—¿Por robarle el corazón?—solté, sonriendo.—Claro que lo sé,—. Confirmé su pregunta.—¿Me cree estúpido?—bajé la mirada, no arrepentido, sino con furia.
—Tenga respeto.—me dijo mi abogado, agarrándome la mano. ¿Sería por algo en especial? Ganase o perdiese el juicio ya estaba pagado. Pero mi futuro estaba en mis manos, no en las suyas.
Dejó el mazo y me miró la juez.
—Cállese si no quiere acabar peor.—suspiró, y acto seguido le imité, suspirando aún más fuerte, haciendo más ruido, jugando un futuro que ya estaba perdido, bajo tierra.
Recuerdo los días entre rejas, recuerdo esa semana donde solo recibía palizas, vomitando sangre, y con los ojos morados, mientras que mis nudillos estaban intactos.
Me miraban con asco, con ''superioridad'', deberían verse, yo me defendí a mi mismo. Ellos, al contrario, me pegaban por dinero, un papel valía más que su orgullo y dignidad, pero en este caso.. les daba igual.
«Acusado por secuestro..» Me escupían, pero eso no fue nada comparado cuando me fracturaron la nariz, ¿qué hicieron? Ni me sacaron allí, pensarían ''qué se pudra en su sangre'', pero acabó yendo alguien para escayolarme, ¿qué dije? ¿Qué me habían pegado unos ''policias'' que vestidos de uniforme se sentían más grandes? No, la verdad es que no dije nada. El silencio, era la mejor venganza.. menos por la noche. ¿A qué me dediqué? Una y otra vez cantando. Jugando con su paciencia, poniéndoles histéricos. Me llegaron a poner esparadrapo en la boca.. pero conociéndonos, perdonadme por la expresión, pero seguía dando por culo.
«Acusado por violación..» Me quedé con las ganas de decirle todo, soltarle todo de un suspiro, aunque fuese mi último aliento, se lo daría a ella. Alice.
«Por asesinato..»
—¿A terminado ya? Solo por preguntar, no tengo mucho tiempo, quiero eligir la litera de arriba.—sonreí,—Tengo prisa.—solté un bufido, como un perro.—Pero si aún no ha terminado, si aún le queda algo por decir, hágalo ahora, ya que no podré oír más mentiras.—sonreí.—¿Puedo?—miré a mi abogado, parecía principiante, y en efecto, lo era.
—Cla..claro,—se le quebró la voz.
—¿Puedo, señoría?—y antes de que dijese nada, decidí hablar.
En esos mismos juzgados..
Mírame Josh—, la miré, sus ojos oscuros me sonreían. No era sus labios, sus ojos, la forma en la que hacía, me trasmitía algo, dulzura.—Podrás recordarme, rezo con ello.—le volví a mirar, mientras entrecerraba los ojos, respiraba hondo y rozaba su mano. Su voz trasmitía esperanza, fuerza.
—Hasta entonces, ¿nos podemos conocer?—volví a encontrar su mirada,  tan perdida como mis recuerdos.
—Pero, yo ya te conozco,—su voz quebró,—nos conocem..—paró en seco, respirando y sorbiendo para arriba el aire, como si quisiera llenarse los pulmones de algo que no fuese dolor.
Era distinta, me resultaba distinta.
¿Sería por algo en especial el que no me contase quién era? ¿Lo que era ella para mi o yo para ella? Nunca dejaba de hablar, contándome la vida del resto, dándome detalle de quién era cada uno en mi vida, que hizo; que hicieron.
Pero ella, ella era la única que esperaba que yo mismo lo recordase. Los médicos, me dijeron que estuve mucho tiempo sin oxígeno en el cerebro, para llegar a recordar con detalle las cosas, pero ella no fue solo un detalle, sino, no estaría siempre aquí, a mi vera, como un perro a mis pies.
Podría sonar a locura, solo llevaba un mes con ella, pero podía notar que sus ojos estaban enamorados de mi.
Delante de la juez..
Aún me lo sigo preguntando, el qué hago aquí, cómo llegue. La verdad es que no lo sé, me han transportado con una capucha en la cabeza, pero, parece que no me recuerdan, no hace falta leer mi historial para saber quién soy, he salido en las noticias numerables veces—empecé a narrar, me llevé la silla conmigo mientras caminaba como podía. Intentándola buscar, intentado ver su pelo rizado, sus ojos azules con la raya marcada, intentaba buscar su mirada perdida, sus labios color cobre y su respiración acortada.—Hace once años.. yo solo era un crío, cuando, ¿mataron a mi padre? Ah,—miré al jurado,—¿os preguntaréis quien fue, verdad?—sonreí,—no os comáis el coco, están aquí mismo, vestidos con uniforme.—les miré. Y divisé una división de policías rodeando a una persona, sería ella. Era Alice.—La gente que pretende mantener el control, desmoronó mi vida, señores. No recuerdan como mi madre cayó en depresión, porque mi padre fuese asesinado a golpes por defender a un crío de diecisiete años en una manifestación.—se me inundaron los ojos, dejándome apenas la voz gritando.—Mi madre me abandonó, viendo que no podría cuidarme, años después.. apareció muerta. En un abrir y cerrar de ojos me quedé huérfano  ¿qué me dejaron? ¿Qué me queda?—me senté, alzando la mano esposada.— Díganmelo ustedes, ¿qué tengo por luchar? ¿La esperanza? ¿Cuántas veces he entrado por estas puertas por defender ante los policías a los que no eran ''inocentes''? ¡Muchas!—me respondí a mi mismo.—Demasiadas.—suspiré.
Rocé mi pelo anaranjado, que era a juego que mi vestimenta.—Ahora, señoría, le suplico que si va a seguir hablando, sea algo positivo, sino, ya puede callarse y decidir mi destino.
No presté atención a sus palabras, pero oía voces, pensé en correr entre la poca gente que había, apartaría a los guardias que la rodeaban, habría sangre en mis muñecas del roce. Pero era peor el dolor de dentro. La diría que la amaba y, así fue. Así lo hice, nadie me detuvo. La miré, «Te amo, esto no es una despedida, te lo prometo.»
Miré al resto, y la mayoría mantenían lágrimas en los ojos, mientras ya habían decido que hacer con mi vida. La muerte sería un descanso de lo que me esperaba, del dolor que podría sufrir. No había peor enemigo que yo mismo, era el que más daño podía hacerme, pero el padre de Alice quería gozar de esa satisfacción.
No había mayor poder que el dinero.
«Solo seré un papelito con un número, pero soy más valorado e importante que tu vida.»
Fui a la guerra, a luchar por algo perdido.