lunes, 30 de abril de 2012

~Capítulo diecisiete.

Aquella mirada era la que me hacía dudar de la gente que me rodeaba. Guardaba rencor y a la vez entusiasmo, sus labios estaban elevados formando una leve sonrisa. Sus cejas arqueadas como dos puentes en el que encerraba a sus ojos. Mostraba felicidad, pero si te fijabas bien, quiero decir, en el fondo, no veías eso. Me aproximé con paso ligero mientras silbaba una canción, no recordaba el nombre.
—Rony me ha dicho que preguntabas por mi.—Sonó grave y serio. No debería haber dicho su nombre, ya que no venía del tema. Crucé los brazos y me dispuse delante de su rostro.—¿Quieres algo?
—¿Tú no me buscabas?—Pasó su lengua por el filo de sus dientes, estaba dispuesta a provocarme. Ladeó la cabeza y llevó el cigarrillo a sus labios.—El caso, quiero ver a Alice.—Rió, y echó el humo formando pequeñas hondas en el aire.—Sé que está contigo.
No me inmuté. No moví ningún musculo de la cara y seguí estando serio. No sabía si decirle que estaba conmigo. Pero no me daba buena impresión. Era su amiga recordé en ese instante. Pero Alice nunca me habló de ella, nunca me la mencionó.
—Alice está desaparecida.—Me llevé las manos a la espalda, mostrando un buen porte. Decidí mentirle. No era muy propio de mi, pero en el fondo, en lo más fondo de mi, estaba cambiando.—Supongo que lo habrás leído en los periódicos.—Decidí responder, ya que había pasado más de dos minutos sin que mi garganta diese ningún sonido y que todos mis pensamientos rondaran por mi mente.
—Mientes.—Rió satisfecha a mi respuesta.—No sabes mentir Charlie, no sabes mentir.—Volvió a reírse y dio otra calada a su cigarrillo que al final decidió tirar y apagar con la suela de su zapatilla. Odiaba el humo, notaba como lo filtraba y no podía evitar toser.
—¿Qué crees?—Pregunté. No sabía que pensar, ¿tan mal mentía? Tendría que entrenarme.—Cada vez soy más estúpido.—Dije al cuello de mi camisa. Por suerte Renee no tenía tan buen oído como Josh y no apreció mis palabras.
—Que está contigo.—Me recorrió con la mirada desde los pies hasta los ojos y soltó un leve bufido que al cabo de unos segundos se convirtió en un extenso y cargado silencio.
—Yo también querría que estuviera conmigo..—sollocé. Mi leve actuación pareció no dar factura y que mi rostro, cansado y triste pareciera que fuera por ese asunto.
—¿Entonces no está contigo?—Bingo. Quería cantar victoria, pero aún era demasiado pronto. Debía esperar a que se fuera.
—No, no está.—Afirmé a su respuesta. Respiré, estás situaciones me agobiaban. La pregunta sería que le diría a Alice. No sabía si contarle que conocí a su amiga Renee en el pasillo del hospital y que se esfumó con su propio humo. Y que ahora, apenas unos minutos, estuvo preguntando por ella.
—¿Y tienes idea de dónde está?—Pareció preocuparse, y noté cierta tristeza. No sabía si estaba fingiendo como yo, o en realidad también estaba preocupada.
—La habrán secuestrado.—Secuestrar, ese verbo pasó por mi mente varias veces. Y la imagen que pasó por mi cabeza fue la cárcel, reformatorios, campos militares. Yo decidí por ella, decidí que vendría aquí con nosotros y que no debería decírselo a nadie. Huir de su familia, de sus amigos, de todo. Y todo porque lo decidí yo, por simple egoísmo para que estuviera a mi lado. No lo entendía, nunca me lo había planteado de esta forma, ¿y si ella no quería? ¿Y si no quisiera que no me involucrara en el asunto?
—Daremos con ella, lo sé.—Puso la mano en uno de mis brazos. Regalándome una triste sonrisa. No supe que decir, tampoco que hacer. La compasión pudo conmigo y antes de que diera los pasos suficientes para alejarme empecé hablar.
—Alice está aquí, conmigo.—Cualquier gilipollez podría haber salido de mis labios, cualquiera, pero no fue así. Empecé a temblar debido al agobio que se me acumuló en la garganta. Un nudo se me hizo en ella y no dije nada más.
Su reacción, su propia reacción hizo que fuera a mi primera conclusión. No debía confiar en gente como ella, no debía. Mi victoriosa actuación no sirvió de nada y la eché a perder. Cada curva de su rostro mostraba alegría, como si hubiera conseguido lo que quería. Metió la mano en uno de los bolsillos de la chaqueta vaquera que llevaba y dejó a la luz una pequeña grabadora de voz, en este caso mi perdición.
—Listo.—Dio al stop y sonrió.—Gracias por decirme lo que quería oír..—volvió a guardarla y me miró fijamente a sus ojos, su inquietante mirada invadió el silencio.—O en este caso la verdad.
Me llevé las manos al cuello y suspiré. Guardé mis deseos de desahogarme para otra ocasión. La policía me la tenía guardada. Afirmaron que si cometía otro delito me llevarían al reformatorio o a los campos militares. Fruncí el ceño e intenté sonreír. Ni pensando en Alice se me calmaba el cuerpo.
—Que quieres.—Todo el mundo querría negociar, y dudaba que me equivocara con ella.—¿Dinero? ¿Ropa? ¿Cita para la peluquería?—La última pregunta sobró, pero dio cierto tono gracioso al asunto y ella se cabreó.
—No, no necesito eso.—No se me ocurría otra cosa que darle, ya que no tenía absolutamente nada. Vivía con cuarenta hombres más. Mi casa no sobrepasaban los veinte metros cuadrados y el dinero no me abundaba. No tenía dinero, ni joyas, ni cualquier cosa que quisiera una chica. Si fuera un hombre, habría llamado a Josh, actuaría como un cobarde y pediría su ayuda. Pero se trataba de una mujer. Especificando una amiga de Alice.—Te quiero a ti.
No entendí esa respuesta y hice que la volviera a decir. No sé si me estaba quedando sordo o si lo habría interpretado mal, entonces, para asegurarme quise que la repitiera.
—A ti, a ti Charlie Blair.—Suspiró cansada y se frotó uno de los codos. Cruzó el lado de su bufanda por su cuello cubriéndola parte de la cara.
—Estás equivocada.—Su respuesta me dejó estupefacto, sin saber que decir, y apenas asimilé todas las palabras por miedo.—No me conoces de nada.—Froté una de mis manos en la barbilla. Una gran nube nos cubría las cabezas y algo de frío recorría las calles. Y yo en un polo de manga corta. Ralph. Podría estar con una sudadera y estaba en manga corta.
—Pero Alice sí.—Elevé los hombros, sin aún saber a que se refería.—Es una larga historia, una larga y extensa historia..—debía irme, coger la grabadora e irme, pero tenía algo de miedo. Era imbécil, tenía miedo de una chica.—Sé que Alice sufrirá si te pierde, ¿y que mejor que con su mejor amiga?—Sonrió maliciosa. El aire me estaba llegando a los huesos, y sus palabras me helaron el corazón.—Ella pensará que eres tú y yo solo fui una víctima.
—Pero eso no es así.—Repliqué, no me lo creía, me estaba arrastrando a esa mujer. Me acerqué a ella y apenas hubo dos palmos entre nuestros rostros.—Se lo diré.
—Ah, no.—Volvió alzar la grabadora y puso justamente las palabras que me delatan del crimen. En el fondo no era un crimen, pero ella quería que lo pereciese y lo estaba consiguiendo. Podría haberme tragado la lengua, que me diera un golpe en el camino o directamente estar con Alice, disfrutando de sus labios.
—Eres...—no seguí, poso uno de sus dedos en mis labios.
—Soy muy lista.—intentó terminar mi frase, la mejoró más bien. De mi boca en estos momentos saldría de todo menos cumplidos.—Mañana.
—Mañana—repetí sus palabras, como si fuera un loro, me estaba manejando como un títere.
—Te quiero aquí a las seis de la tarde, ¿de acuerdo?—No me quería arrastrar, tampoco quería estar con esa chica, no quería nada de esto.
La miré con desprecio y me di la vuelta mostrándola la espalda. Caminé sin ganas, decaído y poco convincente de mis pasos, de mis decisiones, de mis actos. Mañana, a las seis de la tarde estaría ahí. Cumpliendo las órdenes como un soldado. Sonreí chistoso. Me estaba preparando para el ejército. A medida de mis pasos varios copos de nieve decoraban las calles de mi barrio, cada rincón mostraba un tono y apacible blanco. Volví la vista para atrás, y como de costumbre, ya no estaba. Ahora tenía dos opciones, confesar lo ocurrido o callarme como un buen negociador.
Detrás de una botella..
Beber agua en estos momentos era lo que mejor que me podía meter en el cuerpo.No más alcohol— mascullé. Josh se había ido con Andy y aquel chico del baño me acompañaba en el cuarto de Charlie. No sabía sus intenciones, pero tenía tanta bebida y cosas en la cabeza que ni me las planteé.
—¿Ralph verdad?—Sabía que se llamaba así, pero el silencio que había entre nosotros dos era muy incómodo. Y la verdad, seguramente soltaría alguna estupidez en breves.
—Sí, me llamo Ralph.—afirmó con una sonrisa. Intenté diferenciar el color de sus ojos, pero veía tan borroso que por mucho que forzara la vista no vería nada.—Me suenas, te he debido ver antes.
Si me paraba a pensar también aparecía en algunos de mis recuerdos. No sabía su por qué, ya que nunca había conocido gente de aquí.
—Tú también a mi.—Volví a la Tierra, ya que constantemente me metía en mis pensamientos.
—Creo que ibas a mi instituto.—Se frotó el pelo y al segundo se miró en el reflejo de la ventana para arreglárselo. Me hizo gracia y sonreí, luego asimilé su respuesta y vi que era verdad.
—¡Es verdad!—Exclamé algo entusiasmada y como una niña pequeña. Efectos del alcohol.
—Vas a mi clase de Química.
—Y a la de Biología.—Visualicé otra vez mis recuerdos y que siempre me sonreía en las aulas. Pero estaba tan ocupada en Renee que apenas pude conocerle.—Siempre me sonreías.
—Ahora no te reconocía porque estás más delgada.—No respondió a mis palabras y metió otro tema inmediatamente. Mi extraño sentido dio con una conclusión, pero no la quise dar muchas vueltas y la descarté.—Eres muy lista.
—Habló el que siempre suspende, te tenía como favorito el profesor.
—Tengo mis encantos.—Frotó su barbilla y sonrió. Recordaba que era más pequeño que yo, un año recuerdo que mencionó un día el profesor.
—¿Cumpliste dieciséis verdad?
Afirmó a mis palabras con un leve movimiento de cabeza y chasqueó los dientes. Una taza de café la esperaba en una de las esquinas de la habitación. Humeante, desprendía un olor agradable y apetitoso.
—¿Tan enchufado estás?—Pregunté chistosa.
—Superdotado.—Respondió a mis palabras con algo de amargura. Por unos segundos noté que no estaba en la Tierra, sino en sus recuerdos, no serían muy agradables pude notar.
—Pues me tendrás que dar clases.—Aparté el tema y lo cubrí con un tupido velo. Ya tenía suficiente y no le obligaría a que me contase todas sus penas.—No voy a volver al instituto.—afirmé alegre, la verdad, como a cualquier persona, no me agradaba mi estancia allí.
—¿Por?—Preguntó sorprendido. Él no sabía nada del periódico, ni mi supuesta desaparición. Estaba en el cuarto de Josh, y si apenas tenía fuerzas para hablar, menos tendría para levantarme.—¿Tanto lo odias?—calmó el silencio y le sonreí dulce y sincera.
—Estoy desaparecida.—Hice una pausa y antes de que diera un trago al vaso de café, me lo llevé a la comisura de los labios. Saboreando su dulce y cálido sabor.—Está rico.—Sonreí y le dejé con la boca abierta, pero sonrió.—¿Me darás clases entonces?
—Si me devuelves mi café puede.—Volví a saborear su sabor por unos segundos y me calenté las manos con el vaso. Lo posé en ambas manos del muchacho y sonreí.
—Todo tuyo, ¿pero me darás?
—Claro, igualmente te las habría dado.—Tragó y sonrió.—Es verdad que está rico.
—Delicioso.—Le rectifiqué. Esa situación era cómoda y me aportaba tranquilidad, aunque mi cabeza estuviera dando tumbos y no la encontrara encima de mis hombros. 
—¿A que el de química es muy retorcido? Siempre hace complicados los exámenes.—Añadí feliz. 
—La de lengua está muy buena.
—Pero si es feísima, y una anciana.—Arrugué el morro.—Te van las maduras, ¿o qué?
—La tuya será, porque la mía no.—Resopló y hizo que pensaba en ella mientras se ponía colorado. No sabía si sería por la profesora o por mi. Pero notaba cierta química y eso que no entendía mucho del tema. Empecé a reírme sin razón o con ella, no lo sabía. El caso es que me estaba riendo y por fin notaba que los malos momentos pueden desaparecer.
Un pequeño silbido del viento gobernó la habitación. Había entrado por la puerta, la corriente llevaba en si a Charlie. Parecía enfadado, pero no lo pude apreciar con detalle, ya que tenía lágrimas en los ojos al reírme tanto con Ralph. Luego, predominó el silencio.

