Después de tres años, he decidido volver. Esta historia ha sido siempre una espinita en mi corazón y fui tan tonta de no continuarla, aunque yo en mi mente sabía que quería escribir.
Gracias a una compañera y sus ánimos, después de tres años, he decidido publicarla en Wattpad, continuarla y finalizar la historia de Alice. He cambiado el nombre a Alice Flint, pero sigue siendo la misma historia.
He cambiado y corregido algunos capítulos, ya que no sigo siendo la misma niña como cuando lo escribí.
Dudo que sigáis entrando en el blog.. y si lo hacéis, espero que me deis otra oportunidad y me leáis en Wattpad.
¡MUCHAS GRACIAS POR MIS AÑOS DE ESCRITORA, PERO HE VUELTO Y CON MUCHAS GANAS!
Aquí os dejo mi usuario: @alwaysfebruary
Y el link de la novela:
https://www.wattpad.com/story/92963961-alice-flint
Gracias por todo y espero que no sea demasiado tarde.
Más allá de la imaginación
La vida de Alice da un cambio radical a raíz de sus acciones inmaduras.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
domingo, 27 de enero de 2013
~Capítulo veintisiete.
«Se abre la sesión.»
«Empezamos hablando de lo que sucedió, para recordar las cosas, porque parece que se le ha olvidado, señor Blair.» Llegó a decir muchas más cosas, pero entre nosotros, no le presté atención.. tenía más cosas en la mente, en lo que pensar, o más bien no tenía nada y no quería escucharle. Rocé la mesa con los dedos, con la mano que estaba sin atar, mientras que la otra, estaba sujeta por una esposa, sujetándome a una silla.
«Charlie..» y más y más palabras salieron de su boca. «Responda..»
«¿Sabe por qué usted está aquí, verdad?»
5864.- Bordado en el uniforme, por llamarlo de alguna forma. Era naranja, apagado, no fluorescente como el de las películas. Un número que me pesaría toda la vida.
—¿Por robarle el corazón?—solté, sonriendo.—Claro que lo sé,—. Confirmé su pregunta.—¿Me cree estúpido?—bajé la mirada, no arrepentido, sino con furia.
—Tenga respeto.—me dijo mi abogado, agarrándome la mano. ¿Sería por algo en especial? Ganase o perdiese el juicio ya estaba pagado. Pero mi futuro estaba en mis manos, no en las suyas.
Dejó el mazo y me miró la juez.
—Cállese si no quiere acabar peor.—suspiró, y acto seguido le imité, suspirando aún más fuerte, haciendo más ruido, jugando un futuro que ya estaba perdido, bajo tierra.
Recuerdo los días entre rejas, recuerdo esa semana donde solo recibía palizas, vomitando sangre, y con los ojos morados, mientras que mis nudillos estaban intactos.
Me miraban con asco, con ''superioridad'', deberían verse, yo me defendí a mi mismo. Ellos, al contrario, me pegaban por dinero, un papel valía más que su orgullo y dignidad, pero en este caso.. les daba igual.
«Acusado por secuestro..» Me escupían, pero eso no fue nada comparado cuando me fracturaron la nariz, ¿qué hicieron? Ni me sacaron allí, pensarían ''qué se pudra en su sangre'', pero acabó yendo alguien para escayolarme, ¿qué dije? ¿Qué me habían pegado unos ''policias'' que vestidos de uniforme se sentían más grandes? No, la verdad es que no dije nada. El silencio, era la mejor venganza.. menos por la noche. ¿A qué me dediqué? Una y otra vez cantando. Jugando con su paciencia, poniéndoles histéricos. Me llegaron a poner esparadrapo en la boca.. pero conociéndonos, perdonadme por la expresión, pero seguía dando por culo.
«Acusado por violación..» Me quedé con las ganas de decirle todo, soltarle todo de un suspiro, aunque fuese mi último aliento, se lo daría a ella. Alice.
«Por asesinato..»
—¿A terminado ya? Solo por preguntar, no tengo mucho tiempo, quiero eligir la litera de arriba.—sonreí,—Tengo prisa.—solté un bufido, como un perro.—Pero si aún no ha terminado, si aún le queda algo por decir, hágalo ahora, ya que no podré oír más mentiras.—sonreí.—¿Puedo?—miré a mi abogado, parecía principiante, y en efecto, lo era.
—Cla..claro,—se le quebró la voz.
—¿Puedo, señoría?—y antes de que dijese nada, decidí hablar.
En esos mismos juzgados..
—Mírame Josh—, la miré, sus ojos oscuros me sonreían. No era sus labios, sus ojos, la forma en la que hacía, me trasmitía algo, dulzura.—Podrás recordarme, rezo con ello.—le volví a mirar, mientras entrecerraba los ojos, respiraba hondo y rozaba su mano. Su voz trasmitía esperanza, fuerza.
—Hasta entonces, ¿nos podemos conocer?—volví a encontrar su mirada, tan perdida como mis recuerdos.
—Pero, yo ya te conozco,—su voz quebró,—nos conocem..—paró en seco, respirando y sorbiendo para arriba el aire, como si quisiera llenarse los pulmones de algo que no fuese dolor.
Era distinta, me resultaba distinta.
¿Sería por algo en especial el que no me contase quién era? ¿Lo que era ella para mi o yo para ella? Nunca dejaba de hablar, contándome la vida del resto, dándome detalle de quién era cada uno en mi vida, que hizo; que hicieron.
Pero ella, ella era la única que esperaba que yo mismo lo recordase. Los médicos, me dijeron que estuve mucho tiempo sin oxígeno en el cerebro, para llegar a recordar con detalle las cosas, pero ella no fue solo un detalle, sino, no estaría siempre aquí, a mi vera, como un perro a mis pies.
Podría sonar a locura, solo llevaba un mes con ella, pero podía notar que sus ojos estaban enamorados de mi.
Delante de la juez..
—Aún me lo sigo preguntando, el qué hago aquí, cómo llegue. La verdad es que no lo sé, me han transportado con una capucha en la cabeza, pero, parece que no me recuerdan, no hace falta leer mi historial para saber quién soy, he salido en las noticias numerables veces—empecé a narrar, me llevé la silla conmigo mientras caminaba como podía. Intentándola buscar, intentado ver su pelo rizado, sus ojos azules con la raya marcada, intentaba buscar su mirada perdida, sus labios color cobre y su respiración acortada.—Hace once años.. yo solo era un crío, cuando, ¿mataron a mi padre? Ah,—miré al jurado,—¿os preguntaréis quien fue, verdad?—sonreí,—no os comáis el coco, están aquí mismo, vestidos con uniforme.—les miré. Y divisé una división de policías rodeando a una persona, sería ella. Era Alice.—La gente que pretende mantener el control, desmoronó mi vida, señores. No recuerdan como mi madre cayó en depresión, porque mi padre fuese asesinado a golpes por defender a un crío de diecisiete años en una manifestación.—se me inundaron los ojos, dejándome apenas la voz gritando.—Mi madre me abandonó, viendo que no podría cuidarme, años después.. apareció muerta. En un abrir y cerrar de ojos me quedé huérfano ¿qué me dejaron? ¿Qué me queda?—me senté, alzando la mano esposada.— Díganmelo ustedes, ¿qué tengo por luchar? ¿La esperanza? ¿Cuántas veces he entrado por estas puertas por defender ante los policías a los que no eran ''inocentes''? ¡Muchas!—me respondí a mi mismo.—Demasiadas.—suspiré.
Rocé mi pelo anaranjado, que era a juego que mi vestimenta.—Ahora, señoría, le suplico que si va a seguir hablando, sea algo positivo, sino, ya puede callarse y decidir mi destino.
No presté atención a sus palabras, pero oía voces, pensé en correr entre la poca gente que había, apartaría a los guardias que la rodeaban, habría sangre en mis muñecas del roce. Pero era peor el dolor de dentro. La diría que la amaba y, así fue. Así lo hice, nadie me detuvo. La miré, «Te amo, esto no es una despedida, te lo prometo.»
Miré al resto, y la mayoría mantenían lágrimas en los ojos, mientras ya habían decido que hacer con mi vida. La muerte sería un descanso de lo que me esperaba, del dolor que podría sufrir. No había peor enemigo que yo mismo, era el que más daño podía hacerme, pero el padre de Alice quería gozar de esa satisfacción.
No había mayor poder que el dinero.
«Solo seré un papelito con un número, pero soy más valorado e importante que tu vida.»
Fui a la guerra, a luchar por algo perdido.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
~Capítulo veintiséis.
Entré de la misma forma que había llegado, sorprendido, sin entender nada, ¿tendría que hacerlo? A lo mejor, pero no estaba realmente seguro. La miraba, ¿sería ella mi ángel? ¿Mi salvación? ¿La persona que me haría ir por el buen camino? También lo dudaba, no sabía si era buena persona, no sabía si era la mejor opción, el hacerle caso.
—¿Ocurre algo, Charlie?—me miró.—Estás sudando.—dijo. Me cogió y me llevó a un cuarto totalmente blanco. Era verdad, estaba sudando, sería porque hacía mucho calor y llevaba un polar, o por los nervios que me producía estar en ese lugar. Eran ambas. Esta situación me aterrorizaba. Y me hacía el fuerte.
—No, no pasa nada.—Me ofreció sentarme. Obedecí.—Quería preguntarte qué.
—Cállese.—me callé. Sacó algo del pantalón. Su pistola, dejándola en la mesa.—Mejor no preguntes.—sonrió arqueando las cejas, arrugando el rostro, y encogiendo mi alma.
Miraba la pistola con recelo, lo que daría por volver a tener una. Sí, la tuve, pero eso es otra historia.
—¿Te gusta?—sonrió,—venga, cógela, lo estás deseando.—Renee me leyó la mente y un escalofrío recorrió mi piel.
Estiré el brazo y la empuñé. Apuntándola.
—Si sabes de armas, verás que no está cargada.—Me lo imaginaba, así que le devolví la sonrisa con amargura.
—¿Por qué estoy aquí, Reene?—le pregunté mientras la observaba con envidia.
—Charlie, el padre de Alice, te ha delatado.—suspiró.—Quiere llevarte a juicio.
—¿No sería mejor que se deshiciera de mi?—dije.—Manchando sus manos con mi sangre, no tendría cargos, y nadie se daría cuenta de mi desaparición.
—Yo sí.
—Y luego él se libraría de ti.—la miré. Era buena persona. En el fondo, o quería a Alice, o me quería a mi.—Por ayudarme.—suspiré.—Por avisarme.—volví a suspirar, llenando mis pulmones de un aire vacío, quemándome por dentro.—Por lo que estás haciendo.
—¿Hacer?—rió, tocándose la espalda. —¿Crees que esto es una ayuda?
—Por eso me llamaste, ¿verdad?—empecé a dudar por un segundo, que se convirtieron en minutos interminables, hasta que decidió abrir los labios, para decirme la verdad.
—Lo siento Charlie,—sacó del pantalón otra arma, apuntándome.—Pero te quiero seguir viendo muerto.
A diferencia del arma que tendría en las manos, esa sí estaba cargada.
Tiré la mesa con la pierna derecha, dejándola a ella en el suelo. Corrí hacia la puerta, tirando del picaporte. Tenía sangre en las manos, y toda la habitación blanca me dio la impresión de que era roja.
—¿Bonita, verdad?—Tosió sangre.—Fue diseñada especialmente para esto, estos meses.
No la miré y seguí tirando y empujando la puerta. No podía abrirla.
—¡Ábrela, joder!—le grité. Liberando mi dolor, mi furia.—Abre la puta puerta Reene.—Dije silabeando, era gracioso, ya que no tenía en cuenta de que ella tenía un arma, y yo, no tenía nada.—¡Qué la abras!—Mi voz resonó por toda la habitación, haciéndola más grave, más terrible.
Se rió.
Me acerqué, a su rostro, las palabras no servirían, pero, ¿y si la besaba?
Cambié mi cara en apenas en una milésima, pasando mi mano por su pelo, y quitando sus mechones rubios de su rostro. Acercando mis labios a su oído, noté como se estremecía al notar mi cálida piel en su oreja. Caminé mi mano por su cadera, y acercándola a mi cuerpo.
—Antes de morir, querría tener mi último placer.—le susurré. Cogió mi pantalón y se acercó a mi boca.—Será rápido.—supliqué, mi voz temblorosa y débil fue lo único que se oyó. Extrañada se mordió los labios y soltó mi mano. Posó sus labios en los míos, la cogí del pelo y la encerré entre la pared y mi cuerpo.
Volví a besarle. La mordí, no sabía si era por satisfacción o por jugar un rato más con ella, pero lo hice. Paré en seco, y se llevó su mano a los bolsillos. Donde estaba su arma. Sonreí.
