sábado, 21 de abril de 2012

~Capítulo catorce.

Un tramo de luz iluminaba una parte de la habitación. Miré el suelo y solo encontré las sábanas y almohadas que había utilizado Charlie para dormir. Corrí la sábana que cubría mi cuerpo y puse los pies en el suelo. Bostecé. Era muy pronto, al rededor de las seis y media de la mañana pude distinguir en el reloj. La luz que me había despertado venía del cuarto de baño. El ruido que producía el agua al correr por el lavabo llevaba a mi imaginación a Charlie bajo el agua. Aún estaba demasiado dormida.
Me desplacé al baño sin hacer ruido. No levanté los pies del suelo, me deslizaba al caminar. Abrí más la puerta y vi como tenía la cabeza bajo el chorro del agua. Sonreí inconscientemente y me acerqué a su cintura.
—Buenos días Charlie.—Murmuré mientras rodeaba su torso con mis manos.
Elevó la cabeza y también me sonrió.
—Buenos días..—murmuró como yo.—Pero, ¿tú quién eres?
Al oír esas palabras abrí los ojos y observé el reflejo del chico al que estaba abrazando. No era Charlie. Dejé de acariciar su piel con mis yemas y me choqué contra la pared.
—Eso lo tendría que decir yo—añadí con una sonrisa bastante forzada.
Se dio la vuelta y alzó su mano con señal de presentación.
—Soy Ralph—sonrió—. Ralph Cuddy, encantado.
Quise alzar mi también mi mano, pero el asombro aún me tenía absorbida. La alcé apenas unos centímetros y su mirada fue hacia mis muñecas que aún presentaban manchas de sangre.
—Yo Alice—decidí sonreír y oculté mis manos tras mi espalda.—Y bueno.. ¿que haces aquí?
—Lavarme la cara—señaló con uno de sus dedos su rostro y sonrió chistoso.
Asentí a su respuesta como una estúpida.
—Pensaba qué..—me interrumpió.
—Que era Charlie, sí me lo imaginaba. Debería habértelo dicho, pero hace mucho que no me abrazaban así.—No supe como plantearme su respuesta y seguí indecisa.—Y al decir su nombre.. —sonrió—las cosas no encajaron.
Bostecé a sus palabras y le regalé una leve sonrisa.
—Lo siento—me disculpé por hacer algo, ya que no sabía como actuar.—No era mi intención molestarte.
—No eres molestia.—Después de hablar se subió al borde del lavabo y me miró curioso.—Pensaba que la persona que estaba acostada era Charlie, por eso entré sin llamar.
—¿Tienes la llave?
—Sí, en mi habitación no hay agua caliente.
—Entiendo..—respondí de inmediato a sus palabras.
—¿Eres su novia o algo?
Oprimí alguna carcajada y me estiré la sudadera que llevaba puesta. Me daba la sensación de que se me veía la ropa interior y no sería lo mejor para una presentación.
—No, no soy su novia.—Dije cabizbaja, me dolía aún no poder decir que lo era para él.
Se aclaró la voz y sonrió.
—¿Y estás soltera?—dijo mientras frotaba sus nudillos en su pijama.
Arrugué en rostro y sonreí sin más. Miré para otro lado, él me miraba a los ojos y no quería mantener esa conversación con alguien que acaba de conocer y que por confusión había abrazado.
—¿Sabes dónde esta él?—Intenté deslizar ese tema y él lo aparto.
—No la verdad—acompañó con un movimiento leve de cabeza.
Tenía ganas de verle. De haberle abrazado a él. Y no a Ralph. Sonreí, su nombre me hacía gracia.
—Voy a buscarle—me separé de la pared y me aproximé hacia la puerta. Parecía que le había dejado con las palabras en la boca. Tenía el presentimiento que esta no sería la última vez que le vería, entonces, no me preocupé.
En una de las cocinas..
Apenas sabía cocinar, siempre que comía en casa era comida pre-cocinada y siempre andaba bastante justo. Y ahora, no sabía por cuanto tiempo tendría que alimentar a dos bocas.
—¿Tú sabes?—levanté la mirada y sonreí a Josh, al contrario que yo él era todo un chef.
Estaba haciéndose un sandwich y observó la sartén que sostenía en mis manos.
—Sí, pero si quieres cocinar te aconsejo echar algo de comida.—Me dio un codazo y se rió de mi descaradamente.
—Sabes que no se cocinar.
—¿Ella lo sabe?—supuse que se refería a Alice y le miré mal.
Negué con la cabeza. Apenas sabía de mi vida y yo de la suya. Pero tenía la necesidad de estar a su lado y más en estos momentos.
—Anda—me empujó con la cadera y me arrebató la sartén de las manos.—Esta vez lo preparo y, pero tienes que aprender.
—Enséñame—le exigí con una sonrisa.
Miró para los lados mientras bañaba con un chorro de aceite la sartén.