sábado, 28 de abril de 2012

~Capítulo dieciséis.

Me humedecí la yema de los dedos para poder pasar la página del periódico. Miraba con detalle cada palabra que había en aquella noticia, cada coma y cada punto. También fingía estar preocupada, porque sinceramente no me importaba. Josh me miraba con curiosidad y se reía de vez en cuando.
—¿Qué ocurre?—le dije mientras lanzaba el periódico a sus pies, con el fin de que también lo leyera. Arrugué la frente y soplé a mis manos. Tenía frío.—¿Por qué te ríes?
—No lo sé—añadió con una sonrisa.—¿Hablaste con Charlie?
—Charlie..—Me llevé la mano a la frente y reí chistosa. Sentir sus cálidos labios en los míos hacía que no tuviera los pies en la Tierra.—No sé a que te refieres.
—Si lo sabes.—Me respondió con un marguen de tiempo.
Me llevé a la comisura de los labios la boquilla de una botella. Bebí y sonreí, dejándolo en suspense la situación. Quería que algo de alcohol se me subiera a la cabeza y asimilara lo que había pasado con él, no me había mirado desde entonces y tenía la sensación de que no debería a ver pasado.
Detrás de esos ojos verdes..
Su aroma permanecía aún en mi ropa. En mis labios, eso, o era fruto de mi imaginación. Me daba igual, todo me daba igual. Abrí el armario y me miré en un pequeño espejo. Me peiné con las manos y sonreí inconscientemente.
—¿Qué estaba haciendo?—Nunca me había comportado así, nunca había sentido algo por alguien. Empecé a sacar ropa sin control, tirando las cosas al suelo.—¿Dónde está la sudadera azul?—seguí buscando pero seguía sin aparecer. Un nombre pasó por mi mente, Ralph. Salí de la habitación y golpeé con los nudillos la puerta de su habitación.
—Ralph, ¿estás ahí?—grité y golpeé más fuerte el marco de la puerta.
Después de estar esperando tres minutos decidió abrirme, no quise preguntar que estaba haciendo, era un crío que acaba de cumplir dieciséis años y aún no sabía de la vida. No recordaba porque le trajeron aquí,  la noche era muy oscura y lo único que se oían eran sus llantos a la madrugada. Solo tenía siete años.
—Pasa Charlie.—Entré a su habitación y me senté en una de sus sillas.
—Mi sudadera azul, te la dejé, ¿dónde está?—Me llevé las manos al cuello y le sonreí.
—Creo que...—dejó de hablar y empezó a buscar debajo de su cama—. Estaba aquí, ahora..—se frotó el pelo—.No sé donde está.
—¿Ahí? ¿Con las pelusas?—Pensaba ponerme esa sudadera para ver a Alice. Tenía ganas de abrazarla. Pero alguna preguntaba pasaba por mi mente. Solo fueron dos simples besos, o tres. Puede que fueran cuatro. No fue nada más.—Tienes que dármela, la necesito.—Recordaba como Josh entraba en la oscuridad y nos llamaba. Nos alejamos antes de que nos pudiera ver y en el resto del camino no nos miramos. No sé si fue por vergüenza o por ver que lo que ocurrió fue un error. No lo sabía.
—Creo que la vendí.—Volví a la Tierra y le miré. 
—Tienes que estar de broma Ralph.—Aquel chico con ojos negros me miró sonriendo y encogiendo los hombros, supuse que para él eso sería una disculpa.—Si la vendiste...dame el dinero que te dieron por ella.
—Dinero...—se calló y me miró confuso.—Me lo he gastado.
—¿En qué?—Alcé las manos y me planté delante suya. Podría ponerme otra cosa, pero estaba empeñado en ponerme esa prenda. Respiré hondo y esperé a que me respondiera.
—Gomina.—Sonrió victorioso.
No pude evitar reírme. Puede que por dentro estuviera enfadado con él, pero sabía que era así. No podía hacer nada. Me acerqué a su armario y lo abrí. Estaba cubierto de gorras y alguna que otra foto con los chicos de la casa.
—¿Me vas a coger algo?—Se acercó y miró con atención lo que estaba haciendo.
—Hombre, no sé que ponerme.—Volví la vista hacia el armario y saqué un polo negro. Lo miré y vi que aunque fuera solo un chaval, tenía muy buen gusto.—¿Me dejarías este?—Cerré la puerta del armario antes de que afirmara a mi pregunta y le sonreí con armas de venganza. Me dispuse a irme, pero la pregunta que salió de su garganta me hizo quedarme.
—¿Quién es esa tal Alice?—No quise contestar, ni siquiera me apetecía hablar de ese tema. Pero era Alice, era mi Alice. Le miré y vi que estaba cabizbajo con las manos en los bolsillos.
—Una amiga.—Respondí al fin. Mintiendo supongo, porque.. ¿no solo era una amiga verdad? Me intenté tragar las palabras y seguí con la frase.—Supongo, ¿por? 
Me volvió a mirar a los ojos y se rió escandalosamente, no lo entendí y fruncí el ceño.
—Sí, hoy me ha abrazado.—Puñales, fueron como puñales en la espalda lo que sentí. Alice no era extremadamente cariñosa con la gente que conoce en un día. En el ejemplo estaba yo.—Pero..
—¿Pero qué?—Sobresalté más de lo esperado. A lo que hizo que se sorprendiera de mi reacción.
—Pensaba que eras tú.—Ladeó la cabeza a un lado y me miró con culpabilidad.—Para ser una amiga te abraza con mucha ternura.—No respondí a sus palabras y esperé a que siguiera con la frase.—¿Tú crees que tendría algo conmigo?—Reí chistoso en mi mente y le di un golpe en la espalda.
—Sueñas mucho Ralph, ¡sueñas mucho!—Cerré la puerta y la mayoría de las palabras se quedaron en su habitación. Mientras me dirigía a la mía pasé por la de Josh, donde estaban él y Alice bebiendo, no precisamente agua. Josh por muy caballero que fuera siempre le gustaba beber, ya que decía que así se acabarían las penas antes. Yo nunca fui un aficionado, pero si quería gustar a Alice.. tendría que planteármelo.
—¡Charlie!—exclamaron en una de las habitaciones. Una camisa de cuadros roja se asomaba por el arco de la puerta. Era Andy.—¿A dónde vas?
—A Cambiarme.—No quería entretenerme ya que me quería unir a la fiesta que estaban montando los otros dos.—¿y tú?—La pregunté para ser amable, siempre había apreciado mucho a Andy, aunque tuviéramos nuestros baches en años anteriores.
—Bien, aquí.—respondió más seca que la paja. Me preocupé. Miré la camiseta y luego miré la habitación donde estaba Alice. Tendría tiempo para hablar con ella, cambiarme e ir. Dejé caer la camiseta en mi hombro y fui hasta su habitación.
—Que ocurre.No me enrollé mucho, fui directo, me senté en su cama y me dejé caer como un peso muerto.
—Es Josh, está raro conmigo.—Su miraba la delataba, demasiados años a su lado. Antes de plantearme en llevar a Alice aquí pensé en Andy. Creí que se llevarían bien, pero, aún no habían tenido mucho tiempo para conocerse, ya que pasaba la mayor parte con Josh. Me estremeció en pensar en ella y volví a mirarla.
—Es Alice, ¿verdad?—No me respondió, pero ese silencio sirvió de afirmación.—Alice no está interesado por Josh.—Dije no muy seguro—.No te preocupes, Josh lleva enamorado de ti años.—No debería haber dicho eso, pero sino se lo decía yo, se acabaría tarde o temprano.
—Vale, gracias.—Abrió la puerta y me quiso echar con la mirada. No lo entendí y por no darle muchas vueltas me levanté. Quise darla un abrazo antes de irme, cual rechazó con mucho descaro.
—¿Te ocurre algo?—Respiré, no me quería ir.
—No, ya lo hablaremos otro día mejor.—su pelo se deslizó por su cara y me sonrió forzudamente.
—Yo quiero ahora.—No era consciente de lo que decía.—Venga Andy.
Cerró de un portazo y vi como ya empezaban a desvariar, oía la voz de Alice a gritos. Y Josh cantando alguna que otra canción en noruego. Caminé con un ritmo acelerado y entré en la habitación. 
Estaba como una pocilga, debería recogerla antes de que alguien la viera, ya que me conocían como el ordenado. Me quité la chaqueta de rayas y la camiseta de manga corta que llevaba y me puse el polo negro. Me miré de arriba a abajo y puse varias caras para verme en el reflejo del espejo. Era imbécil, fue a la conclusión que llegué al ver que estaba haciendo.
—Listo—cerré la puerta y cogí las llaves antes para poder luego entrar.
Me miré la mano y vi que tenía algo escrito, << Díselo >> que la dijera que la quería. Que no veía un futuro sin ella, y si lo veía sería demasiado nublado.—Demasiadas cursiladas—dije en voz alta mientras caminaba. Recorría cada letra con uno de mis dedos intentando recordar cuando lo escribí. Pero nada, mi memoria no se estiraba.
Me asomé y vi como Josh brindaba en el aire. Decía palabras pero apenas se le entendía. Mi mirada fue hacia Alice, tenía escondida su cabeza entre las piernas mientras se reía.
—Menuda fiesta os estáis montando.—Sonreí y me senté en uno de los cojines que había por el suelo. Alcancé con las manos una de las botellas y la miré antes de llevármelo a la boca.—Cerveza.—Había probado cosas peores, me llamaban fino ya que prefería el vino antes que la cerveza.
—Alice no bebe mucho ¿verdad?—Me dijo Josh, o eso distinguí, porque entre palabra y palabra había alguna que otra carcajada y ruidos extraños.
—No, no bebe, si le pasa algo será por tu culpa.—No lo dije con humor, aunque él se lo tomó así—. Debes saber que no está para fiestas.
—¿Y está para llorar en un rincón Charlie?—Se llevó la botella a los labios y dio un trago.
—No me gusta que beba.—Negué con la cabeza. Josh no era muy agradable cuando bebía y más cuando estabas en contra de sus decisiones.—Yo tengo que decidir por ella, no tú, ¿vale?
—¿Y si decide ella que tal?—Empezó a toser, se le habría ido la bebida por otro sitio.
—Charlie tiene razón.—Volví su mirada a ella, la tenía perdida en mis pensamientos. Me sonrió.—No debo beber, Josh, ¿me puedes traer un vaso de agua por favor?—Dejó la botella en el suelo y echó la cabeza para atrás, tendría la sensación de pesadez en los ojos.
Era la excusa perfecta para quedarse asolas conmigo o eso pensé. Me ilusioné y vi como Josh se iba tambaleando por el pasillo. Cerré y me puse nervioso. Notaba como cada latido se adelantaba y mi ritmo cardíaco cambiaba. 
—¿Qué tal estás?—Fue la primera cosa que salió de sus preciosos y rojos labios. Estaba pálida, pero sería normal.
—Bi, bien.—Tartamudeé. Su pelo se deslizaba por su espalda y algún mechón cruzaba su cara. No estaba precisamente preciosa para la vista de los demás, pero para mi siempre estaba perfecta.—¿Y tú?
—Bueno.—Bufó y se llevó una de sus manos a la nuca.—Siento que me va a explotar la cabeza.—Rió y se acercó a mi.
—No vuelvas a beber tanto con Josh, que a él se le va la mano con la botella aveces.—Tampoco bebía mucho, no era rutinario, pero no podía decir que había noches que le oía más a él cantando a causa del alcohol que a mis pensamientos. 
—Vale, me tienes que controlar.—Rió y dejó caer su cabeza en mi hombro, rodeándome con uno de sus brazos. Puse la mía en la suya y vi como recorría cada centímetro de mi brazo con uno de sus dedos. Se levantó y antes de decirle nada me cogió los mofletes con las manos.
—¿Estoy muy fea verdad?—Soltó así, sin más, no me lo esperaba.
—No, no estás fea.—Acompañé con una sonrisa y la miré con dulzura.
—¿Y por qué no me besas?
No quise responder, dejé caer mis labios en los suyos convirtiéndolos en uno. Sabía a alcohol pero no importaba. Notaba como rodeaba mi espalda con sus manos y yo deslizaba las mías por su nuca. Pero alguien entró en la habitación.
—Charlie, preguntan por ti.
Ignoré ese comentario, pero ella no. 
—Ves.—Me susurró en mi oído.
—Pero..—Me interrumpió mientras me proporcionaba otro dulce beso en los labios. Me levanté y maldije a  la persona que me estaba reclamando. No sabía quién era, pero fuera quién fuera me había estropeado un momento con ella.
Me quedé tan sorprendido como ella al ver mi rostro. Recordaba solo a verla visto una vez. No sabía que hacía ahí, ni que quería, no sabía como había descubierto donde vivía. No sabía absolutamente nada. Pero aquella chica, esa tal Renee había venido para algo.