—Lo siento Reene, pero yo también te quiero ver muerta.
Y disparé.
En un hospital..
Agarré su mano, con fuerza, haciéndome daño.—¿Me oyes?—grité, dándome cuenta de que me podría oír él y toda la planta. Le miré, tan pálido, pero me daba la impresión de que estaba más vivo. Solté sus dedos y corrí hacia la puerta, gritando con todas mis fuerzas, dando la mayor noticia de mi vida, qué había despertado.—¡Enfermera!—corría como una niña, dejé de ser Andy, la joven de dieciocho años, para convertirme en una cría de cinco, dando saltos de felicidad.—¡Enfermera!—volví a gritar.—¡Está despierto, Josh, está despierto!—lloraba, me ahogué en mis lágrimas, y apenas podía vocalizar.—¡Está despierto!
La cogí del brazo a la mujer y le llevé a la habitación.
—Andy.. le dije que no podría suceder.
—¡Le he dicho que está despierto, me ha agarrado la mano! ¡Me ha apretado!—la gritaba arrastrándole por los pasillos.—¡No le estoy mintiendo, es la verdad!
Llegamos al borde de la puerta, y vi su cuerpo, igual de quieto, en la misma posición. Pero con una sonrisa.
—No.—se quedó perpleja.—¿Lo has hecho tú? ¿Le has movido los labios para que..?
—No, de verdad.
—Está sonriendo.—dijo, emocionada.
—¿Entonces se ha curado? ¿Ya no está en coma?—grité, sin contener mis ganas de explotar.
—Probemos.
Nos acercamos a la camilla, le miró los ojos y sonrió a Josh.
—Hoy está muy guapo, Señor Green.—rió.—Muy muy guapo, sería un buen día para que se fuese, ¿no cree? Qué ya lleva más de dos meses ocupando una camilla.—dijo con humor, pero en realidad era la verdad. Volvió a estirar la mano, agarrando a la enfermera del brazo. Lo notó y sonrió, indicando que me acercara.—A lo mejor al principio no puede hablar muy bien, y también le dije que puede que haya perdido la mem..
—Ya ya, sí.—no le hice caso.—¿Me puedo marchar ya con él?
—Puedes.
Inclinó su cuerpo y vi como respiraba, como su tripa se hinchaba al coger el aire.
—Josh, soy Andy, ¿me recuerdas?
No conseguía mantener la mirada fija en mis ojos.
—Te voy a llevar a casa.—volví a llorar.—A nuestra casa.
Abrió los labios, y me miró.
Dijo con apenas fuerza.
—¿Quién eres?
En una calle de Irlanda..
Salí. Seguía viendo su rostro, me miraba, lo hacía durante minutos, sin dejar la vista en mi. Sus ojos mostraban lágrimas. Se me encogió el corazón, ardor. Parecía que era él. Pero era la cara de un desconocido, que me miraba con sus ojos, con su pelo, sus labios.—Una simple imagen Alice.—mordí mis labios.—Debo correr.—Y así hice, me adentré entre las calles, llegando al puerto marítimo.
—Qué me debe deparar..—suspiré cogiendo aire. Miré al cielo, las calles, todo estaba vacío, solo se oía mi respiración agitada y mis ganas de caer. Dejé de estar en mis pensamientos cuando oí una sirena.
Me introduje en una calle.
Oscuridad, era familiar, pero aún no sabía donde me encontraba. Apoyé mi peso en una pared, rozando los ladrillos con las yemas, imaginándome que era su rostro. La empujé, como si quisiera sostenerla, como si se fuera a derrumbar, sepultando mi cuerpo. Dejando un destrozo en una calle de Irlanda.
Oí un susurro, un tintineo de dientes, noté como una vena se hinchaba, los suspiros de alguien familiar. Un gesto fruncido, una sonrisa satisfactoria.
—Por fin nos encontramos.
Reconocí su gélida y grave voz.
Mi padre.
—¿Ocurre algo, Charlie?—me miró.—Estás sudando.—dijo. Me cogió y me llevó a un cuarto totalmente blanco. Era verdad, estaba sudando, sería porque hacía mucho calor y llevaba un polar, o por los nervios que me producía estar en ese lugar. Eran ambas. Esta situación me aterrorizaba. Y me hacía el fuerte.
—No, no pasa nada.—Me ofreció sentarme. Obedecí.—Quería preguntarte qué.
—Cállese.—me callé. Sacó algo del pantalón. Su pistola, dejándola en la mesa.—Mejor no preguntes.—sonrió arqueando las cejas, arrugando el rostro, y encogiendo mi alma.
Miraba la pistola con recelo, lo que daría por volver a tener una. Sí, la tuve, pero eso es otra historia.
—¿Te gusta?—sonrió,—venga, cógela, lo estás deseando.—Renee me leyó la mente y un escalofrío recorrió mi piel.
Estiré el brazo y la empuñé. Apuntándola.
—Si sabes de armas, verás que no está cargada.—Me lo imaginaba, así que le devolví la sonrisa con amargura.
—¿Por qué estoy aquí, Reene?—le pregunté mientras la observaba con envidia.
—Charlie, el padre de Alice, te ha delatado.—suspiró.—Quiere llevarte a juicio.
—¿No sería mejor que se deshiciera de mi?—dije.—Manchando sus manos con mi sangre, no tendría cargos, y nadie se daría cuenta de mi desaparición.
—Yo sí.
—Y luego él se libraría de ti.—la miré. Era buena persona. En el fondo, o quería a Alice, o me quería a mi.—Por ayudarme.—suspiré.—Por avisarme.—volví a suspirar, llenando mis pulmones de un aire vacío, quemándome por dentro.—Por lo que estás haciendo.
—¿Hacer?—rió, tocándose la espalda. —¿Crees que esto es una ayuda?
—Por eso me llamaste, ¿verdad?—empecé a dudar por un segundo, que se convirtieron en minutos interminables, hasta que decidió abrir los labios, para decirme la verdad.
—Lo siento Charlie,—sacó del pantalón otra arma, apuntándome.—Pero te quiero seguir viendo muerto.
A diferencia del arma que tendría en las manos, esa sí estaba cargada.
Tiré la mesa con la pierna derecha, dejándola a ella en el suelo. Corrí hacia la puerta, tirando del picaporte. Tenía sangre en las manos, y toda la habitación blanca me dio la impresión de que era roja.
—¿Bonita, verdad?—Tosió sangre.—Fue diseñada especialmente para esto, estos meses.
No la miré y seguí tirando y empujando la puerta. No podía abrirla.
—¡Ábrela, joder!—le grité. Liberando mi dolor, mi furia.—Abre la puta puerta Reene.—Dije silabeando, era gracioso, ya que no tenía en cuenta de que ella tenía un arma, y yo, no tenía nada.—¡Qué la abras!—Mi voz resonó por toda la habitación, haciéndola más grave, más terrible.
Se rió.
Me acerqué, a su rostro, las palabras no servirían, pero, ¿y si la besaba?
Cambié mi cara en apenas en una milésima, pasando mi mano por su pelo, y quitando sus mechones rubios de su rostro. Acercando mis labios a su oído, noté como se estremecía al notar mi cálida piel en su oreja. Caminé mi mano por su cadera, y acercándola a mi cuerpo.
—Antes de morir, querría tener mi último placer.—le susurré. Cogió mi pantalón y se acercó a mi boca.—Será rápido.—supliqué, mi voz temblorosa y débil fue lo único que se oyó. Extrañada se mordió los labios y soltó mi mano. Posó sus labios en los míos, la cogí del pelo y la encerré entre la pared y mi cuerpo.
Volví a besarle. La mordí, no sabía si era por satisfacción o por jugar un rato más con ella, pero lo hice. Paré en seco, y se llevó su mano a los bolsillos. Donde estaba su arma. Sonreí.
—Lo siento Reene, pero yo también te quiero ver muerta.
Y disparé.
En un hospital..
Agarré su mano, con fuerza, haciéndome daño.—¿Me oyes?—grité, dándome cuenta de que me podría oír él y toda la planta. Le miré, tan pálido, pero me daba la impresión de que estaba más vivo. Solté sus dedos y corrí hacia la puerta, gritando con todas mis fuerzas, dando la mayor noticia de mi vida, qué había despertado.—¡Enfermera!—corría como una niña, dejé de ser Andy, la joven de dieciocho años, para convertirme en una cría de cinco, dando saltos de felicidad.—¡Enfermera!—volví a gritar.—¡Está despierto, Josh, está despierto!—lloraba, me ahogué en mis lágrimas, y apenas podía vocalizar.—¡Está despierto!
La cogí del brazo a la mujer y le llevé a la habitación.
—Andy.. le dije que no podría suceder.
—¡Le he dicho que está despierto, me ha agarrado la mano! ¡Me ha apretado!—la gritaba arrastrándole por los pasillos.—¡No le estoy mintiendo, es la verdad!
Llegamos al borde de la puerta, y vi su cuerpo, igual de quieto, en la misma posición. Pero con una sonrisa.
—No.—se quedó perpleja.—¿Lo has hecho tú? ¿Le has movido los labios para que..?
—No, de verdad.
—Está sonriendo.—dijo, emocionada.
—¿Entonces se ha curado? ¿Ya no está en coma?—grité, sin contener mis ganas de explotar.
—Probemos.
Nos acercamos a la camilla, le miró los ojos y sonrió a Josh.
—Hoy está muy guapo, Señor Green.—rió.—Muy muy guapo, sería un buen día para que se fuese, ¿no cree? Qué ya lleva más de dos meses ocupando una camilla.—dijo con humor, pero en realidad era la verdad. Volvió a estirar la mano, agarrando a la enfermera del brazo. Lo notó y sonrió, indicando que me acercara.—A lo mejor al principio no puede hablar muy bien, y también le dije que puede que haya perdido la mem..
—Ya ya, sí.—no le hice caso.—¿Me puedo marchar ya con él?
—Puedes.
Inclinó su cuerpo y vi como respiraba, como su tripa se hinchaba al coger el aire.
—Josh, soy Andy, ¿me recuerdas?
No conseguía mantener la mirada fija en mis ojos.
—Te voy a llevar a casa.—volví a llorar.—A nuestra casa.
Abrió los labios, y me miró.
Dijo con apenas fuerza.
—¿Quién eres?
En una calle de Irlanda..
Salí. Seguía viendo su rostro, me miraba, lo hacía durante minutos, sin dejar la vista en mi. Sus ojos mostraban lágrimas. Se me encogió el corazón, ardor. Parecía que era él. Pero era la cara de un desconocido, que me miraba con sus ojos, con su pelo, sus labios.—Una simple imagen Alice.—mordí mis labios.—Debo correr.—Y así hice, me adentré entre las calles, llegando al puerto marítimo.
—Qué me debe deparar..—suspiré cogiendo aire. Miré al cielo, las calles, todo estaba vacío, solo se oía mi respiración agitada y mis ganas de caer. Dejé de estar en mis pensamientos cuando oí una sirena.
Me introduje en una calle.
Oscuridad, era familiar, pero aún no sabía donde me encontraba. Apoyé mi peso en una pared, rozando los ladrillos con las yemas, imaginándome que era su rostro. La empujé, como si quisiera sostenerla, como si se fuera a derrumbar, sepultando mi cuerpo. Dejando un destrozo en una calle de Irlanda.
Oí un susurro, un tintineo de dientes, noté como una vena se hinchaba, los suspiros de alguien familiar. Un gesto fruncido, una sonrisa satisfactoria.
—Por fin nos encontramos.
Reconocí su gélida y grave voz.
Mi padre.
viernes, 26 de octubre de 2012
~Capítulo veinticinco.
Caminaba. Dos, tres segundos. La luz parpadeaba a la misma velocidad que mis latidos. Cuales ascendían por segundos. Oscuridad, y después, una tibia luz. Todo había cambiado con una llamada.«—Todo, ¿todo?—», pensé.—Todo.—dije suspirando. El pasillo no terminaba. Me acordaba de su sonrisa, que era lo único que me tranquilizaba en estos momentos. Angustia, arrepentimiento, decepción. A ese orden pasaron todos mis pensamientos. Miré al techo, una gotera era lo único que me acompañaba, hasta que oí unos pasos, y como una sombra se acercaba a la mía. No nos miramos, ni nos dimos ningún saludo. Cada uno por su lado, caminando por ese estrecho pasillo que parecía no acabar.
