viernes, 20 de abril de 2012

~Capítulo trece.

Miraba cada uno de sus rostros desorientada y un poco aturdida, aún no tenía los pies en la Tierra, y seguramente, faltaría bastante para que los tuviera. El chico de los tatuajes, ese tal Josh siempre iba muy pegado a Andy, aunque la chica.. miraba de una forma distinta a Charlie. Sacudí la cabeza y cogí inconscientemente de la mano a Charlie, tan solo fueron unos segundos y la volví a apartar.
—¡Charlie la vuelves a traer!—exclamó uno de los chicos.
Él le miró con tal mirada que decidió callarse y mirar para otro lado. Sonreí por dentro y seguí caminando a su lado.
—Nosotros nos vamos ya a nuestra habitación—sonrió Josh.
¿Los dos se iban juntos? ¿A una habitación? Retorcí el morro y seguí caminando con Charlie.
—¿Tú crees que tienen algo?—me dijo al oído—no sé, llevan tres semanas muy raros.
Me encogí de hombros y sonreí.
—Les conozco desde hace unas horas—afirmé mientras me reía.
Se llevó una de sus manos al pelo y se lo revolvió.
—Todavía no soy consciente del tiempo—suspiró—parece que te conozco desde siempre—sonrió y yo hice lo mismo al oír esas palabras.
—No si yo..—no me dio tiempo a terminar y le miré—¿que miras?—le dije mientras esbozaba una amplia sonrisa en mi rostro.
—Nada, nada—movió la cabeza y volvió a sonreír.
En estos minutos había compartido más sonrisas que en toda mi vida. Ya estábamos enfrente de la puerta de su habitación y se dispuso a sacar la llave.
—Voy a entrar yo primero, que la tengo un poco..—se dio la vuelta para mirarme—desordenada.
—Da igual, yo también la tengo siempre así.
—Alice, he visto tu habitación, si eso te parece desordenado no sé que será mi habitación.
No pude aguantar las carcajadas y me dejo en la puerta. Miré a ambos lados, estábamos en el fondo del pasillo, apartados de todos los demás. Apoyé la cabeza en una de mis manos y me di un par de golpes.
—Me duele—rechisté.
Un punzante dolor brotaba en uno de los laterales de mi cabeza, que cada vez aumentaba y se extendía más.
Acerqué los nudillos a la puerta y golpeé un par de veces.
—Charlie, ¿por qué tardas tanto?—suspiré—me duelen las piernas.
Abrió la puerta en un abrir y cerrar de ojos y sonrió.
—Bienvenida a este.. pequeño.. ¿palacio?—alzó los hombros y sonrió.
Me mordí el labio y pasé mientras dejaba mis zapatos por el camino. Estaba como la última vez. Bonita y acogedora, tranquila y bastante simple, era tal como su dueño, Charlie. Me di la vuelta y me encontré con su rostro a pocos centímetros del mío.
—Tu reloj—susurró y alzó su mano—te lo olvidaste la última vez.
En esos instantes ni prestaba atención a sus palabras, miraba sus preciosos ojos verdes que de vez en cuando los cerraba. Pero pasó demasiado tiempo y decidí volver a la Tierra.
—Gra, gracias—tartamudeé nerviosa, extendí mi mano y me lo cedió.
Se volvió a dar la vuelta y se agachó para quitarse los zapatos, le eché un vistazo de arriba abajo y sonreí. No pude evitar ponerme colorada y miré rápidamente a otro lado.
—La mochila—susurré al cuello de mi camisa.
Me acerqué a ella y la cogí, corrí la cremallera y me dejó ver lo que había dentro. Abrí los ojos más de lo normal.
—Charlie—me di la vuelta.
Respondió a mis palabras y se acercó a mi lado.
—¿Ocurre algo?
—Bueno, es que..—pensé por unos segundos, a lo mejor no debía hablar—solo hay ropa de verano, y se acerca el invierno
Se llevó las manos a la cabeza y se dio un golpe así mismo en la frente.
—Lo siento, no me he fijado—mostró una triste sonrisa en su rostro.
Alcé los brazos y rodeé su cuello.
—No importa, ya me cogeré ropa tuya—sonreí y me incorporé mientras me acercaba a su armario.
Noté que se había tirado a su cama mientras observaba cada curva de mi cuerpo. Sonreí de tal solo pensar que me estaba mirando.