martes, 24 de abril de 2012

~Capítulo quince.

Encuadraba ambas sonrisas en el objetivo de mi cámara. No quería hacer la foto, pero no me quedaba otra. Tenía que aparentar que era feliz e ignorar ese desgarre que sentía en el pecho cada vez que les veía juntos. Sus miradas permanecerían vacías en la foto, pero ambos sabían su significado. Capté ese momento en la pantalla de mi cámara y realcé en mi rostro una sonrisa bastante forzada. Quería vivir engañada.
En el otro lado del objetivo..
Su mirada se mantenía en suspense como las palabras que me dijo en la habitación. Primero empezó a tartamudear mientras mantenía su preciosa sonrisa en el rostro. Luego bajó la mirada y antes de volver a cerrar la puerta, me dijo que me fuera vistiendo, que me enseñaría su ciudad. Me quedé con la sensación de tener un vacío entre pulmón y pulmón que lo pude disimular con una sonrisa. Y ahora, estaba más raro que antes.
—Ya está hecha.—Miré su sonrisa, se le formaron dos hoyuelos en ambas mejillas.—Salís muy guapos la verdad—. Parecía que lo decía con cierto sarcasmo, e intenté no sacar ese pensamiento a la luz.
Charlie sonrió a su respuesta y evitó mi mirada, ya que la tenía clavada en sus ojos. Estaba perdido en sus pensamientos, y yo intenté poner en orden mis ideas.
—Charlie.—no me miró nada más llamarle—. ¿Estás ahí?—agarré su brazo con los dedos de mi mano derecha y rocé los pliegues de su chaqueta.—¿me estás haciendo caso?
Su mirada fue hacia mis labios.
—Sí, si lo siento.—me volvió a mirar a los ojos. Resoplé, no entendía nada. Acto seguido estornudé.—Parece que no estás—declaré con pocas palabras lo que pensaba. Mantuve su mirada unos minutos y continué con la frase.—¿Te ocurre algo conmigo?
Negó a mis palabras como un niño pequeño y miré a Josh, fue como un bote salvavidas.
—Luego hablamos—le solté mientras dejé de mirar es verde. Ese extraño y precioso verde.
Me dirigí a ese chico, que por poco que le conociera, ya sabía mucho más de mi que mi familia. Me paré a pensar unos instantes. Yo ya no tenía familia. 
Me sonrió al ver que me aproximaba a su lado.
—¿Puedo?—señalé el bordillo donde me podía sentar con él.
—Claro—sonrió y me dejó un hueco para sentarme.
No supe que conversación establecer entre nosotros, principalmente porque observaba con el rabillo del ojo la conversación y las sonrisas que estaban compartiendo Andy y Charlie.
—Se nota demasiado—murmuró en el silencio que había formado.
Me di la vuelta y apenas sonreí, para que fingir si Josh ya me había descubierto. Le volví a mirar para que siguiera con su frase, ya que yo apenas tenía palabras.
—Supuse que no te lo diría—sonrió, yo también—. Se acobarda.
No le vi el sentido a sus palabras y asentí aunque no las entendiera.
—¿Sabes que le pasa? Me tiene preocupada.—decidí por fin hablar.
—Esta mañana estaba muy bien.—Me dijo extrañado, parecía que no sabía la razón de su comportamiento.
—Hasta que me ha visto.
Planteé mi hipótesis en alto y no me gustó mucho a la conclusión que había llegado.
—No pienses eso—colocó las manos en sus rodillas y se frotó los nudillos; tendría frío—. No quiere ser pesado..—por mucho que me dijera, no estaba muy convencida de sus palabras. 
—¿No quiere ser tan pesado que llega a ignorarme?—no le veía el sentido, aunque le diera mil vueltas—. No lo entiendo.
Decidió no responderme, supongo que no querría meter la pata entonces no me molestó. Volvió a predominar el silencio en nuestra conversación. Me fijé en la gente que nos rodeaba, estábamos en el puerto. En la foto que nos había hecho Andy se veía el mar. Preciosa la foto. No el momento. 
La olas del mar chocaba con las rocas de un pequeño desprendimiento que hubo anteriormente. Miré hacia el cielo, varios aviones del ejercito volaban en él, por encima de nuestras cabezas, la guerra estaba empezando pude oír en las noticias. 
Recorrí el cielo y la mirada fue hacia un chico, ni Josh ni Charlie. Observé que era lo que sostenía en las manos. El periódico del día pude apreciar. En portada aparecía una imagen. Diferencié el rostro ya que era el mío. 
Lo que me hizo recordar a ese chico era su pelo engominado y su amplia sonrisa.
—Wi, ¿William?—murmuré. Josh pudo percibir mis palabras y me volvió a mirar.
—¿Le conoces?—Se dio la vuelta por curiosidad.
—Mi padre me quería emparejar con él.—Solté apenas sin hacer pausas entre palabra y palabra.
—¿Con ese?—frunció el ceño y rió—Menudo pretendiente escogió tu padre.
Él no era lo que más me preocupaba, sino aquello que ponía en el periódico, no sabía el por qué de una foto mía en la portada. Forcé la vista y achiné los ojos. Mi vista cansada pudo distinguir solo las letras más grandes: <<Desaparecida>>. Los pelos de la nuca se me erizaron al segundo de asimilar lo que estaba viendo. Luego empecé a temblar y busqué con la mirada a Charlie, aunque él ya me había encontrado, pero no era el único, William también me había reconocido.
—Me está mirando—dije apenas en un suspiro.
Me puse la capucha de la sudadera que llevaba y recé que fueran más que imaginaciones mías. Pero así no fue ya que tuvo el orgullo de levantarse. Josh le miró con cierto desprecio a lo que él ni se inmutó.
—¿Alice?—oí e ignoré. O eso quise hacer, pero se puso enfrente mía.
—Ho, hola.—Tartamudeé indecisa, no sabía que hacer.
—¿Qué haces aquí?—parecía preocupado, me miraba extraño, supuse que no sabía nada de lo que había pasado y le pilló de sorpresa mi desaparición.—En los periódicos dicen..
—Tomando el sol.—Le interrumpí y le sonreí.
—Alice.. está nublado.—Miré al cielo y mascullé, mierda.—Estoy sorprendido.
—¿Por qué?—exclamé, Charlie se estaba acercando a nosotros, no muy contento pude ver.
—Tu padre me llamó y me dijo que desapareciste.
—Pues ya lo ves.—Hice la gracia y reí, no sabía nada del hospital.—Estoy aquí.—tensé la frente y sonreí de nuevo.
—Bueno pues.. ya se lo diré, estaba preocupado.
Me esperaba cualquier cosa de ese ser menos eso. Su vida no era como la de los demás. Utilizaba a las personas y manipulaba las cosas a su alcancé. 
—Ya.. preocupar..—mascullé entre dientes. Volví a repasar la frase anterior, pero no me dio tiempo, Charlie ya estaba mirando con desprecio a William.
—Soy William encantado—alzó su mano a Charlie, cual él contesto sonriendo.
—Yo Char, Charlie.—tartamudeó, intentado parecer superior, pero Charlie era tan dulce que no sabía.—Alice, ¿quién es este?—me soltó con un cierto tono.
William pareció ofenderse y le volvió a hablar.
—Su futura pareja.—Tiró el periódico al suelo.—Por si te queda más claro.
Lo recogí con los pies y recé de que Charlie no dijese nada, pero por muchos rezos o ave marías que rezara fue inútil.
—¿Enserio?—alzó los hombros y puso las manos en ambos costados.—¿Enserio Alice?—me volvió a mirar.—¿Te has cogido a este chico? ¿A este pijo?—rió sarcásticamente.—Pensaba que era diferente.
—¿Pijo? Mejor que gente de la calle..—no debió decir eso William, pero tenía tanto orgullo como él.—Bueno, de la calle y con mal gusto, si te refieres a ti.
Me llevé las manos a la cabeza. Todo esto por el periódico. Josh se levantó y se puso al lado de Charlie.
—¿Gente de la calle?—Saltó, le había hecho daño.
—Sí, de la calle, ni sabréis pensar.—Era imbécil, cada vez que escuchaba sus palabras veía con el hombre que mi padre me quería juntar, un cabrón como él.
—Por lo menos sé defenderme.
Rió chistoso de su contestación y le miré con cierto desprecio.
—Vamos Alice.—Agarró mi brazo y de inmediato le solté.
—¿Qué haces?—me alejé de él y me puse al lado de Josh, Charlie había desaparecido. Miré atrás. Tampoco estaba con Andy.
—Nos vamos a casa.—gritó.
—Esa no es mi casa.
—Pues con tú familia—intentó atrapar mi mano, pero la esquivé.
—Esta es mi familia.
—Pero tú eres mía, tú padre me lo dijo.—Me cogió de la cintura y pegó mi cuerpo al suyo.
Me separé con el mínimo roce.
—Yo no tengo padre.—solté, no me hacía daño decirlo, y menos gritarlo, que fue lo que empecé hacer al ver sus acciones.—Vete.
—¿Qué?—elevó sus manos provocando.
—Que te vayas.—respiré, rabia recorría por mi sangre. Todo el odio que estaba descargando con ese chico no era la mayor parte por él, sino por mi padre. Me miró a los ojos con desespero a lo que yo respondí con asco. Caminé y me fui de ese sitio, cediéndole William a Josh. —no le hagas nada—mascullé a su oído antes de irme. Respondió con una sonrisa y me dio su palabra.
Caminé entre restaurantes del puerto, con el final de encontrar a Charlie. Me metí por varios callejones sin salida. Caminaba sin miedo. Si antes estaba raro conmigo no quise imaginarme como estaría ahora.
—Siempre tengo problemas..—me dije a mi misma en voz alta.
Unos segundos. Fueron esos en los que divisé la ropa de Charlie. Corrí hacia ese callejón de ladrillos y me introduje en la oscuridad.
—¿Charlie?—pregunté mientras extendía las manos para no chocarme con nada. 
Me dolía la cabeza y no pude forzar la vista, ni siquiera pude diferenciarlo.
—¿Charlie?—volví a repetir, pero seguí sin obtener respuesta.
Me froté las manos, la falta de luz hacía que el frío aumentara y helaran mis huesos. Me di la vuelta, seguramente se habría ido al oír mi voz. No querría hablar conmigo.
—Te quiero..—debería haberle dicho.
Mientras caminaba me choqué con alguien. Pero la oscuridad aún era demasiado intensa.
—No me esperaba esto.—Diferencié su voz perfectamente, y sonreí.—Creí que eras diferente.
—Y lo soy..—intenté agarrarle las manos pero esquivó mis caricias—. Quiero decir, ese chico no sabe nada.
—Sabe como te llamas, conoce a tu padre seguramente.—me replicó serio.
—Pero no me conoce a mi.—su voz era cansada y decaída.
 Lamentaba cada segundo de lo ocurrido. Con tal solo dieciséis años mi vida había sido de una novela. Agarré sus manos y las dirigí hacia mi cintura, dejándolas caer. Un cosquilleo recorrió mi estómago y por un momento noté que se me paraba el corazón al tenerle tan cerca de nuevo. Después de esto le daba por perdido. 
En el otro lado de la oscuridad..
Sentir el roce de mis manos en su cintura era la mejor sensación que había sentido hasta ahora. En estos momentos no había móviles, tampoco gente. Ningún ser podía quitarme esa oportunidad que había esperado desde el momento en el que la conocí. 
—Te quiero.—Pude apreciar ese murmullo que salieron de sus labios.
Mi corazón latía tan fuerte que me daba la sensación de que Alice podía escucharlo. Me di cuenta de que era el momento perfecto. Y entonces la besé. Mis labios rozaron los suyos en una caricia suave, controlada. No pude analizar la situación, preguntarme como reaccionaría Alice y qué pensaría de mi, maravillarme ante el temblor que me había tensado la piel, conté los segundos que pasaban desde que nuestros labios se tocaron hasta que ella abrió los ojos.
—Yo también te quiero.—murmuré en su oído.
Volvió a posar sus labios en los míos, pero esta vez el beso fue distinto, muy distinto. Fue un beso que valía por toda mi vida. Sus dedos se enredaron en mi pelo y luego se anudaron en mi nuca. Por primera vez en mi vida, mi mente no se separó de mis sentimientos y no hubo más mundo. Solo estaba ella.