Me llevé las manos al pelo, quitándome el sudor de la frente. Hacía calor, no recordaba muy bien como había llegado, pero esa fueron las direcciones que me habían dado. Fueron bajar unas escaleras interminables, parecidas a las de un hospital, pero llegó el momento en el que ya no recibía luz natural. En efecto, estaba bajo tierra, y lo único que no podía soportar era el agobio de tener toneladas de cosas encima de la cabeza. No, no me refería a la tierra, ni edificios, ni nada físico, sino mental, me refería a mis pensamientos.—¿Es el final?—dije, temblando. Temblaba, notaba como mis dedos ya no agarraban mis pantalones y se movían sin control.—¡Joder Charlie, no puede ser el final!—volví a gritar. Doblando mi espalda y clavando las rodillas en el suelo.—¡No puede serlo!—volví a gritar. Mi voz se oyó hasta el final del pasillo, donde se encontraba una puerta. Había llegado.
En la habitación de Josh del hospital..
Me miró, yo tan extrañada como él, intentando entender toda la información que me estaban dando.—Es un fugitivo.—miré a Ralph. Me miró con decepción, asombro y miedo.—Una enfermera nos avisado de que estaba aquí.—suspiré, ¿Charlie? ¿Fugitivo? ¿De qué?—Secuestró y violó a Alice Flint.—un nudo en la garganta me impidió seguir respirando.
—¿Alice Flint?—añadió Ralph, mirándome. No me habían reconocido. Solo tuve una idea, huir.
—Así es muchacho.—agarró sus esposas.—¿La conoce?—negó con la cabeza.—¿Y la ha visto?—volvió a preguntar al ver su respuesta. Me cubrí con la bufanda, tapándome más la cara. Y bajé el gorro que llevaba para que se me vieran menos los ojos. Quería llorar, gritar, tirarme al suelo y patalear como una niña pequeña. Pero no reaccionaba, notaba que mis piernas estaban clavadas al suelo, sin poder moverme, sin poder huir. Miré a Ralph, y lo único que pude ver fue una imagen de Charlie. Mirándome con decepción.
En esa misma habitación..
Continuaron las preguntas, cuales yo respondía por ambos. Alice no podía hablar, ni articular ningún gesto. Me miraba con pena, como si no me estuviera mirando a mi, como si hubiera mirando algo que no fuese yo.
Pero seguí mirando al policía.—¿Usted es amigo de el señor Blair, verdad?—respondí, más seco que la paja. Le conté que hace unos días que no le veía.—Mentirme es delito.—volvió a comentar, pero yo seguí con la postura de que no sabía nada de él. Mintiendo.
—Le puedo asegurar que no le veo desde hace semanas.—dije.
—La enfermera ha confirmado que ha estado aquí, hace unos minutos.—pasó su mano por su cintura.—¿Acaso cree que soy estúpido?—preguntó con una risa irónica.—¿Y usted?—señaló a Alice. Le miró, y acto seguido me miró a mi.
—Ella tampoco sabe nada.—respondí.
—Hablo con ella.—me interrumpió antes de poder decir otra palabra más. La volvió a mirar.—Su cara se me hace conocida.—se le saltaron las lágrimas, y se pasó la manga intentando disimular.
—Tengo una cara muy común.—dijo. Sonreí, sin darme cuenta.
—¿Le hace algo de esto gracia?—se volvió a dirigir a mi.—¿Le ve la diversión a esto?—bufó.
—No.—respondí.—En absoluto.—confirmé satisfecho. Dejaría de interrogar a Alice.
—A mi no me lo parece.—se llevó las manos a las esposas, cuales sacó y empezó a jugar.—Usted deberá saber que su ''amigo''.—recalcó poniendo comillas.—Ha violado a Alice Flint.—alzó las cejas y con la mirada perdida, encontró la de Alice.—Usted se parece mucho a aquella muchacha.
Segundos de pánico corrieron por mi sangre, pero ese policía con barriga parecía demasiado estúpido para darse cuenta. Había cambiado, el pelo más largo y desgastado. Rasgos físicos con magulladuras y en todo caso, había crecido, no era la misma niña de siempre. Le tocó madurar demasiado pronto, pero en el fondo, me gustaba. Sus ojos pintados con una raya negra recalcando su precioso color azul. Era lo único de maquillaje que llevaba en la cara, y, estaba preciosa.—Espera..—dijo. Le miré. Sacó el móvil y puso la clave «guardiacivil». Confirmé que no era muy inteligente al poner esa contraseña.—Un momento.—la miró.
—¿Qué ocurre?—dije, me alteré.
—Usted.—la miró.—¿Se cree que soy idiota?—rió, tan fuerte que se asustó.—¿Y usted?—me miró.—¿Creía que no me iba a dar cuenta?—sonrío.—Qué pena que no hubieras huido.—agarró a Alice.—Querida Alice, te tengo que llevar con tu padre.
No sé si lo hice sin darme cuenta. No sé si fue un acto reflejo o algo que me salió del corazón. Pero empujé a Alice al suelo, dejándola caer, para que reaccionara a la situación. Se levantó y me miró. El policía se dirigió a mi rostro. Recalco, no sé si lo hice porque lo necesitaba, no sabía si era por furia, rabia o impotencia. No sabía si era porque a Alice no la hubiera pasado nada si se hubiera fijado en mi. Pero lo hice, cogí al policía del brazo y le di un puñetazo en el ojo. Dejando a Alice con tiempo. Tiempo para huir.
En los pasillos del hospital..
Me chocaba con todo lo que estaba de por medio. La última imagen que tuve fue como Ralph le proporcionada un puñetazo al policía. Corría, y los pasillos se hacían interminables. Insultos, disculpas, gritos, risas, todo lo que me rodeaba me agobiaba y me hacía más pequeña e indefensa. Debía huir. Esquivar guardias, debía hacer muchas cosas. Pero sobretodo una: Encontrar a Charlie.—Debo avisarle.—dije, mientras corría por un pasillo con solo una salida. La de incendios. Saltó la alarma e hice que mi huida fuese menos sigilosa y segura. Me trababa con las palabras en mi mente, su rostro era lo único que veía en las caras de la gente. Decepción, me miraba con una mirada perdida, con miedo y avisándome de las cosas. Pidiéndome a la vez perdón por tener que irse. Todo eso me decía su mirada, que en el fondo, era fruto de mi imaginación.
En el ascensor..
Decidí volver. Me daba igual que Charlie me regañase después de verme en la habitación de Josh. Necesitaba verle, sentir el poco calor que desprendía su piel y darle el mío. Marqué el botón. «Tercero.» Estaba en el tercer piso, una perfecta caía donde me llevaría con él.
Entró gente y me sentí débil. Abrazados y mirándose, mientras lo que más amaba de mi vida se encontraba en una camilla del hospital. Caminé sola por los pasillos, hasta llegar a su habitación. No había nada. Ni nadie. Solo se encontraba él.—He vuelto.—le dije mientras me acercaba al pie de la cama.—He vuelto para estar contigo.—volví a decir, llorando. Me senté en la silla que se encontraba cerca de su cara, acariciando su rostro frío y pálido.—Te amo Josh.—solté, mientras pasaba la yema de los dedos por su pelo. Escribí, «Te amo.» en la palma de su mano. Otra vez. Mis lágrimas cayeron en su rostro, como si él estuviera llorando, y luego en su mano, cual apreté con todas mis fuerzas. Solo hubo una diferencia. Él también apretaba.
Bajo tierra..
No sabía cuanto tiempo había estado enfrente de esa puerta. Ni lo que me esperaba. Aún no lo sabía. Solo sabía que necesitaba verla, y la había dejado tirada en un hospital. Resoplé. Apoyé mis zapatillas en la pared de enfrente, dejando mi espalda en la pared, y la cabeza entre las piernas. Mis mechones pelirrojos cubrían mi frente. Debería haber entrado, pero a la misma vez nadie salió. Miré el móvil, la tenía de fondo. Su preciosa sonrisa. No podía creer lo que estaba haciendo. La estaba abandonando en sí, había huido sin ella, sin nadie. Había huido solo. Tiré el móvil contra el suelo. Así nadie me encontraría. Yo podría dar con ella. Me sabía su número de memoria, no me hacía falta tenerlo apuntado. La luz de la pantalla se fue poco a poco, igual que su imagen. El pomo de la puerta empezó a girar. Y una sonrisa me recibía.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí?—sonrió dándome su mano para levantarme.
Agarré su mano para impulsarme y me puse a la misma distancia que su rostro.
—Mucho tiempo Reene, mucho tiempo.
Me llevé las manos al pelo, quitándome el sudor de la frente. Hacía calor, no recordaba muy bien como había llegado, pero esa fueron las direcciones que me habían dado. Fueron bajar unas escaleras interminables, parecidas a las de un hospital, pero llegó el momento en el que ya no recibía luz natural. En efecto, estaba bajo tierra, y lo único que no podía soportar era el agobio de tener toneladas de cosas encima de la cabeza. No, no me refería a la tierra, ni edificios, ni nada físico, sino mental, me refería a mis pensamientos.—¿Es el final?—dije, temblando. Temblaba, notaba como mis dedos ya no agarraban mis pantalones y se movían sin control.—¡Joder Charlie, no puede ser el final!—volví a gritar. Doblando mi espalda y clavando las rodillas en el suelo.—¡No puede serlo!—volví a gritar. Mi voz se oyó hasta el final del pasillo, donde se encontraba una puerta. Había llegado.
En la habitación de Josh del hospital..
Me miró, yo tan extrañada como él, intentando entender toda la información que me estaban dando.—Es un fugitivo.—miré a Ralph. Me miró con decepción, asombro y miedo.—Una enfermera nos avisado de que estaba aquí.—suspiré, ¿Charlie? ¿Fugitivo? ¿De qué?—Secuestró y violó a Alice Flint.—un nudo en la garganta me impidió seguir respirando.
—¿Alice Flint?—añadió Ralph, mirándome. No me habían reconocido. Solo tuve una idea, huir.
—Así es muchacho.—agarró sus esposas.—¿La conoce?—negó con la cabeza.—¿Y la ha visto?—volvió a preguntar al ver su respuesta. Me cubrí con la bufanda, tapándome más la cara. Y bajé el gorro que llevaba para que se me vieran menos los ojos. Quería llorar, gritar, tirarme al suelo y patalear como una niña pequeña. Pero no reaccionaba, notaba que mis piernas estaban clavadas al suelo, sin poder moverme, sin poder huir. Miré a Ralph, y lo único que pude ver fue una imagen de Charlie. Mirándome con decepción.
En esa misma habitación..
Continuaron las preguntas, cuales yo respondía por ambos. Alice no podía hablar, ni articular ningún gesto. Me miraba con pena, como si no me estuviera mirando a mi, como si hubiera mirando algo que no fuese yo.
Pero seguí mirando al policía.—¿Usted es amigo de el señor Blair, verdad?—respondí, más seco que la paja. Le conté que hace unos días que no le veía.—Mentirme es delito.—volvió a comentar, pero yo seguí con la postura de que no sabía nada de él. Mintiendo.
—Le puedo asegurar que no le veo desde hace semanas.—dije.
—La enfermera ha confirmado que ha estado aquí, hace unos minutos.—pasó su mano por su cintura.—¿Acaso cree que soy estúpido?—preguntó con una risa irónica.—¿Y usted?—señaló a Alice. Le miró, y acto seguido me miró a mi.
—Ella tampoco sabe nada.—respondí.
—Hablo con ella.—me interrumpió antes de poder decir otra palabra más. La volvió a mirar.—Su cara se me hace conocida.—se le saltaron las lágrimas, y se pasó la manga intentando disimular.
—Tengo una cara muy común.—dijo. Sonreí, sin darme cuenta.
—¿Le hace algo de esto gracia?—se volvió a dirigir a mi.—¿Le ve la diversión a esto?—bufó.
—No.—respondí.—En absoluto.—confirmé satisfecho. Dejaría de interrogar a Alice.
—A mi no me lo parece.—se llevó las manos a las esposas, cuales sacó y empezó a jugar.—Usted deberá saber que su ''amigo''.—recalcó poniendo comillas.—Ha violado a Alice Flint.—alzó las cejas y con la mirada perdida, encontró la de Alice.—Usted se parece mucho a aquella muchacha.
Segundos de pánico corrieron por mi sangre, pero ese policía con barriga parecía demasiado estúpido para darse cuenta. Había cambiado, el pelo más largo y desgastado. Rasgos físicos con magulladuras y en todo caso, había crecido, no era la misma niña de siempre. Le tocó madurar demasiado pronto, pero en el fondo, me gustaba. Sus ojos pintados con una raya negra recalcando su precioso color azul. Era lo único de maquillaje que llevaba en la cara, y, estaba preciosa.—Espera..—dijo. Le miré. Sacó el móvil y puso la clave «guardiacivil». Confirmé que no era muy inteligente al poner esa contraseña.—Un momento.—la miró.
—¿Qué ocurre?—dije, me alteré.