—Sabes que te hablo a ti—le dije mientras bajaba la mirada. Volvió a mirar hacia los lados y alzó varias veces los hombros al no encontrar a nadie más que a él. Me reí de sus estupideces y decidí sentarme en la encimera. Por lo que veía tenía una pinta espantosa lo que estaba preparando Josh, pero el olor que desprendía abría el apetito a cualquiera.
—Te enseñaré con una condición.
—Di.—Solté inconscientemente. Estaba mirando como pasaba la gente por la puerta de la cocina. Me saludaban en noruego, aunque fuera la lengua materna de mis padres, cada vez la utilizaba menos. Josh y Andy eran los únicos que hablaban en inglés conmigo. Echaba de menos Noruega, hacía dos años que no pisaba esas tierras nevadas y húmedas que me recordaban a mi infancia.
—Quiero que le digas a Alice que la quieres—sus palabras hicieron que volviera a la tierra y asentí antes de asimilarlas.
—¿Qué?—le miré confuso.—Eso no es verdad, sabes que yo no me enamoro así.—Una imagen pasó por mi cabeza, esa imagen que daría lo que fuera para que nunca se fuera de mis recuerdos. Apenas estaba a un suspiro de mis labios y diversos mechones le tapaban el rostro. Su respiración entre cortada al dormir y la leve sonrisa que expresaba su rostro.
—Lo que yo sé es que nunca te has enamorado.
Josh tenía razón, pero tenía demasiado orgullo para dársela.
—¿Y crees que de Alice sí?
Me planteé mi propia pregunta y la di demasiadas vueltas antes de que Josh me diera su respuesta.
—Sí.—me miró—Lo pienso.
—Estás equivocado—dije aunque dentro de mi sonreí al oírlo.
Soltó la sartén y la dejó caer. Me sobresalté y me aparté por si saltaba algo de aceite.
—Estás cabezón eh—resopló, pude ver en sus ojos que se estaba cabreando. Josh fue un hermano para mi. Aunque nos llevásemos dos años para mi él era lo más parecido que tuve de un familiar. Aunque eso era una larga historia.—Es la segunda vez que me lo niegas, ¿a la tercera me darás la razón?
—Te diré la verdad.
—Entonces ahora me estás mintiendo.
Me tragué mis propias palabras y vi que me había contradicho a mi mismo—soy estúpido—murmuré.
—Si que lo eres—añadió mientras se reía.—Al final el padre de Alice tendrá razón, tengo buen oído.
Sonreí. Me revolví el pelo con ambas manos y me lo dejé más raro de lo normal. Dejé mis manos en la nuca y apreté fuerte los labios.
—¿Tú crees que siente algo por mi?
No me respondió en el mismo segundo, y pude asegurar que tampoco en el mismo minuto. Dejó en suspense mis palabras haciéndome sufrir con ese silencio.
—Si no lo sintiera no estaría aquí.
—Podría estar en cualquier sitio—repliqué a su respuesta.
—Pero está aquí.—Me miró a los ojos y sonrió.—Contigo.
Dejé caer el peso de mi cuerpo en el suelo plantando firme los pies. Me estiré la camiseta que llevaba puesta y me subí los pantalones. Caminé hasta el marco de la puerta.
—¿A dónde vas?—se giró y me enseñó el plato del desayuno.
—Voy a decirla que la quiero.
—¡Eso!—Gritó como si fuera el eco de un público.
—¡Que siento algo por ella!
—¡Eso!—volvió a decir pero con más ánimos y alzando más la voz.
Mi rumbo tenía un sitio, un lugar. Un destino. La tenía a ella. Caminé hasta el fondo del pasillo.
—¿Y la comida?—oí en un grito.
Pero a medida de los pasos que daba se iba convirtiendo en un susurró que acabo desapareciendo en un amplio y solo silencio.
En el trayecto del pasillo me comí y trague todo el miedo que recorría por mi cuerpo. Respiré profundamente para tranquilizarme, pero fue inútil. Cada vez estaba más cerca y notaba como empezaba a temblar. Giré el picaporte y chirrió la puerta mientras la abría apenas unos centímetros. Sus preciosos ojos azules reflejaban una paz interior inmensa la cual necesitaba. El contorno de su rostro y algún que otro mechón suelto se movía a causa de la corriente que había entrado al abrir la puerta.
Tenía dos opciones, dos futuros. Mi corazón y mi razón de ser quería que la dijera que la quería, que su presencia en este mundo era lo mejor que me había pasado, que me hacía ser otra persona diferente, mejor. Que con cada suspiro que daba me regalaba un día de vida. Pero mi cerebro, todas las vías del cerebro me decían que hoy no sería el día, ni el mejor momento.

2 comentarios:

  1. QUE SE LO DIGA, QUE SE LO DIGA. Por cierto, ¿Ralph seguirá en el baño? Esa frase de '' Tenía el presentimiento que esta no sería la última vez que le vería, entonces, no me preocupé.'' me preocupa, askjdkasdgh.

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