sábado, 21 de abril de 2012

~Capítulo catorce.

Un tramo de luz iluminaba una parte de la habitación. Miré el suelo y solo encontré las sábanas y almohadas que había utilizado Charlie para dormir. Corrí la sábana que cubría mi cuerpo y puse los pies en el suelo. Bostecé. Era muy pronto, al rededor de las seis y media de la mañana pude distinguir en el reloj. La luz que me había despertado venía del cuarto de baño. El ruido que producía el agua al correr por el lavabo llevaba a mi imaginación a Charlie bajo el agua. Aún estaba demasiado dormida.
Me desplacé al baño sin hacer ruido. No levanté los pies del suelo, me deslizaba al caminar. Abrí más la puerta y vi como tenía la cabeza bajo el chorro del agua. Sonreí inconscientemente y me acerqué a su cintura.
—Buenos días Charlie.—Murmuré mientras rodeaba su torso con mis manos.
Elevó la cabeza y también me sonrió.
—Buenos días..—murmuró como yo.—Pero, ¿tú quién eres?
Al oír esas palabras abrí los ojos y observé el reflejo del chico al que estaba abrazando. No era Charlie. Dejé de acariciar su piel con mis yemas y me choqué contra la pared.
—Eso lo tendría que decir yo—añadí con una sonrisa bastante forzada.
Se dio la vuelta y alzó su mano con señal de presentación.
—Soy Ralph—sonrió—. Ralph Cuddy, encantado.
Quise alzar mi también mi mano, pero el asombro aún me tenía absorbida. La alcé apenas unos centímetros y su mirada fue hacia mis muñecas que aún presentaban manchas de sangre.
—Yo Alice—decidí sonreír y oculté mis manos tras mi espalda.—Y bueno.. ¿que haces aquí?
—Lavarme la cara—señaló con uno de sus dedos su rostro y sonrió chistoso.
Asentí a su respuesta como una estúpida.
—Pensaba qué..—me interrumpió.
—Que era Charlie, sí me lo imaginaba. Debería habértelo dicho, pero hace mucho que no me abrazaban así.—No supe como plantearme su respuesta y seguí indecisa.—Y al decir su nombre.. —sonrió—las cosas no encajaron.
Bostecé a sus palabras y le regalé una leve sonrisa.
—Lo siento—me disculpé por hacer algo, ya que no sabía como actuar.—No era mi intención molestarte.
—No eres molestia.—Después de hablar se subió al borde del lavabo y me miró curioso.—Pensaba que la persona que estaba acostada era Charlie, por eso entré sin llamar.
—¿Tienes la llave?
—Sí, en mi habitación no hay agua caliente.
—Entiendo..—respondí de inmediato a sus palabras.
—¿Eres su novia o algo?
Oprimí alguna carcajada y me estiré la sudadera que llevaba puesta. Me daba la sensación de que se me veía la ropa interior y no sería lo mejor para una presentación.
—No, no soy su novia.—Dije cabizbaja, me dolía aún no poder decir que lo era para él.
Se aclaró la voz y sonrió.
—¿Y estás soltera?—dijo mientras frotaba sus nudillos en su pijama.
Arrugué en rostro y sonreí sin más. Miré para otro lado, él me miraba a los ojos y no quería mantener esa conversación con alguien que acaba de conocer y que por confusión había abrazado.
—¿Sabes dónde esta él?—Intenté deslizar ese tema y él lo aparto.
—No la verdad—acompañó con un movimiento leve de cabeza.
Tenía ganas de verle. De haberle abrazado a él. Y no a Ralph. Sonreí, su nombre me hacía gracia.
—Voy a buscarle—me separé de la pared y me aproximé hacia la puerta. Parecía que le había dejado con las palabras en la boca. Tenía el presentimiento que esta no sería la última vez que le vería, entonces, no me preocupé.
En una de las cocinas..
Apenas sabía cocinar, siempre que comía en casa era comida pre-cocinada y siempre andaba bastante justo. Y ahora, no sabía por cuanto tiempo tendría que alimentar a dos bocas.
—¿Tú sabes?—levanté la mirada y sonreí a Josh, al contrario que yo él era todo un chef.
Estaba haciéndose un sandwich y observó la sartén que sostenía en mis manos.
—Sí, pero si quieres cocinar te aconsejo echar algo de comida.—Me dio un codazo y se rió de mi descaradamente.
—Sabes que no se cocinar.
—¿Ella lo sabe?—supuse que se refería a Alice y le miré mal.
Negué con la cabeza. Apenas sabía de mi vida y yo de la suya. Pero tenía la necesidad de estar a su lado y más en estos momentos.
—Anda—me empujó con la cadera y me arrebató la sartén de las manos.—Esta vez lo preparo y, pero tienes que aprender.
—Enséñame—le exigí con una sonrisa.
Miró para los lados mientras bañaba con un chorro de aceite la sartén.
—Sabes que te hablo a ti—le dije mientras bajaba la mirada. Volvió a mirar hacia los lados y alzó varias veces los hombros al no encontrar a nadie más que a él. Me reí de sus estupideces y decidí sentarme en la encimera. Por lo que veía tenía una pinta espantosa lo que estaba preparando Josh, pero el olor que desprendía abría el apetito a cualquiera.
—Te enseñaré con una condición.
—Di.—Solté inconscientemente. Estaba mirando como pasaba la gente por la puerta de la cocina. Me saludaban en noruego, aunque fuera la lengua materna de mis padres, cada vez la utilizaba menos. Josh y Andy eran los únicos que hablaban en inglés conmigo. Echaba de menos Noruega, hacía dos años que no pisaba esas tierras nevadas y húmedas que me recordaban a mi infancia.
—Quiero que le digas a Alice que la quieres—sus palabras hicieron que volviera a la tierra y asentí antes de asimilarlas.
—¿Qué?—le miré confuso.—Eso no es verdad, sabes que yo no me enamoro así.—Una imagen pasó por mi cabeza, esa imagen que daría lo que fuera para que nunca se fuera de mis recuerdos. Apenas estaba a un suspiro de mis labios y diversos mechones le tapaban el rostro. Su respiración entre cortada al dormir y la leve sonrisa que expresaba su rostro.
—Lo que yo sé es que nunca te has enamorado.
Josh tenía razón, pero tenía demasiado orgullo para dársela.
—¿Y crees que de Alice sí?
Me planteé mi propia pregunta y la di demasiadas vueltas antes de que Josh me diera su respuesta.
—Sí.—me miró—Lo pienso.
—Estás equivocado—dije aunque dentro de mi sonreí al oírlo.
Soltó la sartén y la dejó caer. Me sobresalté y me aparté por si saltaba algo de aceite.
—Estás cabezón eh—resopló, pude ver en sus ojos que se estaba cabreando. Josh fue un hermano para mi. Aunque nos llevásemos dos años para mi él era lo más parecido que tuve de un familiar. Aunque eso era una larga historia.—Es la segunda vez que me lo niegas, ¿a la tercera me darás la razón?
—Te diré la verdad.
—Entonces ahora me estás mintiendo.
Me tragué mis propias palabras y vi que me había contradicho a mi mismo—soy estúpido—murmuré.
—Si que lo eres—añadió mientras se reía.—Al final el padre de Alice tendrá razón, tengo buen oído.
Sonreí. Me revolví el pelo con ambas manos y me lo dejé más raro de lo normal. Dejé mis manos en la nuca y apreté fuerte los labios.
—¿Tú crees que siente algo por mi?
No me respondió en el mismo segundo, y pude asegurar que tampoco en el mismo minuto. Dejó en suspense mis palabras haciéndome sufrir con ese silencio.
—Si no lo sintiera no estaría aquí.
—Podría estar en cualquier sitio—repliqué a su respuesta.
—Pero está aquí.—Me miró a los ojos y sonrió.—Contigo.
Dejé caer el peso de mi cuerpo en el suelo plantando firme los pies. Me estiré la camiseta que llevaba puesta y me subí los pantalones. Caminé hasta el marco de la puerta.
—¿A dónde vas?—se giró y me enseñó el plato del desayuno.
—Voy a decirla que la quiero.
—¡Eso!—Gritó como si fuera el eco de un público.
—¡Que siento algo por ella!
—¡Eso!—volvió a decir pero con más ánimos y alzando más la voz.
Mi rumbo tenía un sitio, un lugar. Un destino. La tenía a ella. Caminé hasta el fondo del pasillo.
—¿Y la comida?—oí en un grito.
Pero a medida de los pasos que daba se iba convirtiendo en un susurró que acabo desapareciendo en un amplio y solo silencio.
En el trayecto del pasillo me comí y trague todo el miedo que recorría por mi cuerpo. Respiré profundamente para tranquilizarme, pero fue inútil. Cada vez estaba más cerca y notaba como empezaba a temblar. Giré el picaporte y chirrió la puerta mientras la abría apenas unos centímetros. Sus preciosos ojos azules reflejaban una paz interior inmensa la cual necesitaba. El contorno de su rostro y algún que otro mechón suelto se movía a causa de la corriente que había entrado al abrir la puerta.
Tenía dos opciones, dos futuros. Mi corazón y mi razón de ser quería que la dijera que la quería, que su presencia en este mundo era lo mejor que me había pasado, que me hacía ser otra persona diferente, mejor. Que con cada suspiro que daba me regalaba un día de vida. Pero mi cerebro, todas las vías del cerebro me decían que hoy no sería el día, ni el mejor momento.