—Usted.—la miró.—¿Se cree que soy idiota?—rió, tan fuerte que se asustó.—¿Y usted?—me miró.—¿Creía que no me iba a dar cuenta?—sonrío.—Qué pena que no hubieras huido.—agarró a Alice.—Querida Alice, te tengo que llevar con tu padre.
No sé si lo hice sin darme cuenta. No sé si fue un acto reflejo o algo que me salió del corazón. Pero empujé a Alice al suelo, dejándola caer, para que reaccionara a la situación. Se levantó y me miró. El policía se dirigió a mi rostro. Recalco, no sé si lo hice porque lo necesitaba, no sabía si era por furia, rabia o impotencia. No sabía si era porque a Alice no la hubiera pasado nada si se hubiera fijado en mi. Pero lo hice, cogí al policía del brazo y le di un puñetazo en el ojo. Dejando a Alice con tiempo. Tiempo para huir.
En los pasillos del hospital..
Me chocaba con todo lo que estaba de por medio. La última imagen que tuve fue como Ralph le proporcionada un puñetazo al policía. Corría, y los pasillos se hacían interminables. Insultos, disculpas, gritos, risas, todo lo que me rodeaba me agobiaba y me hacía más pequeña e indefensa. Debía huir. Esquivar guardias, debía hacer muchas cosas. Pero sobretodo una: Encontrar a Charlie.—Debo avisarle.—dije, mientras corría por un pasillo con solo una salida. La de incendios. Saltó la alarma e hice que mi huida fuese menos sigilosa y segura. Me trababa con las palabras en mi mente, su rostro era lo único que veía en las caras de la gente. Decepción, me miraba con una mirada perdida, con miedo y avisándome de las cosas. Pidiéndome a la vez perdón por tener que irse. Todo eso me decía su mirada, que en el fondo, era fruto de mi imaginación.
En el ascensor..
Decidí volver. Me daba igual que Charlie me regañase después de verme en la habitación de Josh. Necesitaba verle, sentir el poco calor que desprendía su piel y darle el mío. Marqué el botón. «Tercero.» Estaba en el tercer piso, una perfecta caía donde me llevaría con él.
Entró gente y me sentí débil. Abrazados y mirándose, mientras lo que más amaba de mi vida se encontraba en una camilla del hospital. Caminé sola por los pasillos, hasta llegar a su habitación. No había nada. Ni nadie. Solo se encontraba él.—He vuelto.—le dije mientras me acercaba al pie de la cama.—He vuelto para estar contigo.—volví a decir, llorando. Me senté en la silla que se encontraba cerca de su cara, acariciando su rostro frío y pálido.—Te amo Josh.—solté, mientras pasaba la yema de los dedos por su pelo. Escribí, «Te amo.» en la palma de su mano. Otra vez. Mis lágrimas cayeron en su rostro, como si él estuviera llorando, y luego en su mano, cual apreté con todas mis fuerzas. Solo hubo una diferencia. Él también apretaba.
Bajo tierra..
No sabía cuanto tiempo había estado enfrente de esa puerta. Ni lo que me esperaba. Aún no lo sabía. Solo sabía que necesitaba verla, y la había dejado tirada en un hospital. Resoplé. Apoyé mis zapatillas en la pared de enfrente, dejando mi espalda en la pared, y la cabeza entre las piernas. Mis mechones pelirrojos cubrían mi frente. Debería haber entrado, pero a la misma vez nadie salió. Miré el móvil, la tenía de fondo. Su preciosa sonrisa. No podía creer lo que estaba haciendo. La estaba abandonando en sí, había huido sin ella, sin nadie. Había huido solo. Tiré el móvil contra el suelo. Así nadie me encontraría. Yo podría dar con ella. Me sabía su número de memoria, no me hacía falta tenerlo apuntado. La luz de la pantalla se fue poco a poco, igual que su imagen. El pomo de la puerta empezó a girar. Y una sonrisa me recibía.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí?—sonrió dándome su mano para levantarme.
Agarré su mano para impulsarme y me puse a la misma distancia que su rostro.
—Mucho tiempo Reene, mucho tiempo.
jueves, 30 de agosto de 2012
~Capítulo veinticuatro.
Noté
como mi alma se desgarraba al compás de los gritos de mi propio dolor.
Externo y a la vez interno. Repliqué mil veces a los médicos, a las
personas que me rodeaban, hudiéndome más en mis pensamientos.—Despierta,
por favor.—repliqué, rozando sus manos.—Los médicos me han dicho que
puedes oírme.—supliqué llorando.—Por favor, despierta.
—Vete a comer algo, ya me quedo yo con él.—sonrió dándome esperanzas que no había.—Aún hay tiempo para que se despierte. Mucho tiempo, y se acordará de ti.—me gustaría que me lo prometiera, pero ya había perdido todo.—No se va a olvidar de la persona que siempre amó.
—No lo digas en pasado.—pedí. Odiaba que hablasen como si no estuviera con nosotros. Cómo si no estuviese presente. Siempre «era...» «hizo..» cómo si ya no tuviera la oportunidad de serlo o hacerlo. Habían aceptado que se había ido. Unos tardaron más y otros menos, todos pasaron página. Yo seguía estancada en la fase de «Negación.» No quería admitir que estaba en coma. No quería admitir que los médicos tenían razón al decirme que no se despertaría. No quería que le desconectasen al ver que con la guerra había más heridos y necesitaban camillas. Suplicaba a los médicos, pidiéndoles unos días más. En cuales se despertaría. Abriría los ojos, y yo, estaría presente para verlo. Para llorar al ver que me miraba. Pero el tiempo pasaba y yo no corría a la misma velocidad que los segundos.—Me sigue amando.—respondí, agarrando más fuerte su mano.
—Lo sé.—suspiró.—Todos lo sabemos. Pero—me miró.—Andy, está en coma. Han dicho que es difícil que despierte.—no quería oírle.—Y no recordará nada. Lo siento decírtelo pero tienes que aceptarlo.
—¡Cállate!—grité mirándole.—¿Acaso sabes qué es perder a alguien?—volví a elevar la voz, liberando mi furia de dos meses por la boca. Cargando mis penas al único que me había ayudado estos meses. Charlie. Mi querido Charlie, notaba que era lo único que me quedaba.—¿Lo sabes?—volví a gritar, notando como emergían lágrimas.
—Sí. Sabes que lo sé. Y ahora vete.—suspiré.—Voy a llamar a una enfermera para que te saque de aquí.
Vi como Alice se asomaba por el arco de la puerta, trayendo a Ralph detrás. No sabía que había pasado estos meses, no pisé nunca la casa. Pero las cosas habían cambiado desde entonces y nadie lo pudo
remediar. Ni yo, ni nadie.
En aquella camilla..
«Agarraba mi mano, como si no quisiera soltarme, observaba su pelo negro, desde el otro lado de la vida, pero a su lado. Intentaba mover los labios, intentaba decirle que no llorase. No sabía su nombre, pero tampoco sabía cual era el mío. Había oído nombres, muchos, pero estaba perdido. Recordaba palabras sueltas, disparos, llantos, discusiones. Recordaba como aquella chica me cuidaba día y noche, y yo, no podía agradecérselo, porque no era consciente de mi cuerpo, no podía moverme. Intentaba mover los dedos cuando me cogía la mano, pero, lo que más quería hacer, era sonreír. No sé si lo había conseguido, pero todo mi ser se había esforzado para regalar una pequeña sonrisa al mundo. Que como parecía desde mi punto de vista, yo era el mundo de esa chica..»
En esa misma habitación..
Entendí un «Cuídala.» salido de sus labios. ¿A quién se refería? ¿A Andy, Alice? Me limité asentir, sin saber a que se debía.—Hola Josh,—dijo Alice.—Te estás dejando barba, ¿verdad?—río, con una triste sonrisa en la cara, actuando como si hubiera aceptado su pérdida, pero no, nadie la había aceptado, quién nos iba a engañar.
Miraba su figura, su increíble figura, que me perdía en ella cada vez que la veía.
Charlie rió chistoso, acercándose a ella, y rodeando su cintura con las manos. Apoyó su barbilla en sus hombros, mientras notaba su respiración en su cuello. Y bueno, yo estaba ahí. Observando cada detalle. Cada detalle que me mataba por dentro, haciendo un agujero en el pecho.
Nadie decidió hablar de nada, no decir ninguna palabra mientras Alice abrazaba a Charlie. Todo parecía ser normal, pero no lo era. Las cosas habían cambiado. Sonó su móvil.
—Claro.—dijo al coger el móvil, sin saludar.—¿Pero es verdad?—volvió a decir. Miré a Alice.—De acuerdo, voy para allá.
—¿Qué ocurre?—puso su dedo en los labios.
—Luego, a la noche, nos vemos cariño. Me tengo que ir.—Posó sus labios en los suyos y se marchó sin dar ninguna explicación, dejando las dudas, la tensión y la curiosidad en el aire.
—Otra vez.—suspiró y me sonrió mientras se apoyaba en la pared.—Se volvió a ir por causas desconocidas, que yo nunca sabré.—rió molesta.—¿Tú sabes algo?—preguntó.
—No..no.—dije, mirando sus ojos. Azul mar, azul cielo. Ese precioso azul. Siempre me pregunté por qué seguían juntos, después de estos dos meses pasando casa segundo conmigo, mientras Charlie estaba fuera. Para mi fueron especiales. Pero nunca sabré que significaron para ella.—Pero no te preocupes.—y defendía a Charlie, en el fondo le quería como a un hermano.—No te está engañando.—no lo sabía con seguridad.—Para él eres su vida.—volví a decir lo qué sentía cambiando mi nombre.—Para él eres la voz que anima sus días.
—Pero..—me acerqué, la aferré a mi cuerpo, dejando mi cabeza en la suya.
—Te quiere, no plantees más preguntas.—supliqué. Aprecié como sus latidos se aceleraban a la misma velocidad que los míos, llegando a tal punto que los dos se unieron en uno solo. Podría besarle, se negaría, pero así me liberaría de ese peso en el cuerpo, de como sería al poder rozar sus labios. Apoyó su frente en mi frente, mirando mis ojos con el más profundo dolor. ¿Sería por Josh, por Charlie, por mi? Me dejé de preguntas y respiré lo mínimo, para no perder detalles de como parpadeaba, de como la curva se su sonrisa de elevaba iluminando su rostro, seguido al mío.
Nuestro beso podría haberse quedado en el olvido después de haberla dicho por una vez más que la amaba. Choqué su nariz con la mía y respiré su mismo aire, mientras posaba mis labios en los suyos. Agarré su cuello con una de mis manos, mientras ella pasaba las suyas por mi pelo.
Todo saldría perfecto sino fuera porque entró la policía en la habitación. Buscando a un futuro detenido. Que había huido sin dar explicaciones apenas hace unos minutos. Que había dejado al amor de su vida en una habitación del hospital. Sin dar pistas de dónde estaría y con quién. Sin saber qué había hecho y por qué le iban a encerrar o reclutar. Llamado Charlie Blair.
—No lo intentes Andy, no va a despertar.
—¿Por qué?—agonicé,
queriendo que esas palabras fueran las últimas que dijiese. Irme con
él. Volví a mirarle, pálido y serio. Siempre pensé que sonreía, pero me
hicieron ver que no volvería. No estaba muerto, pero a mi me parecía que
era un cuerpo sin vida, que deambulaba sin rumbo. Y si despertase, no
recuperaría la memoria, incluso podía ser un vegetal. Fueron las únicas
razones que hicieron que pasara casi dos meses en el hospital. Sin
moverme de su lado. Cuidándole como si fuese mi propia vida. Y lo era.—Vete a comer algo, ya me quedo yo con él.—sonrió dándome esperanzas que no había.—Aún hay tiempo para que se despierte. Mucho tiempo, y se acordará de ti.—me gustaría que me lo prometiera, pero ya había perdido todo.—No se va a olvidar de la persona que siempre amó.
—No lo digas en pasado.—pedí. Odiaba que hablasen como si no estuviera con nosotros. Cómo si no estuviese presente. Siempre «era...» «hizo..» cómo si ya no tuviera la oportunidad de serlo o hacerlo. Habían aceptado que se había ido. Unos tardaron más y otros menos, todos pasaron página. Yo seguía estancada en la fase de «Negación.» No quería admitir que estaba en coma. No quería admitir que los médicos tenían razón al decirme que no se despertaría. No quería que le desconectasen al ver que con la guerra había más heridos y necesitaban camillas. Suplicaba a los médicos, pidiéndoles unos días más. En cuales se despertaría. Abriría los ojos, y yo, estaría presente para verlo. Para llorar al ver que me miraba. Pero el tiempo pasaba y yo no corría a la misma velocidad que los segundos.—Me sigue amando.—respondí, agarrando más fuerte su mano.