—Puede que te quede grande—añadió con una carcajada—y a lo mejor no te gusta.
—Bueno, nos apañaremos con lo que hay—abrí una de sus puertas.
Polos, camisetas, sudaderas, infinidades de pantalones y gorros de todo tipo. Me volví y le miré.
—Tienes un montón de ropa—dije, me había quedado perpleja.
—La mayoría son regalos.
—Menudos regalos—extendí la manga de una sudadera y la saqué del armario para verla.
—¿Te gusta esa?—bostezó—esa la compré yo.
Me llevé la prenda a mi cuerpo y le miré sonriendo.
—¿Crees que me quedará bien?—dije mientras intentaba verme de cuerpo entero.
—A ti todo te queda perfecto.
Intenté disimular la sonrisa tonta que brotó al oír esas palabras y me volví a dar la vuelta.
—¿Me la puedo poner?
—Claro—afirmó.
—Mira para otro lado.
Vi que alzó la cabeza y se tapó los ojos con ambas manos.
—Ya no veo nada—dijo mientras se reía.
—¿A no?—alcancé un gorro y se lo lancé.
No veía, pero esquivó perfectamente.
—Tengo muchos reflejos—añadió al ver que lo había esquivado.
—Sí, y también ves detrás de las cosas—reí.
Se quitó las manos de la cara y sonrió.
—Lo siento, soy un chico, tengo curiosidad.
Me puse la sudadera encima de la ropa y vi que me llegaba por encima de las rodillas. Deslicé los pantalones por mis piernas y me quité la camiseta que tenía debajo de la sudadera.
—Lista—extendí mi pelo y alcancé una coleta que tenía en la muñeca para recogérmelo.
—Me—hizo una pausa—tienes que enseñar eso.
Me acerqué a donde él estaba y me senté a su lado. Miró mi vendaje y su cara pasó a ser de preocupación. Yo también estaba preocupada, los puntos aún me dolían y de vez en cuando me tiraban.
—¿Te duele mucho?—dijo mientras se acercaba a mi y me miró la mano.
—No mucho..—mentí, aún me seguía doliendo—y sino seguro que se me pasa.
—¿Segura?
Parecía que sentía lo mismo que yo en estos instantes, parecía que sabía que le estaba mintiendo y que aún me dolía. Me cogió la mano con firmeza, su piel estaba agradablemente cálida. Me estudió con la mirada, una mirada larga y luminosa que reflejaba el resplandor de una noche. Por un instante me perdí en esos ojos que había visto por primera vez en el rostro de un delincuente.
—Segura—asentí a mis palabras y me estiré, bostecé, tenía sueño. Demasiado sueño.—¿Vamos a cenar algo?—Dije para apartar la sensación que tenía en el pecho.
—Yo no tengo hambre, ¿y tú?—siguió agarrándome las manos, cada vez con más delicadeza, jugaba con mis dedos y yo me dejé enredar. Notaba como sus yemas rozaban las mías y él no apartaba la mirada de mis ojos. Aquellos ojos verdes.
—Tampoco, después de todo esto he perdido el apetito.—afirmé.
Sonrió a mi respuesta y dejo mis palabras en el aire.
—Pero si que tengo sueño..—dejé caer mis palabras como un abanico mientras apartaba mis manos de las suyas y me las llevaba a la nuca.—¿Dónde voy a dormir?
—Pues..—miró a ambos lados y incluso se dio la vuelta y observó el baño.—¿Te parece cómoda esta cama?—no sonrió.
Me meneé en ella y boté un par de veces haciéndola crujir por mi propio peso. La observé y vi como una colcha verde la cubría, no era muy llamativa, pero era cómoda.
—Sí, por qué no—apoyé la cabeza en la pared, me seguía doliendo.
—Pues toda tuya—antes de que esas palabras salieran de sus labios, frunció el ceño y se levantó.
—¿Mía?—me sorprendí, pero no por el tema de dormir con él, en esos momentos era lo que más deseaba.
Movió la cabeza y sacó unos cuantos cojines de unos de los armarios. Los tiró a unos pocos metros de su propia cama y alcanzó una manta de lana.
—Esta será mi cama—bajé la mirada y aunque quisiera decir algo, no pude.—No es lo mismo, pero es lo que  hay.