viernes, 20 de abril de 2012

~Capítulo trece.

Miraba cada uno de sus rostros desorientada y un poco aturdida, aún no tenía los pies en la Tierra, y seguramente, faltaría bastante para que los tuviera. El chico de los tatuajes, ese tal Josh siempre iba muy pegado a Andy, aunque la chica.. miraba de una forma distinta a Charlie. Sacudí la cabeza y cogí inconscientemente de la mano a Charlie, tan solo fueron unos segundos y la volví a apartar.
—¡Charlie la vuelves a traer!—exclamó uno de los chicos.
Él le miró con tal mirada que decidió callarse y mirar para otro lado. Sonreí por dentro y seguí caminando a su lado.
—Nosotros nos vamos ya a nuestra habitación—sonrió Josh.
¿Los dos se iban juntos? ¿A una habitación? Retorcí el morro y seguí caminando con Charlie.
—¿Tú crees que tienen algo?—me dijo al oído—no sé, llevan tres semanas muy raros.
Me encogí de hombros y sonreí.
—Les conozco desde hace unas horas—afirmé mientras me reía.
Se llevó una de sus manos al pelo y se lo revolvió.
—Todavía no soy consciente del tiempo—suspiró—parece que te conozco desde siempre—sonrió y yo hice lo mismo al oír esas palabras.
—No si yo..—no me dio tiempo a terminar y le miré—¿que miras?—le dije mientras esbozaba una amplia sonrisa en mi rostro.
—Nada, nada—movió la cabeza y volvió a sonreír.
En estos minutos había compartido más sonrisas que en toda mi vida. Ya estábamos enfrente de la puerta de su habitación y se dispuso a sacar la llave.
—Voy a entrar yo primero, que la tengo un poco..—se dio la vuelta para mirarme—desordenada.
—Da igual, yo también la tengo siempre así.
—Alice, he visto tu habitación, si eso te parece desordenado no sé que será mi habitación.
No pude aguantar las carcajadas y me dejo en la puerta. Miré a ambos lados, estábamos en el fondo del pasillo, apartados de todos los demás. Apoyé la cabeza en una de mis manos y me di un par de golpes.
—Me duele—rechisté.
Un punzante dolor brotaba en uno de los laterales de mi cabeza, que cada vez aumentaba y se extendía más.
Acerqué los nudillos a la puerta y golpeé un par de veces.
—Charlie, ¿por qué tardas tanto?—suspiré—me duelen las piernas.
Abrió la puerta en un abrir y cerrar de ojos y sonrió.
—Bienvenida a este.. pequeño.. ¿palacio?—alzó los hombros y sonrió.
Me mordí el labio y pasé mientras dejaba mis zapatos por el camino. Estaba como la última vez. Bonita y acogedora, tranquila y bastante simple, era tal como su dueño, Charlie. Me di la vuelta y me encontré con su rostro a pocos centímetros del mío.
—Tu reloj—susurró y alzó su mano—te lo olvidaste la última vez.
En esos instantes ni prestaba atención a sus palabras, miraba sus preciosos ojos verdes que de vez en cuando los cerraba. Pero pasó demasiado tiempo y decidí volver a la Tierra.
—Gra, gracias—tartamudeé nerviosa, extendí mi mano y me lo cedió.
Se volvió a dar la vuelta y se agachó para quitarse los zapatos, le eché un vistazo de arriba abajo y sonreí. No pude evitar ponerme colorada y miré rápidamente a otro lado.
—La mochila—susurré al cuello de mi camisa.
Me acerqué a ella y la cogí, corrí la cremallera y me dejó ver lo que había dentro. Abrí los ojos más de lo normal.
—Charlie—me di la vuelta.
Respondió a mis palabras y se acercó a mi lado.
—¿Ocurre algo?
—Bueno, es que..—pensé por unos segundos, a lo mejor no debía hablar—solo hay ropa de verano, y se acerca el invierno
Se llevó las manos a la cabeza y se dio un golpe así mismo en la frente.
—Lo siento, no me he fijado—mostró una triste sonrisa en su rostro.
Alcé los brazos y rodeé su cuello.
—No importa, ya me cogeré ropa tuya—sonreí y me incorporé mientras me acercaba a su armario.
Noté que se había tirado a su cama mientras observaba cada curva de mi cuerpo. Sonreí de tal solo pensar que me estaba mirando.
—Puede que te quede grande—añadió con una carcajada—y a lo mejor no te gusta.
—Bueno, nos apañaremos con lo que hay—abrí una de sus puertas.
Polos, camisetas, sudaderas, infinidades de pantalones y gorros de todo tipo. Me volví y le miré.
—Tienes un montón de ropa—dije, me había quedado perpleja.
—La mayoría son regalos.
—Menudos regalos—extendí la manga de una sudadera y la saqué del armario para verla.
—¿Te gusta esa?—bostezó—esa la compré yo.
Me llevé la prenda a mi cuerpo y le miré sonriendo.
—¿Crees que me quedará bien?—dije mientras intentaba verme de cuerpo entero.
—A ti todo te queda perfecto.
Intenté disimular la sonrisa tonta que brotó al oír esas palabras y me volví a dar la vuelta.
—¿Me la puedo poner?
—Claro—afirmó.
—Mira para otro lado.
Vi que alzó la cabeza y se tapó los ojos con ambas manos.
—Ya no veo nada—dijo mientras se reía.
—¿A no?—alcancé un gorro y se lo lancé.
No veía, pero esquivó perfectamente.
—Tengo muchos reflejos—añadió al ver que lo había esquivado.
—Sí, y también ves detrás de las cosas—reí.
Se quitó las manos de la cara y sonrió.
—Lo siento, soy un chico, tengo curiosidad.
Me puse la sudadera encima de la ropa y vi que me llegaba por encima de las rodillas. Deslicé los pantalones por mis piernas y me quité la camiseta que tenía debajo de la sudadera.
—Lista—extendí mi pelo y alcancé una coleta que tenía en la muñeca para recogérmelo.
—Me—hizo una pausa—tienes que enseñar eso.
Me acerqué a donde él estaba y me senté a su lado. Miró mi vendaje y su cara pasó a ser de preocupación. Yo también estaba preocupada, los puntos aún me dolían y de vez en cuando me tiraban.
—¿Te duele mucho?—dijo mientras se acercaba a mi y me miró la mano.
—No mucho..—mentí, aún me seguía doliendo—y sino seguro que se me pasa.
—¿Segura?
Parecía que sentía lo mismo que yo en estos instantes, parecía que sabía que le estaba mintiendo y que aún me dolía. Me cogió la mano con firmeza, su piel estaba agradablemente cálida. Me estudió con la mirada, una mirada larga y luminosa que reflejaba el resplandor de una noche. Por un instante me perdí en esos ojos que había visto por primera vez en el rostro de un delincuente.
—Segura—asentí a mis palabras y me estiré, bostecé, tenía sueño. Demasiado sueño.—¿Vamos a cenar algo?—Dije para apartar la sensación que tenía en el pecho.
—Yo no tengo hambre, ¿y tú?—siguió agarrándome las manos, cada vez con más delicadeza, jugaba con mis dedos y yo me dejé enredar. Notaba como sus yemas rozaban las mías y él no apartaba la mirada de mis ojos. Aquellos ojos verdes.
—Tampoco, después de todo esto he perdido el apetito.—afirmé.
Sonrió a mi respuesta y dejo mis palabras en el aire.
—Pero si que tengo sueño..—dejé caer mis palabras como un abanico mientras apartaba mis manos de las suyas y me las llevaba a la nuca.—¿Dónde voy a dormir?
—Pues..—miró a ambos lados y incluso se dio la vuelta y observó el baño.—¿Te parece cómoda esta cama?—no sonrió.
Me meneé en ella y boté un par de veces haciéndola crujir por mi propio peso. La observé y vi como una colcha verde la cubría, no era muy llamativa, pero era cómoda.
—Sí, por qué no—apoyé la cabeza en la pared, me seguía doliendo.
—Pues toda tuya—antes de que esas palabras salieran de sus labios, frunció el ceño y se levantó.
—¿Mía?—me sorprendí, pero no por el tema de dormir con él, en esos momentos era lo que más deseaba.
Movió la cabeza y sacó unos cuantos cojines de unos de los armarios. Los tiró a unos pocos metros de su propia cama y alcanzó una manta de lana.
—Esta será mi cama—bajé la mirada y aunque quisiera decir algo, no pude.—No es lo mismo, pero es lo que  hay.
Seguramente querría una respuesta, pero no sabía que decir. No podía permitirle que durmiera ahí. Tirado. Pero fue demasiado tarde, en unos pocos minutos apoyé la cabeza en la almohada, hundiendo mi rostro en ella. Cada mechón paso por mi cara, rozando mis labios. La luz de la luna se filtraba por cada hueco que había entre cada pliegue de la cortina. No podía dormirme. Miré hacia el suelo y apoyé uno de los brazos en la almohada. Charlie era un bulto negro en la oscura habitación. Pero sonreí al oír su voz.
—¿Duermes?—la voz de Charlie era poco más que un susurro, pero en las tinieblas de su habitación sonó como un grito inesperado.
Tenía la sensación de que no volvería a dormir, al tener su presencia las veinticuatro horas. Su extraña y maravillosa presencia.
—No.
—¿Y eso?
Me cubrí con la manta hasta el cuello. Estaba tiritando del frío.
—No sé.
—¿Tienes frío?—dijo mientras se tapaba con la manta.
—No.—mentí. Necesitaba calor.
—Yo sí—me encantaría abrazarle, pero estaba demasiado lejos.—Y dudo que tú no tengas.
Sonreí en la oscuridad, y pude ver también como alumbraba su sonrisa en la noche.
—Vale, ¿no tenéis calefacción?—dije contradiciendo lo que dije anteriormente.
—No, por eso odio los inviernos, los pasamos muy mal.
Aunque hubiera ventisca, granizara, lloviera. Hubiera huracanes, terremotos y un amplio etcétera, esa pequeña habitación era el lugar más seguro que tenía en esos momentos. Mejor que mi casa. Mejor que cualquier sitio.
—A mi me gustan.—Esas tardes frías de invierno me encantaban.—Pero esta será la más rara que pasaré..
—La pasarás conmigo—respondió casi sin pensar, justamente cuando terminé.
—Sí..—no lo dije muy convencida, ni siquiera lo llegué a pensar, porque añoraba a mi madre.
Volvimos a estar en silencio, incluso dudé unos segundos de siguiera despierto ya que no daba ninguna señal de vida. Respiré profundamente incluso gemí de rabia. Tenía frío y me sentía algo vacía. Pero no sabía en que sentido.
—¿Duermes ahí cómodo?—su postura era espectacular, ni si quiera diferenciaba donde tenía la cabeza en la oscuridad.
Me miró a los ojos.
—¿Tú que crees?
Me moví para un lado, dejando espacio para una persona más, pero parecía que él no quería. Que no se daba satisfecho conmigo. Puse mala cara y al final vino.
—Gracias—se sentó y me miró—pero creo que no debería molestarte, debes tener tu espacio.
—Es tu casa, tu habitación, tu cama..—todo era suyo, y me lo había dado, así, por las buenas.—Yo aquí sobro.
Una de las yemas de su dedo hicieron el recorrido de mi rostro, marcando cada rasgo que tenía.
—Buenas noches.—Se acercó a mi frente y me besó en ella.
No me dormí en el mismo momento que él. Fingí que lo hacía para poder verle. Era tan perfecto como me imaginaba. Apenas estaba a unos centímetros de mi, incluso nos rozábamos con las piernas o brazos. Pero yo no quería ese tipo de roces. Yo quería más arriba. En los labios.