—Lo sé.—suspiró.—Todos lo sabemos. Pero—me miró.—Andy, está en coma. Han dicho que es difícil que despierte.—no quería oírle.—Y no recordará nada. Lo siento decírtelo pero tienes que aceptarlo.
—¡Cállate!—grité mirándole.—¿Acaso sabes qué es perder a alguien?—volví a elevar la voz, liberando mi furia de dos meses por la boca. Cargando mis penas al único que me había ayudado estos meses. Charlie. Mi querido Charlie, notaba que era lo único que me quedaba.—¿Lo sabes?—volví a gritar, notando como emergían lágrimas.
—Sí. Sabes que lo sé. Y ahora vete.—suspiré.—Voy a llamar a una enfermera para que te saque de aquí.
Vi como Alice se asomaba por el arco de la puerta, trayendo a Ralph detrás. No sabía que había pasado estos meses, no pisé nunca la casa. Pero las cosas habían cambiado desde entonces y nadie lo pudo
remediar. Ni yo, ni nadie.
En aquella camilla..
«Agarraba mi mano, como si no quisiera soltarme, observaba su pelo negro, desde el otro lado de la vida, pero a su lado. Intentaba mover los labios, intentaba decirle que no llorase. No sabía su nombre, pero tampoco sabía cual era el mío. Había oído nombres, muchos, pero estaba perdido. Recordaba palabras sueltas, disparos, llantos, discusiones. Recordaba como aquella chica me cuidaba día y noche, y yo, no podía agradecérselo, porque no era consciente de mi cuerpo, no podía moverme. Intentaba mover los dedos cuando me cogía la mano, pero, lo que más quería hacer, era sonreír. No sé si lo había conseguido, pero todo mi ser se había esforzado para regalar una pequeña sonrisa al mundo. Que como parecía desde mi punto de vista, yo era el mundo de esa chica..»
En esa misma habitación..
Seguía cogida de su mano, mientras se resistía a que la enfermera la sacase de la habitación, pero por fin, cedió No le quedaba otra, tenía que comer, vivir, ver el Sol. No podía estar encerrada siempre con Josh en la habitación.
Luego, al oír sus llantos por el pasillo, suplicando que no se la llevasen, desvanecieron en un suspiro y nos quedamos los tres en el cuarto, bueno, Josh también. Había tensión, tanta que Alice se separó de mi y se aproximó a Josh. Charlie me ofreció la mano y acepté. Entendí un «Cuídala.» salido de sus labios. ¿A quién se refería? ¿A Andy, Alice? Me limité asentir, sin saber a que se debía.—Hola Josh,—dijo Alice.—Te estás dejando barba, ¿verdad?—río, con una triste sonrisa en la cara, actuando como si hubiera aceptado su pérdida, pero no, nadie la había aceptado, quién nos iba a engañar.
Miraba su figura, su increíble figura, que me perdía en ella cada vez que la veía.
Charlie rió chistoso, acercándose a ella, y rodeando su cintura con las manos. Apoyó su barbilla en sus hombros, mientras notaba su respiración en su cuello. Y bueno, yo estaba ahí. Observando cada detalle. Cada detalle que me mataba por dentro, haciendo un agujero en el pecho.
Nadie decidió hablar de nada, no decir ninguna palabra mientras Alice abrazaba a Charlie. Todo parecía ser normal, pero no lo era. Las cosas habían cambiado. Sonó su móvil.
—Claro.—dijo al coger el móvil, sin saludar.—¿Pero es verdad?—volvió a decir. Miré a Alice.—De acuerdo, voy para allá.
—¿Qué ocurre?—puso su dedo en los labios.
—Luego, a la noche, nos vemos cariño. Me tengo que ir.—Posó sus labios en los suyos y se marchó sin dar ninguna explicación, dejando las dudas, la tensión y la curiosidad en el aire.
—Otra vez.—suspiró y me sonrió mientras se apoyaba en la pared.—Se volvió a ir por causas desconocidas, que yo nunca sabré.—rió molesta.—¿Tú sabes algo?—preguntó.
—No..no.—dije, mirando sus ojos. Azul mar, azul cielo. Ese precioso azul. Siempre me pregunté por qué seguían juntos, después de estos dos meses pasando casa segundo conmigo, mientras Charlie estaba fuera. Para mi fueron especiales. Pero nunca sabré que significaron para ella.—Pero no te preocupes.—y defendía a Charlie, en el fondo le quería como a un hermano.—No te está engañando.—no lo sabía con seguridad.—Para él eres su vida.—volví a decir lo qué sentía cambiando mi nombre.—Para él eres la voz que anima sus días.
—Pero..—me acerqué, la aferré a mi cuerpo, dejando mi cabeza en la suya.
—Te quiere, no plantees más preguntas.—supliqué. Aprecié como sus latidos se aceleraban a la misma velocidad que los míos, llegando a tal punto que los dos se unieron en uno solo. Podría besarle, se negaría, pero así me liberaría de ese peso en el cuerpo, de como sería al poder rozar sus labios. Apoyó su frente en mi frente, mirando mis ojos con el más profundo dolor. ¿Sería por Josh, por Charlie, por mi? Me dejé de preguntas y respiré lo mínimo, para no perder detalles de como parpadeaba, de como la curva se su sonrisa de elevaba iluminando su rostro, seguido al mío.
Nuestro beso podría haberse quedado en el olvido después de haberla dicho por una vez más que la amaba. Choqué su nariz con la mía y respiré su mismo aire, mientras posaba mis labios en los suyos. Agarré su cuello con una de mis manos, mientras ella pasaba las suyas por mi pelo.
Todo saldría perfecto sino fuera porque entró la policía en la habitación. Buscando a un futuro detenido. Que había huido sin dar explicaciones apenas hace unos minutos. Que había dejado al amor de su vida en una habitación del hospital. Sin dar pistas de dónde estaría y con quién. Sin saber qué había hecho y por qué le iban a encerrar o reclutar. Llamado Charlie Blair.
jueves, 19 de julio de 2012
~Capítulo veintitrés.
Caminé, hice el mismo recorrido de todos los días. Los mismos árboles, las mismas personas en los mismos bancos. Todo era igual menos yo. No me agradaba hacer lo que hacía. Lo odiaba, pero en mi interior notaba que no me quedaba otra opción, que tenía que protegerla, tenía que separarla del dolor. Dos manzanas más, y llegaría a la casa, donde empezó todo. Clavaba los pies en la nieve, hundiéndome en ella. Igual que mi dignidad y mi alma. Llegué a la puerta, y no me quedó otra opción que llamar.
—Adelante.—me dijo un mayordomo.
Caminé y saqué las manos de los bolsillos, notando un extenso calor.
—¡Hola Charlie!—exclamó esa chica rubia.—Pensé que llegarías tarde, como de costumbre.—no dije nada y pasé por las escaleras, las mismas dónde la encontré tirada en el suelo, rodeada de sangre. Me estremecí y le sonreí, cansado de toda esta mentira.
—Ah.—me limité a decir.
Vacío, un gran vacío ocupó la habitación. Y ese «ah.» fue lo más parecido a una palabra que iba a decir el resto de la mañana. Me miraba, sonriendo, como si estuviera feliz al notar mi presencia. Como si no le importara todo el daño que le estábamos haciendo a su mejor amiga, a Alice.
Me senté en el salón. Miré fotos, cuadros, observé absolutamente todo lo que me rodeaba, recordando que la estaba haciendo daño, sin que ella se diera cuenta.
—Bienvenido Charlie.—me levanté acto de oír su voz.—No te esperaba tan puntual.—Siempre llegaba tarde, era verdad.—siéntate.—obedecí sus órdenes y me senté a su vera, observando su expresión. Cejas arqueadas y una sonrisa que iluminaba su horrible rostro. Escondía rencor y estrés. Y su mirada, era lo que más temía.—Hoy, quería comentarte una idea que hemos tenido Renee y yo.—la chica rubia me sonrió y yo pasé un tupido velo a la situación.
—Qué queréis hoy.—añadí seco.
—Tienes que hacer más daño a Alice, si no quieres que se lo haga yo.—vocalizó cada vocal, mientras el mundo se caía a mis pies.—Sabemos que eras un fugitivo, y un secuestro te enviaría inmediatamente a la guerra.—olí a quemado, y dejé de respirar. Un nudo en el cuello me apoderó y asentí a sus palabras.—Solo tienes que hacer lo que te pedimos.—sonrió, mostrándome una de sus peores facetas.
—¿Hasta cuando?—me digné a decir, intentando aceptar sus palabras.
—Hasta que se harte de ti y venga conmigo.
—La volverás hacer daño.
—De eso trata.—comentó.—Parece que no pillas las cosas muchacho.—respiré y me froté las rodillas.—Parece que te cuesta asimilar que Alice es mi hija, y yo hago lo que quiero con ella.—me hubiera levantado y abría posado las manos en su cuello, hasta que dejase de respirar y su corazón diese sus últimas señales de vida. Nadie sabría lo que habría pasado, Alice no sufriría y yo me iría a la guerra, a luchar. Pero dos guardaespaldas me rodeaban, apuntándome con un arma, cargada, preparada para disparar en cualquier momento.
—¿Por qué no me matáis ya?—Estaría dispuesto a pegarme un tiro, pero mis acciones inmaduras no solucionarían las cosas. Sería un suicidio, que sería capaz de cometer, solamente por su felicidad.
—Eres necesario.—comentó Renee.
—Si tú no le haces daño, no se dará cuenta que no le queda nada más en la vida, y vendrá aquí, por mucho que le duela.—bajó los párpados por cansancio.—Pensaba que eras más listo.—sonreí.—Pero vemos que mi hija se ha enamorado de un idiota cualquiera.
—Un idiota que si le ocurre algo, no saldrá las cosas como usted quiere.—alcé la mirada.—¿verdad?—le hice daño, lo sentí al ver que me enseñaba los dientes y apretaba sus puños. Le dolía oír la verdad, tanto como a mi.
—Cállese.—ordenó.—Miro a sus guardaespaldas y ladeó a cabeza.—Marchaos.—los dos se extrañaron y alzaron los hombros, mientras desaparecían al cruzar por una pared.
—¿Y yo..?
—Renee, vete también.
—Per..—la interrumpió con una mirada y se puso en pie. Mientras esa figura perfecta desaparecía en la penumbra del salón.
—Qué quieres Charlie.—sonrió.—¿Dinero, chicas?
—Quiero a su hija.—respondí.
—Sabe que es mía, de mi propiedad, mi juguete.—Mi mente se imaginó aquellas imágenes, donde abusaban de ella hasta que perdía el conocimiento. Cerré los ojos, intentando olvidar, que diese un cambio inesperado y que estuviera en el cielo. Pero en mi caso, iría al infierno.—Y tú, terminarás siéndolo.—me sorprendí.—No, hijo no. No abusaré de ti, pero, ¿no te das cuenta de que eres una marioneta?—rió.—¿Un perrito faldero?—cuestionó, sabiendo que era cierto.—Digo que vengas, y vienes.—volvió a reír.—pasando de las consecuencias que provocarías.
—¿Sabe usted que le podría matar en estos instantes?—solté.
—Lo sé perfectamente. Un tiro en la sien y me dejarías tieso. Pero Charlie, para eso hay que tener valor, cosa que careces.—sonrió.—Pero yo la poseo. Yo también podría matarte. Pero..
—..soy imprescindible.—acabé su frase, odiando la realidad.
—Muy bien. Empiezas a pillar los conceptos.—le miré, clavando la mirada en sus ojos. Intentando adivinar sus pensamientos, sus futuras acciones. Suspiré. Me veía en todas ellas.—Sabes que las cosas acabarán como yo quiero.—asentí.—Sabes que Alice vendrá por consuelo.—bajé la mirada y seguí moviendo la cabeza.—Sabes que no tiene a nadie.—Paré en seco. Su padre tendría toda la razón del mundo, pero en una cosa se equivocaba. Alice no estaba sola, tenía a Ralph.
Mientras tanto en una cocina..
Su reacción. La que menos esperaba y menos quería. Era un iluso por creer que reaccionaría diciendo «yo también te amo Ralph..» era demasiado imbécil. Pasé la mano por la taza de café, mientras cuatro chicos me preguntaban por ella. Por lo que había pasado en esa habitación. Por lo que no había ocurrido.
—Adelante.—me dijo un mayordomo.
Caminé y saqué las manos de los bolsillos, notando un extenso calor.
—¡Hola Charlie!—exclamó esa chica rubia.—Pensé que llegarías tarde, como de costumbre.—no dije nada y pasé por las escaleras, las mismas dónde la encontré tirada en el suelo, rodeada de sangre. Me estremecí y le sonreí, cansado de toda esta mentira.
—Ah.—me limité a decir.