Seguramente querría una respuesta, pero no sabía que decir. No podía permitirle que durmiera ahí. Tirado. Pero fue demasiado tarde, en unos pocos minutos apoyé la cabeza en la almohada, hundiendo mi rostro en ella. Cada mechón paso por mi cara, rozando mis labios. La luz de la luna se filtraba por cada hueco que había entre cada pliegue de la cortina. No podía dormirme. Miré hacia el suelo y apoyé uno de los brazos en la almohada. Charlie era un bulto negro en la oscura habitación. Pero sonreí al oír su voz.
—¿Duermes?—la voz de Charlie era poco más que un susurro, pero en las tinieblas de su habitación sonó como un grito inesperado.
Tenía la sensación de que no volvería a dormir, al tener su presencia las veinticuatro horas. Su extraña y maravillosa presencia.
—No.
—¿Y eso?
Me cubrí con la manta hasta el cuello. Estaba tiritando del frío.
—No sé.
—¿Tienes frío?—dijo mientras se tapaba con la manta.
—No.—mentí. Necesitaba calor.
—Yo sí—me encantaría abrazarle, pero estaba demasiado lejos.—Y dudo que tú no tengas.
Sonreí en la oscuridad, y pude ver también como alumbraba su sonrisa en la noche.
—Vale, ¿no tenéis calefacción?—dije contradiciendo lo que dije anteriormente.
—No, por eso odio los inviernos, los pasamos muy mal.
Aunque hubiera ventisca, granizara, lloviera. Hubiera huracanes, terremotos y un amplio etcétera, esa pequeña habitación era el lugar más seguro que tenía en esos momentos. Mejor que mi casa. Mejor que cualquier sitio.
—A mi me gustan.—Esas tardes frías de invierno me encantaban.—Pero esta será la más rara que pasaré..
—La pasarás conmigo—respondió casi sin pensar, justamente cuando terminé.
—Sí..—no lo dije muy convencida, ni siquiera lo llegué a pensar, porque añoraba a mi madre.
Volvimos a estar en silencio, incluso dudé unos segundos de siguiera despierto ya que no daba ninguna señal de vida. Respiré profundamente incluso gemí de rabia. Tenía frío y me sentía algo vacía. Pero no sabía en que sentido.
—¿Duermes ahí cómodo?—su postura era espectacular, ni si quiera diferenciaba donde tenía la cabeza en la oscuridad.
Me miró a los ojos.
—¿Tú que crees?
Me moví para un lado, dejando espacio para una persona más, pero parecía que él no quería. Que no se daba satisfecho conmigo. Puse mala cara y al final vino.
—Gracias—se sentó y me miró—pero creo que no debería molestarte, debes tener tu espacio.
—Es tu casa, tu habitación, tu cama..—todo era suyo, y me lo había dado, así, por las buenas.—Yo aquí sobro.
Una de las yemas de su dedo hicieron el recorrido de mi rostro, marcando cada rasgo que tenía.
—Buenas noches.—Se acercó a mi frente y me besó en ella.
No me dormí en el mismo momento que él. Fingí que lo hacía para poder verle. Era tan perfecto como me imaginaba. Apenas estaba a unos centímetros de mi, incluso nos rozábamos con las piernas o brazos. Pero yo no quería ese tipo de roces. Yo quería más arriba. En los labios.

4 comentarios:

  1. Qué precioso Lu.
    Me ha gustado mucho. Cada vez me gusta más tu novela,en serio. Describes genial y la música es adjesdkjsikjf. Me ha emocionado y todo el final, jo. Te quierop.
    -Teresa-

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  2. después de lo mal que no pasé con el anterior capítulo, la rabia y angustia que sentí, este ha venido bien. Que tranquilidad me ha transmitido, que hogareño todo, no sé... Me ha dado como calor :)

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  3. AHHHHH me encantooooo ya quiero que haya besooooo ajajaja, bueno síguela cuando puedas, besos

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  4. Hasta yo quiero que haya otro tipo de roce ajajja Me encanto no importa lo que te digan si escribiendo eres de lo mejor ;)

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