sábado, 14 de abril de 2012

~Capítulo doce.

Lo último que recordaba era el traqueteo de un coche y el ritmo de una canción. No recordaba muchas cosas, ni siquiera era consciente de lo que estaba pasando a mi alrededor.
Intenté despegar mis párpados y algo de luz filtraron mis ojos. Vi una figura borrosa y muy poco definida.
—Char..—intenté decir, pero cada vez tenía menos fuerzas.
Empecé a oír una conversación bastante fluida y no dudé en prestar atención.
 —Charlie, se ha despertado—dijo alguien que se encontraba a mi lado. Forcé la vista y vi el rostro de una chica a la que cual tenía apoyada mi cabeza en su hombro.
—¿Se ha despertado?—exclamó alguien a lo lejos.
Intenté vocalizar y aunque mis labios se movieran mi garganta no producía ningún sonido.
Pude diferenciar su sonrisa, me miraban esos preciosos ojos verdes e intenté devolvérsela.
—¡Charlie! ¿Este es el camino?
Volvió la vista hacia la carretera y dejó de mirarme. Ahora reconocí el camino donde nos encontrábamos, era mi barrio, supuse que iríamos a mi casa.
—Sí—afirmó—la otra vez vine por aquí, ¡mira!—hizo una pausa—esa es su casa.
—Josh, ¿te queda gasolina?
—Suficiente para unos días.
Moví lentamente los dedos hasta alcanzar la pierna de aquella chica. Pude apreciar que iba de gris y tenía el pelo recogido, pero, aún seguía viendo borroso. Ella cogió mi mano antes de que yo llegara a la suya. Charlie se lo habría contado y por eso me trataría con delicadeza.
Una parte de mi sonrió pero otra se dio cuenta de que debería haberme quedado en el suelo, bañándolo de color de rojo.
Volví a cerrar los ojos, hasta que noté que alguien me cogía en brazos.
—¿Te ayudo Josh?—oí en un susurro.
—No, es bastante ligera.
No era consciente, pero sonreía.
—Ya, le haré comer más.
Ambos esbozaron algunas carcajadas mientras la chica seguía agarrando mi mano.
—¿Alice verdad?
—Sí, pero la puedes llamar Ali.—reconocí su dulce voz.
—O, cariño.
Ambos pararon y pude apreciar el rostro de Charlie.
—No somos nada..—suspiró.
—Entonces—hizo una pausa—¿qué hacemos aquí?
—Esta mal, y no quiero dejarla así.
Supuse que dijo lo primero que le pasó por la mente, aunque, si me paraba a pensar, yo tampoco sabía que hacía con ese chico.
—De algo forma la quieres, sino, no harías esto.
La chica me proporcionó más fuerza en la mano al oír esas palabras. Rechisté de dolor, sin querer me había apretado en la muñeca y aún no tenía completamente la herida cerrada.
Charlie dejó esa conversación en un silencio. Estiré mis brazos y proporcioné un golpe al chico que me llevaba.
Lo..—abrí los ojos—¿pe.. pero quién eres?—me moví bruscamente.
—Charlie, la bella durmiente se ha despertado.
Dirigí la vista hacia Charlie, que estaba en la puerta de mi casa. Planté mis pies en el suelo, aunque no tenía demasiadas fuerzas para caminar sola.
—¿Te ayudo?—me dijo aquel chico con los brazos tatuados.
Sonreí y llevé la vista hacia mis pies, sola no podría y no me quedaba otra que aceptar su ayuda. Extendí la mano.
—Con la mano no voy a poder—sonrió.
Se acercó a mi y me agarro de la cintura.
—¿Te hago daño?—dijo mientras intentando esquivar mis heridas.
Negué con la cabeza y caminé al ritmo de su compás. No dije nada, ni quién era, ni que querían hacer en mi casa, ninguna palabra salió de mis labios. Hasta que Charlie me sonrió.
—¿Crees que debo llamar?—dijo mientras se daba la vuelta.
—¿Tú que crees?—sonreí—seguramente no esté en casa, pero habrá personas.
—Bueno—se agachó y levantó el felpudo—a la próxima guardar mejor las llaves.
Me parecía estúpido tener ahí la llave, pero eso era típico de mi madre, hacía las cosas que salían en las películas. Sonreí y llevé mi mirada a la suya, luego volví a la del chico que me ayudaba caminar.
—¿Y tú quién eres?—dije mientras apartaba su mano de mi cintura, con el tiempo notaba que tenía más fuerzas.
—Soy Josh, soy amigo del pelirrojo.
—¿Y ella?—moví la cabeza hacia un lado y la miré.
—Ella es Andy.
—Yo..—sonreí—yo Alice, supongo que sabréis quién soy.
—dijeron los dos.
—Charlie nos ha hablado de ti.
Miré hacia la puerta, estaba abierta. Pude diferenciar entre la oscuridad del recibidor a Charlie subiendo por las escaleras. Moví los pies con dificultad y caminé agarrándome a lo primero que divisaban mis ojos.
—¿Te ayudo?—oí a lo lejos.
Negué con la cabeza y seguí caminando. Me sorprendí, el rastro de sangre que había en la cocina no estaba. Eso podía significar una cosa, que mi padre había estado aquí. Mis pies se dirigieron hacia las escaleras.
—¿Charlie?—grité con miedo de que mi padre estuviera.
Vi a alguien asomarse al borde de la barandilla.
—¿Cuál es tu cuarto?—sonrió—he pasado a diez habitaciones y aún no lo he encontrado.
Encogí la nariz y meneé la cabeza.
—Espera que subo.
Nada más poner un pies en el primer escalón oí a Charlie gritar.
—¡No hagas esfuerzos! ¡Ahora yo soy tu enfermero!
Sus palabras llegaron a mis oídos y me senté en uno de los escalones. Restregué mi cara con la camiseta que llevaba puesta. Miré mi reflejo en un espejo, la ropa que llevaba...no me sonaba, no era mía, pero me gustaba.
—Es mía—dijo la chica que había sujetado mi mano y se sentó al borde de otro escalón—te lo puedes quedar si quieres.
—Es tu ropa, luego cuando me cambie te la devuelvo—intenté alcanzar sus manos—muchas gracias de verdad.
—No enserio, es tuya—dijo mientras se echaba atrás el pelo.
Me volví a mirar en el espejo. No me quedaba mal, no era mi estilo y nunca había llevado algo parecido, pero me gustaba.
—Soy Andy, antes Josh no me ha dejado presentarme.
—Yo Alice, y bueno.. me resulta incómoda esta situación—dije mientras me mordía el labio inferior.
Conocer gente no era mi hobby, siempre había sido demasiado tímida y nunca había tenido muchos amigos.
—Tranquila, yo también estoy nerviosa—recorrió su rostro con su dedo—pero parece que vas a vivir con nosotros.
Mientras tanto en un piso más arriba..
Por fin dí con su habitación. Abrí uno de sus armarios y busqué algo de ropa. Una gran cantidad de camisetas pudieron apreciar mis ojos. Revolví mi pelo y lo metí todo en una mochila. Busqué en los cajones, calcetines, pantalones, intenté no mirar su ropa interior y la metí sin apuros y con mucha prisa.
—Uf ya—respiré y me reí de esa situación—venga, unas cosas más y ya tendremos que salir.
Me senté en su cama y respiré, me parecía rara la situación, me faltarían dedos para contar las veces que me había colado en casas, pero.. de esta nunca.
Observé uno de los marcos que rodeaban su habitación, con su familia, con su supuesto padre y su fallecida madre.
¿Por qué le habría tocado esto? Ni yo ni nadie lo sabía, pero parecía que se iba a calmar. Me llevé la mochila a la espalda e intenté girar el manillar.
—Que duro—dije en voz alta mientras volvía a girarlo.