Vacío, un gran vacío ocupó la habitación. Y ese «ah.» fue lo más parecido a una palabra que iba a decir el resto de la mañana. Me miraba, sonriendo, como si estuviera feliz al notar mi presencia. Como si no le importara todo el daño que le estábamos haciendo a su mejor amiga, a Alice.
Me senté en el salón. Miré fotos, cuadros, observé absolutamente todo lo que me rodeaba, recordando que la estaba haciendo daño, sin que ella se diera cuenta.
—Bienvenido Charlie.—me levanté acto de oír su voz.—No te esperaba tan puntual.—Siempre llegaba tarde, era verdad.—siéntate.—obedecí sus órdenes y me senté a su vera, observando su expresión. Cejas arqueadas y una sonrisa que iluminaba su horrible rostro. Escondía rencor y estrés. Y su mirada, era lo que más temía.—Hoy, quería comentarte una idea que hemos tenido Renee y yo.—la chica rubia me sonrió y yo pasé un tupido velo a la situación.
—Qué queréis hoy.—añadí seco.
—Tienes que hacer más daño a Alice, si no quieres que se lo haga yo.—vocalizó cada vocal, mientras el mundo se caía a mis pies.—Sabemos que eras un fugitivo, y un secuestro te enviaría inmediatamente a la guerra.—olí a quemado, y dejé de respirar. Un nudo en el cuello me apoderó y asentí a sus palabras.—Solo tienes que hacer lo que te pedimos.—sonrió, mostrándome una de sus peores facetas.
—¿Hasta cuando?—me digné a decir, intentando aceptar sus palabras.
—Hasta que se harte de ti y venga conmigo.
—La volverás hacer daño.
—De eso trata.—comentó.—Parece que no pillas las cosas muchacho.—respiré y me froté las rodillas.—Parece que te cuesta asimilar que Alice es mi hija, y yo hago lo que quiero con ella.—me hubiera levantado y abría posado las manos en su cuello, hasta que dejase de respirar y su corazón diese sus últimas señales de vida. Nadie sabría lo que habría pasado, Alice no sufriría y yo me iría a la guerra, a luchar. Pero dos guardaespaldas me rodeaban, apuntándome con un arma, cargada, preparada para disparar en cualquier momento.
—¿Por qué no me matáis ya?—Estaría dispuesto a pegarme un tiro, pero mis acciones inmaduras no solucionarían las cosas. Sería un suicidio, que sería capaz de cometer, solamente por su felicidad.
—Eres necesario.—comentó Renee.
—Si tú no le haces daño, no se dará cuenta que no le queda nada más en la vida, y vendrá aquí, por mucho que le duela.—bajó los párpados por cansancio.—Pensaba que eras más listo.—sonreí.—Pero vemos que mi hija se ha enamorado de un idiota cualquiera.
—Un idiota que si le ocurre algo, no saldrá las cosas como usted quiere.—alcé la mirada.—¿verdad?—le hice daño, lo sentí al ver que me enseñaba los dientes y apretaba sus puños. Le dolía oír la verdad, tanto como a mi.
—Cállese.—ordenó.—Miro a sus guardaespaldas y ladeó a cabeza.—Marchaos.—los dos se extrañaron y alzaron los hombros, mientras desaparecían al cruzar por una pared.
—¿Y yo..?
—Renee, vete también.
—Per..—la interrumpió con una mirada y se puso en pie. Mientras esa figura perfecta desaparecía en la penumbra del salón.
—Qué quieres Charlie.—sonrió.—¿Dinero, chicas?
—Quiero a su hija.—respondí.
—Sabe que es mía, de mi propiedad, mi juguete.—Mi mente se imaginó aquellas imágenes, donde abusaban de ella hasta que perdía el conocimiento. Cerré los ojos, intentando olvidar, que diese un cambio inesperado y que estuviera en el cielo. Pero en mi caso, iría al infierno.—Y tú, terminarás siéndolo.—me sorprendí.—No, hijo no. No abusaré de ti, pero, ¿no te das cuenta de que eres una marioneta?—rió.—¿Un perrito faldero?—cuestionó, sabiendo que era cierto.—Digo que vengas, y vienes.—volvió a reír.—pasando de las consecuencias que provocarías.
—¿Sabe usted que le podría matar en estos instantes?—solté.
—Lo sé perfectamente. Un tiro en la sien y me dejarías tieso. Pero Charlie, para eso hay que tener valor, cosa que careces.—sonrió.—Pero yo la poseo. Yo también podría matarte. Pero..
—..soy imprescindible.—acabé su frase, odiando la realidad.
—Muy bien. Empiezas a pillar los conceptos.—le miré, clavando la mirada en sus ojos. Intentando adivinar sus pensamientos, sus futuras acciones. Suspiré. Me veía en todas ellas.—Sabes que las cosas acabarán como yo quiero.—asentí.—Sabes que Alice vendrá por consuelo.—bajé la mirada y seguí moviendo la cabeza.—Sabes que no tiene a nadie.—Paré en seco. Su padre tendría toda la razón del mundo, pero en una cosa se equivocaba. Alice no estaba sola, tenía a Ralph.
Mientras tanto en una cocina..
Su reacción. La que menos esperaba y menos quería. Era un iluso por creer que reaccionaría diciendo «yo también te amo Ralph..» era demasiado imbécil. Pasé la mano por la taza de café, mientras cuatro chicos me preguntaban por ella. Por lo que había pasado en esa habitación. Por lo que no había ocurrido.
—¿Qué tal con Alice?—me hablaban en noruego, muchas palabras se me habían olvidado, recordaba lo básico, pero siempre pensaba en inglés. Eramos al rededor de unos cuarenta hombres, y en estos momentos, solo había dos mujeres, entre ellas, a la que amaba.
—Bien,—dije deseando que hubiera pasado algo.—Todo muy bien.—sonreí, sí, sonreí con café en los labios. Saboreando su sabor, amargo y a la vez adictivo.
—Ten cuidado Ralph, sabes que es de Charlie..—me comentaron mientras me daban un golpe en la espalda. Tenían razón. Pero, ¿yo no la mercería? ¿Era menos por no haberla conquistado haciéndome el duro? ¿Tomando las decisiones por ella?
—Yo la conozco desde los catorce años.—solté.—Él no la conoce ni de un mes.
—¿A qué te refieres?—Rony sonrió.
—Nada, déjalo.—salí de la cocina dirigiéndome a mi habitación. Todas las miradas iban hacia mi rostro. Caminé hasta mi cuarto, o eso es lo que mandé a mis piernas. Pero acabé en la puerta de Charlie. Intentando recuperar algo que no era mío. Algo de lo que había amado toda mi adolescencia. Nadie me avisó que sería estar enamorado. Pero me juré a mi mismo que no la perdería. Sería mía.
Tras esa misma puerta..
El silencio fue la peor respuesta que le pude dar. Al oír esas palabras mi única salida fue huir, para no hacerle daño. Pero, no podéis negadlo, le estoy haciendo sufrir. Noté la furia en sus ojos al verme caminar de espaldas, e intenté no mirarle a los ojos.
Restregué mis ojos hinchados, y me incorporé débilmente. No había desayunado, había perdido fuerzas. Me apoyé en la pared, clavando mi frente con la piel rugosa de esas cuatro paredes que me encerraban. Solo se oían mis pensamientos, que rebotaban en mi cabeza una y otra vez, repitiéndose, haciéndome sufrir. «—Alice Flint, que, que..—tartamudeó.— que yo te amo.» pensé. Recordaba su sonrisa al verme. Como se arreglaba el pelo al notar mi presencia. «—Alice Flint, que, que..—tartamudeó.— que yo te amo.» volví a recordar. Se paró el tiempo por un instante, eso o fue mi corazón al volver oír su voz pronunciar mi nombre. «—Alice Flint, que, que..—tartamudeó.— que yo te amo.» E intentando darme cuenta de mis pensamientos. Caí que no solo estaba en mi cabeza, también en el corazón.
Al lado de la orilla del mar..
—¿Está decido verdad?—el agua mojó mis dedos. Era invierno y decidí irme con él a la playa, no dando importancia al frío que hacía. Y las bajas temperaturas que me rodeaban.
—Es lo más posible.—sonreí.—Es un buen futuro. Trabajo, y estaré en mi tierra.
—Podrás formar una familia.—me sonrió.—Aunque no sea conmigo.
—No quiero pasar el resto de mi vida con alguien que no seas tú.—cogió mi mano.—Prefiero pasarla solo.—Me estremecí.—Andy, te espero y envejeceré esperándote.—mi corazón dio un vuelco.
—Seguro que encuentras a una persona maravillosa en Noruega.—intenté suavizar la situación.
—Yo ya la he encontrado.—agarró mi mano más fuerte y miró el horizonte.—El mar está precioso a estas horas.—sonreí, hasta que vi como algo caía en el mar.
Una luz cegadora nos dejó en el suelo. Intenté encontrar a Josh con las manos y acaricié su pelo. El ruido vino después. Los oídos me explotaron, dejando un pitido en mi mente, que se hizo insoportable.
—¿Andy?—una figura borrosa vi en la oscuridad.—¿Estás bien?—cada vez la línea de su cuerpo estaba más difuminada. La arena recorrió mi cuerpo, me estaban arrastrando.—¿Estás bien?—volvió a repetir. Sus palabras quedaron en mi mente. Hasta que hice un último esfuerzo y reaccioné. Escupí agua y sonreí.
—Tranquilo.—tosí más fuerte.—¿Qué ha ocurrido?—llevé la vista a los lados y observé el desierto que nos rodeaba, no había ni un alma en la calle.
—No lo sé.—respondió nervioso, pero a la vez aliviado al oírme hablar.
Todo pareció perfecto hasta que vi como una persona se acercaba en la oscuridad del humo y la niebla. No hablé y me quedé mirando sus ojos. Estaba entre mis piernas, apoyando las manos en el suelo. A centímetros de mi. Cada vez la sombra era más real, y descarté que fuese fruto de mi imaginación. Volví a mirar sus ojos, tan bonitos y llenos de sentimientos. Sonrió tímido.
El hombre se paró a pocos metros de nosotros, alzando algo al vacío, dónde nosotros éramos la diana.
«Te amo Andy.» fueron las últimas palabras que salieron de sus labios. Regalándome el último suspiro de su corazón. Cayó como un peso muerto al suelo, una bala alcanzó y atravesó su torso, hasta tocar el órgano más vital de mi vida, él.
Al lado de la orilla del mar..
—¿Está decido verdad?—el agua mojó mis dedos. Era invierno y decidí irme con él a la playa, no dando importancia al frío que hacía. Y las bajas temperaturas que me rodeaban.
—Es lo más posible.—sonreí.—Es un buen futuro. Trabajo, y estaré en mi tierra.
—Podrás formar una familia.—me sonrió.—Aunque no sea conmigo.
—No quiero pasar el resto de mi vida con alguien que no seas tú.—cogió mi mano.—Prefiero pasarla solo.—Me estremecí.—Andy, te espero y envejeceré esperándote.—mi corazón dio un vuelco.
—Seguro que encuentras a una persona maravillosa en Noruega.—intenté suavizar la situación.
—Yo ya la he encontrado.—agarró mi mano más fuerte y miró el horizonte.—El mar está precioso a estas horas.—sonreí, hasta que vi como algo caía en el mar.
Una luz cegadora nos dejó en el suelo. Intenté encontrar a Josh con las manos y acaricié su pelo. El ruido vino después. Los oídos me explotaron, dejando un pitido en mi mente, que se hizo insoportable.
—¿Andy?—una figura borrosa vi en la oscuridad.—¿Estás bien?—cada vez la línea de su cuerpo estaba más difuminada. La arena recorrió mi cuerpo, me estaban arrastrando.—¿Estás bien?—volvió a repetir. Sus palabras quedaron en mi mente. Hasta que hice un último esfuerzo y reaccioné. Escupí agua y sonreí.
—Tranquilo.—tosí más fuerte.—¿Qué ha ocurrido?—llevé la vista a los lados y observé el desierto que nos rodeaba, no había ni un alma en la calle.
—No lo sé.—respondió nervioso, pero a la vez aliviado al oírme hablar.
Todo pareció perfecto hasta que vi como una persona se acercaba en la oscuridad del humo y la niebla. No hablé y me quedé mirando sus ojos. Estaba entre mis piernas, apoyando las manos en el suelo. A centímetros de mi. Cada vez la sombra era más real, y descarté que fuese fruto de mi imaginación. Volví a mirar sus ojos, tan bonitos y llenos de sentimientos. Sonrió tímido.
El hombre se paró a pocos metros de nosotros, alzando algo al vacío, dónde nosotros éramos la diana.