Tardé en darme cuenta de que la puerta estaba cerrada desde fuera. Primero fue el pánico, luego, fue pensar en Alice, ninguna de las tres personas que había abajo querrían que yo me quedara encerrado. Pero esto me daba a pensar de que habría más de tres personas en esta casa, en esta grande y escalofriante casa.
—¡Joder Alice!—golpeé con el hombro la puerta—¡Josh! ¡Andy!
Los gritos fueron inútiles, la casa era tan grande que no podrían oírme.
—Venga Charlie, estará bien—me froté la cara con mis manos y tiré la mochila al suelo—Josh la cuidará.
Quería convencerme de que Alice estaría bien, y que si su padre rondaba por esta casa él la defendería.
—Otra vez no—suspiré—por favor no..
Tenía otra vez la misma sensación de que no podría a estar a su lado. Otra vez recorría por mi cuerpo culpabilidad. Otra vez.
—Debería haberla besado—sonreí al decir esas palabras en alto—debería haberlo hecho.
Recordaba el contorno de sus labios y se me erizó todo el vello del cuerpo. No me iba a rendir, y volví a golpear la puerta. Impulsé todo mi cuerpo contra esa tabla de madera hasta que conseguí forzar la cerradura. Apoyé mis manos en el suelo, mientras notaba que toda la sangre se me iba a la cabeza. Entré y cogí la mochila. Cerré y corrí por los pasillos.
—¡Josh!—dije gritando—¡Alice Andy! ¡Salir fuera!
Bajé por las escaleras corriendo, intentando no caerme. Y allí estaban, hablando.
—¿Por qué estás sofocado?—me dijo Andy con cierto tono gracioso—¿te has perdido y has tenido miedo?
Miré a Alice, me calmaba que estuviera bien y dejé las cosas en el suelo.
—Me han encerrado en tu habitación—la miré preocupado—y no creo que fuerais vosotros.
Ambas negaron con la cabeza, y buscaron a Josh con la mirada, yo también lo hice, pero no pude encontrarle.
—¿Sabéis donde está?—me agaché y antes de coger la mochila miré a Alice, clavó su mirada en la mía e hizo que me estremeciera. Siempre nos quedábamos en esos instantes, donde ninguno nos besábamos, a lo mejor, ella no quería. Tendría que darme por vencido.—Voy a buscarle.
—Pero..la interrumpí.
—Iros al coche, Andy—suspiré aunque no estaba seguro de lo que decía—sé que no sabes muy bien conducir, pero si en 10 minutos no estoy vete—dije mientras la miraba, aunque por el rabillo del ojo observaba a Alice.
Afirmó y cogió a Alice del brazo.
—Alice, vayámonos.
—¿Y ellos?
—Son muy fuertes, ya veo que no conoces a Josh—rió y yo también lo hice.
Me acerqué a ellas y les di un beso a ambas.
Vi como se alejaban hacia la puerta y las perdía de vista poco a poco cuando se introducían en el jardín.
—¿Josh?—susurraba entre pared y pared.
Hablaba solo por esa casa, como un estúpido, ya que nadie me respondía.
—¿Josh estás ahí?—miré entre el poco espacio que había entre el marco y la puerta. Y pude apreciar un par de tatuajes en un brazo.
Abrí la puerta y di un portazo a la pared.
—No me vuelvas a dar esos sustos—suspiré y observé que hacía.
Se dio la vuelta y me miro indeciso. Señaló algo con el dedo y lo busqué con la mirada.
—Es su padre, ¿verdad?—me dijo mientras abría la navaja.
Elevé la mano y se la quité.
—Nosotros no hemos venido para esto—le dije, aunque yo tendía más ganas que él.
—Pero lo que le hizo.. y está ahí, tan tranquilo, leyendo el periódico, ¿te parece normal?—me dijo mientras intentaba arrebatármela de las manos.
—Mira—le miré a los ojos, tanto dentro de mi como de él había rabia—ya se lo pagaremos, tranquilo.
Hizo un giro brusco y le agarré del brazo.
—Soy mayor que tú, ¿recuerdas?
—Sí, pero yo tengo más cabeza.
Ambos esbozamos una sonrisa y decidimos dar media vuelta. Una hipótesis pasó por mi mente, me había encerrado en su cuarto, ¿y se quedaba ahí? Podría a ver visto a Alice y Andy perfectamente, incluso a Josh, pero prefirió leer el periódico.
Un sonido chirriante hizo que me sorprendiera.
—¿Qué haces Josh?—llevé la vista hacia el suelo y vi como un jarrón sé rompía en mil pedazos.
—Se ha caído, dios—se agachó y se dio la vuelta—¿crees que lo habrá oído?
Miré otra vez hacia el sofá donde se encontraba y no estaba.
Empecé a mover la cabeza y a buscarle por todos lados, pero no había rastro de él.
—Josh vayámonos—dije nervioso.
—¿Tienes miedo de un abuelo?
—¡Que nos vayamos joder!—le cogí del brazo y le llevé hacia la puerta.
El silencio nos rodeaba y ambos caminábamos sin saber donde se había metido ese hombre.
—¿Has oído eso?—me dijo en el oído.
Me dí media vuelta y no vi nada.
—He dicho oír, no ver imbécil—dijo serio aunque yo me había reído.
Negué con la cabeza y seguí caminando, aún no habíamos llegado a la puerta.
—Era como si hubieran recargado..—dejo de hablar, supuso que ya estaba la situación bastante tensa.
—Di, ¿recargado el qué?—dije subiendo una ceja.
—Un arma, ¿seguro que no lo has oído?
El corazón se me paró por unos instantes.
—¿Un, un arma?—tartamudeé, mentiría si decía que nunca había llevado una, pero eso eran viejos tiempos, aunque la hubiera utilizado, aún la seguía teniendo miedo.
—Exacto, pero sigamos, casi ya estamos en la entrada.
Los dos seguimos caminando, hasta que oímos más pasos que los nuestros.
—Tu amigo tiene buen oído Charlie—dijeron a nuestras espaldas.
Estábamos enfrente de la puerta, pero pensar que ese hombre llevaba un arma encima hizo que se me paralizara el cuerpo.
—Salimos a la de tres—me dijo en un susurro, que apenas pude oír.
—¿No quieres mirarme muchacho?—volvió a decir.
Conté hasta tres en la mente y cogí el brazo de Josh y corrimos hacia la puerta, el coche no estaba muy lejos, pero ya estábamos oyendo disparos. Miré a Josh, y vi que estaba perfectamente.
—¿Te vas a quedar mirándome?—dijo mientras corría delante mía.
Corrí con todas mis fuerzas y me metí en el coche con Andy y Alice.
—¿Eso son disparos?—dijo Andy mientras intentaba arrancar el coche.
—¡No, son margaritas que vuelan!—dijo Josh, nunca era borde, apenas era irónico, pero en estas situaciones todos estábamos demasiado tensos.
Me puse en el asiento de atrás al lado de Alice, ella estaba tan atemorizada como nosotros, pero tenía algo diferente, supo mantener la calma.
—¡No puedo arrancar!—gritó nerviosa.
El coche se había calado, y cada disparo se oía más cerca. Josh se puso en el asiento del conductor cediéndole el de copiloto a Andy.
—Pero mira que eres..—rechistó—ya sabes que este coche es viejo, tienes que apretar aquí.
Los tres miramos y vimos como poco a poco el coche empezaba a arrancar.
—¡Y a qué esperas!—gritó Andy.
En menos de dos segundos el coche se puso en marcha y salimos de ese barrio. Ellos sonreían, parecía que estos momentos de angustia les gustaban y luego se reían. Yo, mientras miraba a Alice.
—Alice, estamos aquí—puse mi mano en su pierna.
La agarró con extrema delicadeza y apoyó su cabeza en mi hombro. Mi ritmo cardíaco aceleró sin ninguna razón y cada vez respiraba más deprisa, hasta, que comprendí que ese cosquilleo en el estómago, esos latidos descontrolados y todo, tenía una explicación, puede que nunca hubiera dicho esto, pero, Josh tenía razón, de alguna forma la quería.

lunes, 9 de abril de 2012

~Capítulo once.