«Te amo Andy.» fueron las últimas palabras que salieron de sus labios. Regalándome el último suspiro de su corazón. Cayó como un peso muerto al suelo, una bala alcanzó y atravesó su torso, hasta tocar el órgano más vital de mi vida, él.
lunes, 2 de julio de 2012
~Capítulo veintidos.
Lectores, os suplico que me dejéis un comentario dándome vuestro twitter para poder avisaros, ya que subo capítulos cada vez que tengo ocasión, y no sé si lo leéis o no. Quiero un comentario abajo, ni en twitter, ni en mensaje privado ni nada. No os cuesta nada decir que os avise y comentar que os parece, solo os pido eso. Saludos.
Podría ser la garganta la que se me estaba secando. Podía ser el corazón que no lo notaba. Podía ser tantas cosas. Vi mi reflejo en la ventana y miré más allá. Me mordí el labio inferior, conteniendo la rabia al no poder tenerla. De no ser yo él que le sostenía la mano. Un minuto, que pasó como si fuera una hora. Planté la mano en la ventana, como si pudiera llegar a tocarla. Pero solo veía la dulce imagen de ellos dos. De Charlie y Alice. De Alice abrazado a él. —¿Por qué?—agonicé. No podía contenerlo. Noté que algo húmedo me recorría el rostro. ¿Estaba llorando? Me daba igual. Todo me daba igual. ¿De qué servía llorar?
—Ralph, espabila.—me animé a mi mismo. Era ridículo lo que hacía. Me daba cuenta de que cada vez estaba más solo, y cuando, había una oportunidad de tenerla a mi lado, se desvanecía, con el frío de la noche. Me alejé de la ventana y golpeé con todas mis fuerzas la pared. Floreció sangre en los nudillos. Dejándose caer por la muñeca. Pero no paré, la seguí golpeando con todas mis fuerzas.
En esa misma mañana..
No le miré a los ojos. Ni siquiera pude hacerlo. Contuve la mirada en sus labios. Sabiendo que no eran los únicos que deseaba besar. Josh dejando la mirada en la nada me dirigió unas palabras.
—Me voy a ir a Noruega.—le miré, no pude contener una triste sonrisa. Pensando que me llevaría con él.—Hace unos días me ofrecieron un trabajo, y no quiero vivir para siempre aquí.—confirmó, no muy entusiasmado.
—Es fantástico.—añadí, rocé sus manos con las mías.—¿Cuándo te vas?
—No lo he confirmado.—respondió nada más percibir mi pregunta.—Pero.—bufó y negó con el rostro.
—¿Qué ocurre?—pregunté, me senté a su vera y suspiré.
—¿No lo entiendes, verdad?—arrugué el rostro, al decirme esas palabras me confirmó lo que ocurriría.—Andy, tú no puedes venir.—mostró una diminuta triste sonrisa.—No es que no puedas, no quiero.—dijo aún más convencido. Cerré los ojos, tan fuertes que noté como mis pestañas se humedecían.—Lo siento,—oí como si fuera el eco de su voz, como si estuviera a kilómetros de mi oído.—Sé que no podrás olvidar a Charlie.—comentó entre risas.—Le quieres, incluso.—hizo una pausa, le costaba más hablar.—me he planteado que le puedes llegar a amar.—Se me estaba cerrando el corazón, y la garganta me empezaba a fallar. Quise decir tantas cosas, pero decidí seguir escuchando.—Yo aquí soy un estorbo. Lo he entendido todo a lo largo de estos años. Me enamoré de ti tan solo conocerte, solo era un crío. Pero ahora, siendo un adulto, me doy cuenta de que este no es mi lugar. Dentro de unas semanas me iré, cogeré un avión.—Me llevé las manos al rostro, intentado asimilar cada palabra, cada vocal que salía de sus labios.—No quiero mantener contacto con ninguno. Puede que alguna vez os llame, pero no está seguro.—sonrió.—Quiero desaparecer un tiempo, y darme cuenta, de que si me sigues queriendo, me esperarás.—paró en seco. Dejando un largo silencio, esperando a que alguna palabra saliera de mis cuerdas vocales, pero seguía paralizada, tanto, que no pestañeaba.—Sé que no lo harás. Seguirás enamorada de Charlie, y estarás siempre con él. Aunque Alice esté de por medio, te entrometerás, te conozco muy bien.—ladeó la cabeza.—sé que eres demasiado fuerte y tozuda.—rió.—Lucha por lo que quieres. Sé más fuerte de lo que fui yo.
Bajo unos copos de nieve..
Miraba el reloj nervioso. No podía seguir mintiendo a Alice, y dentro de unos minutos, me tendría que ir a buscar a Renee. No podía seguir con esta mentira. Miré sus ojos azules, sus labios estaban tan fríos que me quemaban al besarme. Estaba confuso, tanto que no sabía en que estaba pensando. La sostuve entre mis brazos, encajando mi barbilla en su hombro.—¿Tienes frío?—le sugerí. Negó con el rostro, haciendo que nuestras mejillas se chocaran. Noté como se me erizaba el vello de la nuca. Produciéndome un leve escalofrío. En el fondo, Alice me había hecho cambiar. Ya no era la misma persona de siempre, que robaba para darse caprichos. Ahora, ella era mi única necesidad.
—Ojalá pudiera congelar este momento.—musitó, mientras un copo de nieve caía en su pelo. Le mordí la oreja, tan alegre que rió.—¿No podemos quedarnos así siempre?—siguió hablando, pero dejé de prestarla atención. Rodeaba su torso con mis manos. Atrapando esa pequeña figura en mi cuerpo. Mi temperatura subía con cada minuto que pasaba abrazándola. Miré sus muñecas. Tan finas como siempre, pero con una gran marca en la radial. Me estremeció recordar esa situación. Volví a mirar el reloj. Las doce y veinte. ¿Habíamos pasado tanto tiempo afuera? Me moví, intentando que Alice se diera cuenta de que quería levantarme. Y un golpe de frío brotó en los pulmones.
—Alice, ves a casa.—comenté en su oído.
—¿Ves?—sonrió.—¿No vienes tú?—Tenía que inventarme algo, improvisar, decirle cualquier escusa, escabullirme un par de horas. Piensa Charlie piensa.
—Eh..—vocalicé, no se me ocurría nada.—No, luego voy yo.—Bingo, ya tenía una cuartada.—Voy a ir a la comisaria, tengo que arreglar unos papeles.
—De acuerdo.—sonreí a mi victoria.—No tardes.—Se elevó unos centímetros para ponerse a la altura de mi rostro, dejando caer sus labios en los míos.
Bajo los mismos copos de nieve..
No estuve muy segura de sus palabras. Pero no le volvería a seguir, no tendría que parecer una obsesionada. Tenía que dejar de comerme la cabeza, dejar de pensar por un instante. Me paré en el toldo de la casa. Esperando a que algún noruego me abriese.
—¡Alice! ¡Pasa!—exclamó uno de ellos. No me sabía ningún nombre, pero parecía que a mi me conocían todos. Pocos sabían inglés, y si lo sabían, no era muy fluido.—¡Te estaba esperando!
—¿A mi?—cuestioné. Intenté decir pocas palabras, la mayoría no las entendería.
—Sí.—me señaló. Sonreí.—Ralph ha estado nombrando..—paró en seco. Miró al resto y gesticuló unas palabras.
—¿Número?—dí como opción. Negó y se volvió a girar. Miré a sus amigos. Me reí por la situación.—¿Nombre?—volvió a mirarme a los ojos, acerté.—¿Nombre?—repetí.
—Sí. Nombre.—dijo despacio. Vocalizando cada letra.
Afirmé y le rocé el hombro, agradeciéndole que me abriera la puerta. Al fin y al cabo, no eran tan malos como la gente los pintaban. Todos tenían sus historias, noches las pasaba escuchándolas, traducidas por Ralph o Josh. Andy, me acompañaba, ofreciendo cobijo, y Charlie. Charlie estaba desaparecido.
Giré. Me volvieron a gritar y sonrieron. Unos cuantos se enrojecieron y otros se daban golpes. Mostré una sonrisa y seguí caminando, hasta llegar a su puerta. La habitación en la que había pasado tardes, tantas, que no tenía tiempo para contarlas. Agité mi puño, mientras gritaba su nombre.
En esa misma habitación..
—¡¿Qué?!—grité. La grité sin ver que había al otro lado de la puerta. Sin saber quién me reclamaba y nombraba mi nombre. Mi furia se fue por la boca. Después, miré sus ojos. Clavados en los míos. Podría ser mi imaginación, pero mostraba tristeza, o a lo mejor era mi reflejo. Me limpié la sangre de los nudillos en la camiseta. Manchándome aún más.—Pasa.—giré la cabeza, ofreciéndole pasar.
—Ralph..—dudé, por un momento dudé que estaba aquí conmigo.—me han dicho que gritabas mi nombre.—observaba su respiración, no me podía contener en perderme en ella.—Y pensé pasarme, a ver que estabas haciendo.—paró y volvió a ver mis heridas. Las escondí y sonreí.
—Practicando.—no pude ser más ingenioso, y fue el primer verbo que le surgió a mi mente. «Practico como poder amarte, hacer que te des cuenta de que estoy aquí delante, esperándote..» pensé. Ojalá lo hubiera dicho.—Y lo de tu nombre..—y ahí, mi mente se quedó más en blanco que la nieve. Que estaba cayendo en estos instantes.—Si, siéntate.—tartamudeé. Señalé una silla, pero decidió tumbarse en el suelo. Dejó caer las prendas que lucía su cuerpo. Bufandas, abrigos. Hasta quedarse en un simple camisón azul.—¿Quieres algo?—pregunté. Tenía la sensación de que solo hablaba yo. ¿No? Me estaba volviendo loco, no podía dejar de hablar, de pensar. De observar sus labios. Su pálida piel. Notaba el corazón en el cuello.
—¿Me sirves algo calientito, por favor?—sonrió. Un puñal se me clavó en la espalda. Recordando que no era mía. Que no era la razón de su sonrisa.
—Claro,—dije, no tenía otra opción.—ahora mismo, princesa.—me llevé las manos al cuello. Mordiéndome los labios, hasta hacerme sangre.
—Eres un animal.—se colocó de rodillas, hasta alcanzarme.—Ven, acércate.—obedecí como un fiel esclavo a su reina, acercándome más de lo que pude desear. Mi corazón no latía, o lo hacía tan rápido que no podía diferenciar cuando enviaba sangre al resto del cuerpo, que en estos momentos, sería a las mejillas.—Te has hecho sangre en los labios.—hizo una mueca y sonrió.—¿te importa?—alzó su dedo, mientras se mordía el labio al sonreír. Se me empañó la vista. Negué con la cabeza, si moviera cualquier otra parte del cuerpo, no me haría responsable de mis actos e iría a sus labios. Pasó el indice y el pulgar por mi rostro, mientras me quitaba la sangre que fluía con rapidez. Agarré su cintura, al notar que se tambaleaba al limpiarme.—Explícame, ¿por qué tienes heridas en los puños?—preguntó.—¿Te has peleado con alguien?—Me había peleado conmigo mismo, una lucha entre mi corazón y yo.—Es imposible.—sonrió mientras agitaba la cabeza.—Eres un amor, a nadie le tienes que caer mal.—hundí los dedos en su piel, notando el calor que desprendía. Ella, no se daba cuenta. Mejor, supuse.
—No.—me digné a hablar. Seguía mirando sus labios. Deseando que colapsaran con los míos. Que hubiera un ligero rozamiento. «Cualquier cosa» pensé. Me bastaba cualquiera, no podía conformarme con tenerla tan cerca.—Ha sido..—dudé.—algo muy extraño. Prefiero no recordarlo.—sonreí.—Por favor.
—Vale. ¡Terminé!—exclamó. Sin darme cuenta había desaparecido toda la sangre. Ese momento había desvanecido mientras estaba en mis pensamientos. En otra parte.
—¿Y tú?—arrugué la frente.—¿de dónde vienes?
—Estaba con Charlie.—Sabía perfectamente que estaba con él, pero me torturaba recordándolo.
—No te merece.—la interrumpí.
—¿Quién?—preguntó, la agarré con más fuerza, pero a la vez más suave. No sabía que decir, no sabía por qué estaba diciendo eso. La amaba, en eso no había duda. Pero ella amaba a otro, ¿no? «Venga Ralph, declara, ¡declara tu amor!» me exigí y pensé. Di miles de vueltas. «Uno, dos, tres, cuarto, siete, veinticinco, cien, tres mil.» No sabía ni contar en estos momentos, me estaba volviendo imbécil.
—Él, Charlie.—la miré, extrañada de su respuesta se soltó de mis brazos.