En los bordillos de una escalera..
Me colgó el teléfono dejándome con las palabras en la boca, pero así era Charlie, nunca daba explicaciones y apenas se enrollaba hablando, era demasiado directo.
—¿Qué te ha dicho?—miré a mi al rededor y vi que Andy me hablaba.
—Que está en el hospital.
—¿Él?
—Sí él.
Vi en sus ojos angustia aunque su expresión no mostraba lo mismo.
—No será nada entonces—sonrió, la conocía demasiado, estaba preocupada.
No me había dado muchos datos, pero no se le veía muy preocupado sino algo despistado. Como si no estuviera en este mundo.
—Sí, pero sería de ver a alguien.
Andy se acercó a mis labios y me dio un dulce beso. Me separé y miré al otro lado.
—No hacemos mal Josh—me rodeó con sus brazos—lo de Charlie fue pasado.
Me di la vuelta y me senté en el bordillo.
—¿Y si a él le sigues gustando?
—Nunca le gusté, además fui yo la que me enamoré de él.
—Y él de ti.
—Mentira—me dijo cabizbaja—fue un error, solo fuimos amigos.
—Y algo más, que no me queréis decir.
Resopló y yo hice lo mismo. Miré sus preciosos ojos negros y como se apartaba el flequillo de un suave movimiento de cabeza.
—Pero..
—Venga, no hay peros, te quiero a ti.
—Mentira—dije sonriendo.
—¿No me crees?—abrió la boca—pues entonces..
—A ver que vas hacer ahora..—observé lo preciosa que era—de ti me espero cualquier cosa.
—Hacer bien—sonrió y acabé haciendo lo mismo.
Volvió acercar su rostro al mío y me volvió a regalar un dulce beso.
-Yo también te quiero.
Mientras tanto en una habitación de un hospital..
Me miraba casi tirado en la puerta, yo no podía controlarlo, necesitaba llorar y esa enfermera.. fue mi pañuelo. Al hacerme las pruebas vieron que abusaron de mi, aunque yo no lo hubiera confesado. ''No pasa nada pequeña'' me dijo más de una vez. Pero sí pasaba.
—Pasa si quieres—le dije mientras me colocaba la almohada detrás de la cabeza.
Entro apenas tambaleándose, no sabía que tenía ese chico que le hacía tan especial. Se acomodó en el borde de la cama y decidió no mirarme a los ojos.
—Gracias por venir—le dije con una triste sonrisa.—Aunque no hubiera echo falta.
Hizo un recorrido con la mirada desde mis pies hasta mis ojos.
—¿No lo recuerdas verdad?
Fruncí el ceño y ladeé la cabeza hacia un lado.
—¿Recordar? ¿El qué?—dije confusa, lo último que recordaba era como mis piernas se desplomaban en el suelo.
—Yo fui quién llamé.
Me quité alguna lágrima que aún seguía en el recorrido de mis mejillas e intenté hacer memoria. Dos minutos me hicieron falta para darme cuenta de que era inútil, estaba demasiado cansada y se me hacía imposible recordar lo que había pasado unas horas antes.
Posó su mano en mi pierna. Gemí de dolor y él la apartó.
—Lo siento—dijo mientras se quitaba el pelo de la cara.—Odio los hospitales, pero tenía que verte.
Esbocé una sonrisa sincera, él me respondió de la misma manera y esbozó una carcajada.
—Me curaré pronto, supongo que me darán ya el alta—bostecé y elevé los brazos estirándome.
—¿El alta? ¿ya?
—Sí..—tragué saliva—dicen que andan mal de camas y que si no me importaba me podría ir cuando quisiera.
—Pero no quieres irte, ¿verdad?—se acercó aún más a mi intentando no rozarme.
—A mi tampoco me gustan los hospitales Charlie..—cogí un cacho de tela y empecé a juguetear con ella entre mis dedos.
—Pero si es por necesidad, tienes que estar aquí.
—Por eso, yo no lo necesito, en mi casa tengo a mucha gente.
Vi que negaba con la cabeza al oír mis palabras.
—Tú no te vas a tu casa, te vienes conmigo—levantó una ceja y dejó ver sus preciosos dientes.
—¿Para que pase lo de la otra vez?—dije sonriendo.
No me lo creía, después de lo ocurrido tenía ganas de sonreír, vivir. Y pensar que quería acabar con mi vida, de la forma más horrible posible.
—Controlaré a mis amigos—acompañó con una carcajada.
—No me refiero a tus amigos—dije mientras me espabilaba.
Me refería a ese beso, por muchas horas que pasasen aún lo necesitaba.
—Estoy perdido—dijo mientras se mordía la comisura del labio inferior.
Intenté apartar el tema, pero el siguió insistiendo, con cada palabra se acercaba más y más.
—No me cambies de tema—dijo con cierto tono de enfadado.
Pero pronto volvió a sonreír. Yo no podía evitarlo, algo dentro de mi quería cogerle y abrazarle, pero apenas tenía fuerzas y dudaba que él tuviera ganas.
—Ya te lo contaré—sonreí—si me vas a cuidar cuando esté enferma tendremos tiempo ¿no?
—Sí—me devolvió la sonrisa—lo tendremos.
Relajamos la tensión que teníamos y ambos nos acomodamos en la camilla, sentados, uno delante de otro.
—Entonces, ¿voy a vivir en tu casa?
—Exacto—dijo afirmando.
—Espero salir pronto entonces—soplé hacia arriba intentando quitarme un mechón de la cara.
Acercó su mano y me lo llevó detrás de la oreja. Volvimos a estar tan cerca como la última vez, pero no era por el mismo motivo, o eso parecía. Compartimos el mismo aire unos minutos más, ninguno de los dos decidimos separarnos. Ese verde intenso, notaba su aliento e incluso podía apreciar sus pestañas en mis pómulos. La última vez fue el chasquido de la puerta, en estos momentos fue la música de su móvil la que empezó a sonar.
—Perdona—lo sacó de su bolsillo y puso mala cara al ver quién era—tengo que responder.
Leí sus labios y vi que decía el nombre de Josh.
—No..—me restregué la frente—no pasa nada.
Salió dando un portazo, y oí un par de gritos.
Tenía la sensación de que el destino nos daba muchas posibilidades pero ninguno de los dos las aprovechábamos. A lo mejor era lo que tenía que ocurrir. Resoplé.
—Joder, estaba tan cerca—me dije a mi misma en voz alta—tan cerca como la otra vez..
Dejé que mis párpados cayeran con el cansancio que tenía en el cuerpo y por fin sentí que por una noche dormiría sin miedo.

domingo, 8 de abril de 2012

~Capítulo diez.

Aunque no fuera mi sangre sentía la sensación de que se había derramado por mi culpa. No besarle fue el colmo que hizo que se intentara suicidar o eso pensé. Lo peor fue verla tirada en el suelo. Recuerdo esa situación como si hubiera sido hace unos minutos. Ese charco de sangre que la rodeaba.
Alguien golpeó la puerta y entro. Una bata blanca se asomó y sonrió al verme.
—¿Eres el chico que ha llamado?—Me dijo mientras se llevaba a la espalda la información médica de Alice.
—Sí, soy Charlie.
—¿Hermano?
Negué con la cabeza y me entristecí, debería haber estado a su lado.
—¿Novio?—Me volvió a preguntar al ver que no había acertado.
—No, no lo soy..—Me sonrojé y eché la vista hacia la camilla.
Estaba demasiado delgada, y presentaba diversos moratones y arañazos, pero lo que hacía estremecerme eran sus muñecas.
—Bueno, como me han dicho tú has sido él que ha estado ahí.
Asentí y me levanté para estar más cerca del médico.
—Le has salvado la vida, si no hubiera venido antes abría perdido demasiada sangre y..—decidió no continuar al ver mi expresión de solo oír eso.—os dejo solos, a lo mejor se despierta, y puede que se alegre al verte.
Le esbocé una sonrisa y me acerqué a ella. Miré cada uno de sus moratones y heridas, solo podía habérselas producido su padre, pero no sabía ni cómo, ni por qué. Llevé la vista a la ventana y vi que estaba nublado, el invierno se acercaba. Odiaba esa época, en la casa de acogida apenas había calefacción y los inviernos eran muy duros, él único calor humano que quería era el de Alice, pero no la veía muy dispuesta en estos momentos.
Sentí como alguien rozaba la yema de mis dedos. Rápidamente bajé la vista. Se había despertado.
—Char..—la interrumpí.
—Calla, tienes que descansar.—La arropé con la manta y me quedé mirándola.
Me quise dar la vuelta, pero su débil mano agarraba la mía.
—Gracias por estar aquí—Dijo con mucha dificultad.
—No dudes, que después de que estés bien, te vas a llevar la tuya—Todavía no me creía lo que había hecho, todavía no me creía la situación en la que me había encontrado. Al principio me costó reaccionar, pero llamé a tiempo.
—¿Mi padre sabe algo?—Dijo mientras intentaba ponerse de lado, pero al ver que no podía se rindió.
—Le han estado llamando, pero no da señales de vida.
Rechistó y sonrió.
—Es un cabrón, nunca se ha preocupado por mi, y tampoco creo que lo haga ahora.
Los dos miramos a la puerta, alguien estaba entrando. Me imaginé que sería su padre y la rabia se apoderó de mi.
—Soy yo, tengo que hablar un momento con Alice..—entró y dejo medio abierta la puerta.
Me echó una mirada con intenciones de que me fuera.
—¿No se puede quedar?—Dijo mientras me soltaba la mano y suplicaba a la enfermera.
—Es mejor que se vaya, luego si quiere que entre.—dijo convencida.
Obedecí y salir sin apenas hacer ruido, la enfermera se sentó al lado de Alice y empezaron a hablar.
Si me paraba a pensar apenas había estado con ella. Dos o tres momentos como mucho. Pero ella me hizo experimentar lo que ninguna persona había logrado en mi. Sus ojos azules y su pelo castaño. Su personalidad su dulce sonrisa. Una persona pasó enfrente mía y se me quedó mirándome apoyada en la otra pared del pasillo.
Levanté la cabeza y me coloqué el pelo. Era una chica rubia.
—¿Qué estás mirando?—Me dijo indignada.
Mostró su superioridad tan solo con esas tres palabras.
—Me estabas mirando tú.—me reí— te lo tendría que preguntar a ti.
—Soy Renee.
—Yo Charlie.—aunque se hubiera presentado me parecía bastante egocéntrica.
Ninguno de los dos dijimos nada, nos quedamos en silencio, hasta que de sus labios salieron unas palabras.
—¿Charlie? ¿Charlie Blair?—Dijo mientras se aproximaba a mi lado.
Mi rostro expresó sorpresa, ¿como sabía mi nombre?
—S..sí. Soy yo.—dije curioso—¿cómo lo sabes?
—Bueno, sé los nombres de los chicos guapos..—dijo mordiéndose el labio inferior.
Se acercó a mi brazo pero yo di unos pasos hacia delante. Intentó disimular y se llevó el pelo atrás en un recogido.
—Eres amiga de Alice.
—En efecto.
Asentí a su respuesta y asimilé lo que pretendía esa chica, ¿me había echado un piropo? ¿Así por las buenas? ¿Estando su amiga en el hospital?
—¿No vas a verla?—dije intentando disuadir el silencio.
—No creo que quiera verme—dijo mientras rebuscaba en su bolso.
—Pero es tu amiga, no creo que rechace visitas.
Elevó la mirada y dejó de buscar.
—Pero mira que eres pesado—soltó.
Abrí los ojos y fruncí el ceño. Vi que sacaba una cajetilla de tabaco de su bolso. Busqué rápidamente alguna señal en donde decía no se podía fumar, aunque, en un hospital era evidente.
Señalé con el dedo el cartel ya que se había encendido un cigarrillo.
Se dio la vuelta y levantó los hombros.
—Nos van a regañar—dije mientras intentaba quitar el humo con las manos.
—¿Y a mi qué?
Era impertinente, borde, me ponía de los nervios, y sobretodo, era inmadura. Saber la situación de Alice y comportase así.
Puse el oído en la puerta, y pude percibir aún voces en la otra habitación, aún no habían terminado.
 —Te van a regañan—me soltó con cierto tono burlón.—me caes bien.
Soltó el humo y sonrió.
—Pues tú a mi no.—No me ande con rodeos.
Esbozó una carcajada y tiró el tabaco al suelo, mientras lo aplastaba con sus zapatillas.
—Listo, ya no fumo.
—Bien—respondí un poco distraído, seguía pendiente de la puerta—ahora voy a entrar.
—Entraré contigo..—me susurró en el oído.
Me di la vuelta y vi que estábamos muy cerca. Me choqué contra la pared al ver que estaba tan pegada a mi.
Mi bolsillo empezó a temblar. Ella lo notó y se alejó dejándome espacio para respirar. Lo saqué sin apenas mirar quién era, me daba igual, tenía que salir de esa tensión que había creado Renee.
—Charlie, ¿dónde estás?—me dijo alguien al otro lado del teléfono.
—¿Quién eres?—Dije mientras me rascaba la cabeza, no me sonaba su voz.
—Soy Josh.
Cuando me quise dar cuenta la chica había desaparecido, miré a ambos lados del pasillo, parecía que se había esfumado junto al humo de su cigarrillo.
—¿Estás ahí?—Oí en un eco del teléfono, me lo pegué de nuevo a la oreja.
—Estoy en el hospital.—dije mientras me frotaba el brazo.
Sentí como algo rozaba mi espalda, era el borde de la puerta, ya habían acabado de hablar.
—¡Espera!—dije a la enfermera, pero ella siguió caminando.
Dejó la puerta abierta, y pude observar a Alice y su rostro encharcado por sus propias lágrimas.