—No, no te entiendo.—tartamudeó.—Ralph, ¿qué ocurre?—me planteé inventarme cualquier historia, y por fin, sería mía, ¿verdad?—Dímelo, sea lo que sea.—No estaría bien visto. Pero en estos momentos mi cabeza no controlaba mis impulsos ni mis decisiones. Estaba tan seria que me aproximé a sus labios. No se apartó.
—Alice Flint, que, que..—tartamudeé.— que yo te amo.
Podría ser la garganta la que se me estaba secando. Podía ser el corazón que no lo notaba. Podía ser tantas cosas. Vi mi reflejo en la ventana y miré más allá. Me mordí el labio inferior, conteniendo la rabia al no poder tenerla. De no ser yo él que le sostenía la mano. Un minuto, que pasó como si fuera una hora. Planté la mano en la ventana, como si pudiera llegar a tocarla. Pero solo veía la dulce imagen de ellos dos. De Charlie y Alice. De Alice abrazado a él. —¿Por qué?—agonicé. No podía contenerlo. Noté que algo húmedo me recorría el rostro. ¿Estaba llorando? Me daba igual. Todo me daba igual. ¿De qué servía llorar?
—Ralph, espabila.—me animé a mi mismo. Era ridículo lo que hacía. Me daba cuenta de que cada vez estaba más solo, y cuando, había una oportunidad de tenerla a mi lado, se desvanecía, con el frío de la noche. Me alejé de la ventana y golpeé con todas mis fuerzas la pared. Floreció sangre en los nudillos. Dejándose caer por la muñeca. Pero no paré, la seguí golpeando con todas mis fuerzas.
En esa misma mañana..
No le miré a los ojos. Ni siquiera pude hacerlo. Contuve la mirada en sus labios. Sabiendo que no eran los únicos que deseaba besar. Josh dejando la mirada en la nada me dirigió unas palabras.
—Me voy a ir a Noruega.—le miré, no pude contener una triste sonrisa. Pensando que me llevaría con él.—Hace unos días me ofrecieron un trabajo, y no quiero vivir para siempre aquí.—confirmó, no muy entusiasmado.
—Es fantástico.—añadí, rocé sus manos con las mías.—¿Cuándo te vas?
—No lo he confirmado.—respondió nada más percibir mi pregunta.—Pero.—bufó y negó con el rostro.
—¿Qué ocurre?—pregunté, me senté a su vera y suspiré.
—¿No lo entiendes, verdad?—arrugué el rostro, al decirme esas palabras me confirmó lo que ocurriría.—Andy, tú no puedes venir.—mostró una diminuta triste sonrisa.—No es que no puedas, no quiero.—dijo aún más convencido. Cerré los ojos, tan fuertes que noté como mis pestañas se humedecían.—Lo siento,—oí como si fuera el eco de su voz, como si estuviera a kilómetros de mi oído.—Sé que no podrás olvidar a Charlie.—comentó entre risas.—Le quieres, incluso.—hizo una pausa, le costaba más hablar.—me he planteado que le puedes llegar a amar.—Se me estaba cerrando el corazón, y la garganta me empezaba a fallar. Quise decir tantas cosas, pero decidí seguir escuchando.—Yo aquí soy un estorbo. Lo he entendido todo a lo largo de estos años. Me enamoré de ti tan solo conocerte, solo era un crío. Pero ahora, siendo un adulto, me doy cuenta de que este no es mi lugar. Dentro de unas semanas me iré, cogeré un avión.—Me llevé las manos al rostro, intentado asimilar cada palabra, cada vocal que salía de sus labios.—No quiero mantener contacto con ninguno. Puede que alguna vez os llame, pero no está seguro.—sonrió.—Quiero desaparecer un tiempo, y darme cuenta, de que si me sigues queriendo, me esperarás.—paró en seco. Dejando un largo silencio, esperando a que alguna palabra saliera de mis cuerdas vocales, pero seguía paralizada, tanto, que no pestañeaba.—Sé que no lo harás. Seguirás enamorada de Charlie, y estarás siempre con él. Aunque Alice esté de por medio, te entrometerás, te conozco muy bien.—ladeó la cabeza.—sé que eres demasiado fuerte y tozuda.—rió.—Lucha por lo que quieres. Sé más fuerte de lo que fui yo.
Bajo unos copos de nieve..
Miraba el reloj nervioso. No podía seguir mintiendo a Alice, y dentro de unos minutos, me tendría que ir a buscar a Renee. No podía seguir con esta mentira. Miré sus ojos azules, sus labios estaban tan fríos que me quemaban al besarme. Estaba confuso, tanto que no sabía en que estaba pensando. La sostuve entre mis brazos, encajando mi barbilla en su hombro.—¿Tienes frío?—le sugerí. Negó con el rostro, haciendo que nuestras mejillas se chocaran. Noté como se me erizaba el vello de la nuca. Produciéndome un leve escalofrío. En el fondo, Alice me había hecho cambiar. Ya no era la misma persona de siempre, que robaba para darse caprichos. Ahora, ella era mi única necesidad.
—Ojalá pudiera congelar este momento.—musitó, mientras un copo de nieve caía en su pelo. Le mordí la oreja, tan alegre que rió.—¿No podemos quedarnos así siempre?—siguió hablando, pero dejé de prestarla atención. Rodeaba su torso con mis manos. Atrapando esa pequeña figura en mi cuerpo. Mi temperatura subía con cada minuto que pasaba abrazándola. Miré sus muñecas. Tan finas como siempre, pero con una gran marca en la radial. Me estremeció recordar esa situación. Volví a mirar el reloj. Las doce y veinte. ¿Habíamos pasado tanto tiempo afuera? Me moví, intentando que Alice se diera cuenta de que quería levantarme. Y un golpe de frío brotó en los pulmones.
—Alice, ves a casa.—comenté en su oído.
—¿Ves?—sonrió.—¿No vienes tú?—Tenía que inventarme algo, improvisar, decirle cualquier escusa, escabullirme un par de horas. Piensa Charlie piensa.
—Eh..—vocalicé, no se me ocurría nada.—No, luego voy yo.—Bingo, ya tenía una cuartada.—Voy a ir a la comisaria, tengo que arreglar unos papeles.
—De acuerdo.—sonreí a mi victoria.—No tardes.—Se elevó unos centímetros para ponerse a la altura de mi rostro, dejando caer sus labios en los míos.
Bajo los mismos copos de nieve..
No estuve muy segura de sus palabras. Pero no le volvería a seguir, no tendría que parecer una obsesionada. Tenía que dejar de comerme la cabeza, dejar de pensar por un instante. Me paré en el toldo de la casa. Esperando a que algún noruego me abriese.
—¡Alice! ¡Pasa!—exclamó uno de ellos. No me sabía ningún nombre, pero parecía que a mi me conocían todos. Pocos sabían inglés, y si lo sabían, no era muy fluido.—¡Te estaba esperando!
—¿A mi?—cuestioné. Intenté decir pocas palabras, la mayoría no las entendería.
—Sí.—me señaló. Sonreí.—Ralph ha estado nombrando..—paró en seco. Miró al resto y gesticuló unas palabras.
—¿Número?—dí como opción. Negó y se volvió a girar. Miré a sus amigos. Me reí por la situación.—¿Nombre?—volvió a mirarme a los ojos, acerté.—¿Nombre?—repetí.
—Sí. Nombre.—dijo despacio. Vocalizando cada letra.
Afirmé y le rocé el hombro, agradeciéndole que me abriera la puerta. Al fin y al cabo, no eran tan malos como la gente los pintaban. Todos tenían sus historias, noches las pasaba escuchándolas, traducidas por Ralph o Josh. Andy, me acompañaba, ofreciendo cobijo, y Charlie. Charlie estaba desaparecido.
Giré. Me volvieron a gritar y sonrieron. Unos cuantos se enrojecieron y otros se daban golpes. Mostré una sonrisa y seguí caminando, hasta llegar a su puerta. La habitación en la que había pasado tardes, tantas, que no tenía tiempo para contarlas. Agité mi puño, mientras gritaba su nombre.
En esa misma habitación..
—¡¿Qué?!—grité. La grité sin ver que había al otro lado de la puerta. Sin saber quién me reclamaba y nombraba mi nombre. Mi furia se fue por la boca. Después, miré sus ojos. Clavados en los míos. Podría ser mi imaginación, pero mostraba tristeza, o a lo mejor era mi reflejo. Me limpié la sangre de los nudillos en la camiseta. Manchándome aún más.—Pasa.—giré la cabeza, ofreciéndole pasar.
—Ralph..—dudé, por un momento dudé que estaba aquí conmigo.—me han dicho que gritabas mi nombre.—observaba su respiración, no me podía contener en perderme en ella.—Y pensé pasarme, a ver que estabas haciendo.—paró y volvió a ver mis heridas. Las escondí y sonreí.
—Practicando.—no pude ser más ingenioso, y fue el primer verbo que le surgió a mi mente. «Practico como poder amarte, hacer que te des cuenta de que estoy aquí delante, esperándote..» pensé. Ojalá lo hubiera dicho.—Y lo de tu nombre..—y ahí, mi mente se quedó más en blanco que la nieve. Que estaba cayendo en estos instantes.—Si, siéntate.—tartamudeé. Señalé una silla, pero decidió tumbarse en el suelo. Dejó caer las prendas que lucía su cuerpo. Bufandas, abrigos. Hasta quedarse en un simple camisón azul.—¿Quieres algo?—pregunté. Tenía la sensación de que solo hablaba yo. ¿No? Me estaba volviendo loco, no podía dejar de hablar, de pensar. De observar sus labios. Su pálida piel. Notaba el corazón en el cuello.
—¿Me sirves algo calientito, por favor?—sonrió. Un puñal se me clavó en la espalda. Recordando que no era mía. Que no era la razón de su sonrisa.
—Claro,—dije, no tenía otra opción.—ahora mismo, princesa.—me llevé las manos al cuello. Mordiéndome los labios, hasta hacerme sangre.
—Eres un animal.—se colocó de rodillas, hasta alcanzarme.—Ven, acércate.—obedecí como un fiel esclavo a su reina, acercándome más de lo que pude desear. Mi corazón no latía, o lo hacía tan rápido que no podía diferenciar cuando enviaba sangre al resto del cuerpo, que en estos momentos, sería a las mejillas.—Te has hecho sangre en los labios.—hizo una mueca y sonrió.—¿te importa?—alzó su dedo, mientras se mordía el labio al sonreír. Se me empañó la vista. Negué con la cabeza, si moviera cualquier otra parte del cuerpo, no me haría responsable de mis actos e iría a sus labios. Pasó el indice y el pulgar por mi rostro, mientras me quitaba la sangre que fluía con rapidez. Agarré su cintura, al notar que se tambaleaba al limpiarme.—Explícame, ¿por qué tienes heridas en los puños?—preguntó.—¿Te has peleado con alguien?—Me había peleado conmigo mismo, una lucha entre mi corazón y yo.—Es imposible.—sonrió mientras agitaba la cabeza.—Eres un amor, a nadie le tienes que caer mal.—hundí los dedos en su piel, notando el calor que desprendía. Ella, no se daba cuenta. Mejor, supuse.
—No.—me digné a hablar. Seguía mirando sus labios. Deseando que colapsaran con los míos. Que hubiera un ligero rozamiento. «Cualquier cosa» pensé. Me bastaba cualquiera, no podía conformarme con tenerla tan cerca.—Ha sido..—dudé.—algo muy extraño. Prefiero no recordarlo.—sonreí.—Por favor.
—Vale. ¡Terminé!—exclamó. Sin darme cuenta había desaparecido toda la sangre. Ese momento había desvanecido mientras estaba en mis pensamientos. En otra parte.
—¿Y tú?—arrugué la frente.—¿de dónde vienes?
—Estaba con Charlie.—Sabía perfectamente que estaba con él, pero me torturaba recordándolo.
—No te merece.—la interrumpí.
—¿Quién?—preguntó, la agarré con más fuerza, pero a la vez más suave. No sabía que decir, no sabía por qué estaba diciendo eso. La amaba, en eso no había duda. Pero ella amaba a otro, ¿no? «Venga Ralph, declara, ¡declara tu amor!» me exigí y pensé. Di miles de vueltas. «Uno, dos, tres, cuarto, siete, veinticinco, cien, tres mil.» No sabía ni contar en estos momentos, me estaba volviendo imbécil.
—Él, Charlie.—la miré, extrañada de su respuesta se soltó de mis brazos.
—No, no te entiendo.—tartamudeó.—Ralph, ¿qué ocurre?—me planteé inventarme cualquier historia, y por fin, sería mía, ¿verdad?—Dímelo, sea lo que sea.—No estaría bien visto. Pero en estos momentos mi cabeza no controlaba mis impulsos ni mis decisiones. Estaba tan seria que me aproximé a sus labios. No se apartó.
—Alice Flint, que, que..—tartamudeé.— que yo te amo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)